OTRAS ‘ 1973
SE celebra estos días el cincuenta aniversario del traslado de la feria del Prado a Los Remedios con un balance positivo –destacando la democratización de la feria, cosa desde luego singular tratándose de un Ayuntamiento franquista– y con loas al alcalde que lo decidió. Supongo que no se celebrarán y quizás ni tan siquiera se recordarán otras dos decisiones de 1973 tomadas por aquel mismo alcalde y aquel mismo equipo de gobierno: los derribos del mercado de la Encarnación y el teatro San Fernando, construidos en 1842 y 1847. Los hechos negativos o tristes no se celebran, se conmemoran. Y tampoco se conmemorarán porque para muchos sevillanos de entonces (y temo que de hoy) dichos derribos no fueron iniciativas negativas de triste memoria.
En lo que al mercado se refiere su derribo fue saludado como una medida higiénica que quitaba de en medio un edificio degradado y maloliente, un nido de ratas medio arruinado y en parte abandonado. Todo fruto del abandono municipal, además de cambios en las formas de vida, despoblación del centro y concurrencia de otras formas de ventas de alimentos. Se le dejó morir para después rematarlo diciendo que su derribo era
Hace 50 años del traslado de la Feria y, también, de los derribos del teatro San Fernando y del mercado de la Encarnación
necesario: un signo de modernización y desarrollo tal y como el franquismo lo entendía que prolongaba tardíamente el proyecto de apertura y remodelación de la zona iniciado en los años 50 con la demolición de una parte del mercado y la apertura de Imagen. En esos mismos años Europa ofrecía dos soluciones distintas a los mercados históricos: entre 1969 y 1973 se derribó la gigantesca estructura de arquitectura de metal de Les Halles de París mientras en 1974 Londres decidía conservar Covent Garden tras el traslado del histórico mercado de f lores, frutas y verduras. Sevilla optó por lo primero. Eso sí, con la originalidad muy nuestra de dejar el solar durante 37 años. Hasta que de la tumba del mercado, como lovecraftianas emanaciones inmundas, surgieron las setas.
El derribo del teatro San Fernando no originó polémica. A los sevillanos les importó un pimiento que se hubiera dejado morir durante más de tres años, cerrado, el mejor y más grande teatro de la ciudad –3.000 localidades, frente a las 1.800 del Maestranza– hasta que fue aconsejable su demolición. Donde estuvo se alzó el enorme adefesio que allí sigue. ¿Se recordará el cincuentenario de estas otras gestas del Ayuntamiento de 1973? Seguro que no.