Diario de Sevilla

EL ‘MACGUFFIN’

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pantalla?, le preguntamo­s al guionista y director. “Tal vez sea así”, asiente Cobos. “Hay que encontrar qué compartes con esa novela, pero al mismo tiempo qué puedes pervertir de esa obra llevándola a tu terreno”, sostiene. “Esto no lo he hablado expresamen­te con Rosario, pero me da la impresión de que para ella el libro no se centraba en la maternidad, que ella no definiría eso como tema principal, y a mí me llamó la atención el proyecto por el hecho de que tengo hijos, me interpelab­a sobre ciertas preguntas que me hacía en ese sentido. Aparte, el libro tenía una reflexión sobre los diferentes, sobre lo disímil, esa cuestión de los zurdos como metáfora, que era muy simbólica y muy bella”.

Cobos añade que lo “normal” sería “tener los deberes hechos cuando decides ser padre, empezar con la conciencia de cuáles son tus fantasmas, tus limitacion­es y tus virtudes, porque vas a construir un proyecto desde ahí”. Pero la vida escapa siempre de la lógica, y “unas veces porque llegamos de forma irracional, o equivocada­mente, a la paternidad, y otras veces porque incluso actuando con la mayor vocación del mundo te encuentras con un proceso muy complejo, nada es como lo esperabas”, prosigue Cobos, que, “como padre, me enfrento todos los días a mis miedos, a mis dolores, en mis hijos proyecto cosas maravillos­as pero también terribles. Y no hay que olvidar que un padre también es o ha sido un hijo, y los ecos de eso están ahí. No olvidaré una frase de Lou Reed con la que aludía a un poeta que ahora no recuerdo. Decía que cuando era pequeño temía convertirs­e en un gilipollas como su padre, pero que al final alcanzó la edad de su padre y se dio cuenta de que era aún más gilipollas. ¿Quién no tiene algún temor de ese tipo?”.

LAS RELACIONES

Baños no tiene hijos, pero se pregunta en su cine, “desde mis primeros trabajos, por las relaciones humanas, que son absurdas, surrealist­as, ciertament­e difíciles de entender. El vínculo entre la madre y el hijo es central en esta serie, pero a mí me interesa mucho, por ejemplo, el personaje de la hija, de la hermana del joven problemáti­co [a la que interpreta Numa Paredes]. Aparenteme­nte es la más centrada, pero vemos todo lo que tiene que hacer para intentar mantener unida a esa familia desestruct­urada, para que el puzle encaje, para que la madre se reencuentr­e con su hijo, y nos produce una sensación de desamparo. No importa si te toca el papel más cómodo, porque la vida, las relaciones, siempre te acaban descolocan­do”.

Tanto Cobos como Baños dirigen a los intérprete­s desde la contención: María León ofrece su mejor papel desde La voz dormida, en un cambio de registro en el que se deja la piel, y Tamara Casellas se mueve en el tono preciso con un personaje que se expresa a menudo desde el humor pero que esquiva los peligros “del cliché de la chacha graciosa”, dicen los directores. “Nos preocupaba mucho que las actrices expresaran de más, porque todo estaba en el guión, y un exceso de gestualida­d habría sido redundante, como si se dijeran las cosas dos veces”, señala Cobos, para quien “Maru, el personaje de Tamara, es muy de verdad. Hay un momento terrible en que esa madre, que no tiene más horas para limpiar, se pregunta qué le puede dar a su hijo si no lo cree, como si la confianza fuese el único patrimonio que puede dejarle. Esa mujer tiene, a pesar de todo, abierto el canal de comunicaci­ón con su hijo. Eso sólo se podía rodar desde el pudor, la contención”.

A Cobos le interesaba más la exploració­n de los contradict­orios lazos familiares que la lectura de la actualidad política que podía desprender­se de la premisa, con el hijo vinculado a un grupo radical. “En la novela puede que se trate más el tema, que la madre vaya en sus pesquisas a un bar neonazi, o que descubra en la habitación del hijo una esvástica. A mí que el hijo sea un cabeza rapada me parecía significat­ivo del trastorno de comunicaci­ón que existe en la familia, como habría reflejado por ejemplo que el muchacho fuera drogadicto. Es un resorte, un mecanismo, para apelar a la madre”, expone el guionista y director. “Aunque por otra parte”, añade Cobos, “siento que hay una especie de macguffin que opera en otro plano, que nos pregunta qué estamos generando al abrir las puertas a la ultraderec­ha en nuestro entorno. La metáfora del problema que tenemos en casa y ante el que miramos para otro lado está ahí. Quien quiera que lo vea, y quien no, que no lo haga”.

CIUDAD DE RATAS

Cobos plantea algo que suscribe también su compañero Baños, su convicción de que la obra no se puede desligar de la autobiogra­fía: “Cuando escribo hago eso tan narcisista de hablar de mí mismo, y en esta búsqueda que emprende el personaje de Lola he volcado muchas cosas mías”, admite el autor. Se aprecia en la mirada que dedica a su ciudad, en la que, como en La peste, vuelven a asomar las ratas. “Las hay en la parte del río, eso es verdad, pero en esa escena se puede ver otro símbolo, de cómo las alimañas se van a echar encima del personaje de Rodrigo [Alberto Ruano], el marido de Lola, un político que aspira a la alcaldía, en cuanto se enteren de su historia”, explica.

El equipo de El hijo zurdo recorre una Sevilla que va “de la Torre del Oro al Polígono de San Pablo, pero cruzada por la iconografí­a mariana y los sonidos del sur”, dice Cobos en referencia a una banda sonora de Julio de la Rosa, con colaboraci­ones de artistas como Bronquio, Nita, Rocío Márquez o Dalila, y en la que las marchas procesiona­les otorgan una fuerza añadida al relato. “Y confieso que cuando terminamos de montar, cuando el proyecto estaba cerrado, le dije a Darío [García, el montador] que me había faltado una sevillana. Habría sido algo muy disruptivo, que creo que habría pegado con el tono de la serie”.

Cobos expresa su felicidad porque la serie llegue a los espectador­es avalada por el premio en Cannes. “Es un sello de calidad enorme. Un galardón así repercute en todo: en las ventas internacio­nales, en cómo la va a recibir el público, en cómo la van a juzgar los periodista­s. Tener la etiqueta de Cannes es como contar de repente con un apellido noble”.

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FOTOS: JULIO VERGNE Tamara Casellas y María León, en una de las primeras escenas de ‘El hijo zurdo’. Abajo, otra jornada de filmación.
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