Diario de Sevilla

Carlos Navarro

- Cnavarro@diariodese­villa.es

SI en la denominada caseta del turista de la Feria de Sevilla hay que reservar online y el tiempo máximo de estancia en la mesa es de dos horas, el turista no conoce la Feria de Sevilla, sino un sucedáneo, un pastiche, una impostura, una falsedad. Nos empeñamos en dejar entrar, pero no en integrar. Nos empeñamos en dejar ver, en participar y en estar, pero la clave es el ser. Nuestra singularid­ad es que hay que ser de dentro para disfrutar de verdad del sentido de la fiesta. ¿Se puede alcanzar ese grado, llamémoslo así, cuando se viene de fuera? Evidenteme­nte que sí. Pero se necesita tiempo, como ocurre con todo lo auténtico, o un sevillano que te lleve de la mano. La Feria de Sevilla no es un cine en el que se compra una entrada, se tiene derecho a una butaca y basta con tener la actitud pasiva de un espectador ante la pantalla. Todo nos lo dan hecho en el cine, que no ocurre lo mismo con la lectura, hábito que exige una actitud activa.

Los operadores turísticos engañan a los turistas con la colaboraci­ón necesaria de la autoridad, porque esto es cosa de dos partes. “Rancio, so rancio”, comentará el asesor de guardia que sólo ve en Sevilla un “paquete” que colocar a los “mayoristas”. Sí, como intentaron engañarlo con el Centro de Interpreta­ción de la Semana Santa, valorado en dos millones de euros, que se fue al traste gracias a la crisis de 2008, que generó algunos efectos positivos, como llevarse por delante semejante engendro que incluía un simulador de bulla.

En la Feria de Sevilla no se reservan mesas salvo que se trate de las casetas de los clubes privados. Una vez fui a una cena con menú en la caseta del Aero y tuve que estar más tieso que un nazareno de ruan después de todo el día de caseta en caseta, que es en lo que consiste la Feria auténtica: o se recibe o eres

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