BRUJA INMORTAL
Economía, Hacienda y Fondos Europeos; respectivamente, estuvieron conversando con los respresentantes de la entidad bancaria y los empresarios de la ciudad.
El patrono de la Fundación Sevillana Endesa, Antonio Pascual, también acudió a la cita, al igual que el abogado Ricardo Astorga, socio director de Zurbarán Abogados; José Manuel García-Quílez, socio de Zurbarán Abogados; Luis Miguel Martín Rubio, socio de Ontier Abogados, y Francisco Ballester, fundador del bufete Olivencia-Ballester.
Hasta la caseta de la calle Costillares se acercaron igualmente representantes del mundo académico, entre ellos los rectores de las dos universidades públicas sevillanas: Miguel Ángel Castro (Universidad de Sevilla) y Francisco Oliva (Universidad Pablo de Olavide).
Por último, la recepción del Banco Santander reunió a representantes del mundo de las hermandades de Sevilla, como el hermano mayor del Gran Poder, Ignacio Soro; y del mundo del fútbol, como el presidente del Sevilla Fútbol Club, José Castro.
YA sé que es una indiscreción preguntarte la edad, bruja de mis quebrantos, pero tengo algunas dudas sobre la inmortalidad de tu estado –cada año estás y te veo mejor– y ando en cavilaciones sobre si, para los que solo alcanzamos la categoría de aprendices de brujos, vender el alma al diablo será una forma de poner en prenda la vida para engrosar el censo del averno. No diré comprar la voluntad porque el Infierno debe ser un régimen de sumisión y Satanás solo permite el diabólico entretenimiento de los aquelarres con sus brujas favoritas, entre las que no dudo que estarás.
–No me toques las verrugas, aunque las oculto, suavón de pacotilla. Las brujas no tenemos edad. Mejor, tenemos la edad que en cada momento más convenga, ya que las obras de hechicería requieren muchas veces el concurso del atractivo y, a tal propósito, ayuda la compostura de los años.
–Como se entere algún confidente de guardia, esta afirmación tuya del recurso a la seducción, a las armas de bruja femenina, puede costarte un coscorrón de la ortodoxia de género.
–Ay, escribiente, en el Infierno no rige la corrección política y Satanás nos tiene dicho que, cuando se da una vuelta por el Purgatorio, las almas en pena se arrepienten de la hipocresía, como si quisieran granjearse un celestial beneplácito, tan contrario a sus mortales convicciones.
–Debe ser, digo yo, porque cuando la muerte –vade retro– se anuncia con algo de tiempo, a quien se encuentre en esa tesitura le pueda la incertidumbre del “por si acaso”, cercanas como se presentan las desconocidas estancias de la ultratumba.
–Déjate de digresiones tontorronas, juntapalabras, y dime de una puñetera vez por qué razón quieres saber mi edad.
–Verás, como hace medio siglo del traslado de la Feria del Prado a los Remedios, acaso tu conociste aquellas ferias añosas y más cercanas a su origen ganadero.
–¿Y no puedes calcular, a ojo, que, para eso, he de tener algunos años más que cincuenta?
–En absoluto, bruja lozana, pero puedo estar confundido –mejor que engañado– por uno de tus hechizos seductores, esos de las armas de bruja que pueden llevarnos a hablar de sexo.
–Escribiente casquivano, eso
No sólo conocí la Feria en el Prado; hechicé a un vasco y a un catalán para que la idearan
es lo que eres o en lo que te voy a convertir si persistes en tus maneras de adularme y entras, disimulado fanfarrón, en materia rijosa.
–Calla, calla, bruja de mal genio, cascarrabias, que entonces pareces mayor y se te estropean las composturas del hechizo.
–Mira, pazguato, no solo conocí la Feria en el Prado, sino que hechicé a un vasco y un catalán, José María Ybarra y Narciso Bonaplata, a mediados del XIX, a fin de que idearan una feria de tres días, durante el mes de abril, aunque fuese para la compraventa de ganado.
–Iba a tirarte los tejos, pero me inhibe y asusta lo que acabas de revelarme, bruja inmortal.
–Cenutrio, con un cuarto y mitad de conjuro te tengo en mis brazos, si quiero.