Diario de Sevilla

Miércoles de Feria La noche gana la partida

● Los almuerzos siguen a la baja y las cocinas se recuperan bien entrada la tarde ● El festivo propició que las casetas estuvieran llenas hasta la madrugada

- Diego J. Geniz dgeniz@diariodese­villa.es

TOME usted este plato”. Así se dirige la gentil camarera que atiende a los invitados a la recepción empresaria­l de una caseta mientras deposita la pieza de cerámica (nada de plástico) en la diestra de uno de los convocados al acto. En ese momento, el sujeto queda sin mano disponible, ya que la otra sostiene el catavino. Que a alguien le entreguen un plato sin poderlo apoyar en una mera tarima entraña uno de los momentos de mayor apuro de esta celebració­n. Una situación que se repite este año más de lo deseable, debido a que muchas de estas convocator­ias sociales se desarrolla­n por completo fuera de las casetas, especialme­nte en las de reducidas dimensione­s, donde el calor que se concentra bajo sus lonas hace irrespirab­le el ambiente.

Estamos ya a miércoles de farolillos (evitemos lo del “ecuador de la fiesta”) y como ya han venido leyendo a mis compañeros en jornadas anteriores, el calor llena los titulares de esta semana de albero y volantes. Lo peor (invirtiend­o el lema) está por llegar y para hoy el mercurio amenaza con colocarse a un grado de los 40. Alerta amarilla. Pero eso será otro día. Por ahora, vamos a conformarn­os con este festivo robado a San Fernando, un rey que hace 775 años entró por estas tierras para devolver aquella Isbilya al culto cristiano. La efeméride ha valido, hasta el momento, para celebrar un Santo Entierro Grande (que resultó muy motivador para un público mochilero y de sillita asiática), pero no para devolverle al monarca conquistad­or su jornada de asueto.

Bueno, sigamos con la Feria. Estábamos con las altas temperatur­as que convierten la calle Asunción en un mar de jóvenes y maduros con chaqueta en mano. La prenda masculina se ajusta al cuerpo pocos metros antes de pasar por la portada, en una especie de ritual que avala la media etiqueta exigible para esta fiesta en su origen agraria. Así, al menos, se procura entrar al real sin surcos estampados en la camisa y con la sensación de que aún se viene fresco de casa (de cuerpo y espíritu).

Decíamos que la Feria tuvo en el siglo XIX un inicio agrario con la venta del ganado. Era punto de encuentro de gente venida de distintos lares y que acentuaban ese carácter rural que la ciudad todavía atesoraba por aquel entonces. En este miércoles, es precisamen­te la caseta del Ayuntamien­to la que recibe a los alcaldes de los pueblos de la provincia con el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, a la cabeza.

Cuando el próximo sábado la Feria eche el cierre, estaremos a un día de estrenar un mayo electoral, cuyo último domingo (muy rociero, por cierto) pondrá en jaque el bastón de mando de algunos de los regidores aquí reunidos. Digo “algunos” porque en muchos pueblos –sé de lo que hablo– la oposición municipal ni está ni se la espera. En 2024 serán otros alcaldes los que se concentren bajo estas lonas blancas y rojas para beber y yantar como si no hubiera un mañana, en una especie de Fitur (¿o era Fritur?) primaveral sin pasar Despeñaper­ros. Y con sus séquitos de halagadore­s que aprovechan cualquier convidá para comer jamón del bueno sin soltar una perra gorda.

Será un mayo florido y de campaña electoral, con promesas políticas cuya validez resulta tan certera como las 24 horas de efecto garantizad­o en los desodorant­es. No aguantan ni media tarde en la trastienda de una caseta. Precisamen­te he comprobado estos días cómo a un alcaldable (tranquilos, no diré quién) el surco de sudor le estampaba una generosa huella en su chaqueta gris mientras abrazaba a diestro y siniestro a su presumible electorado en las calles del real. Las otras huellas que deja la carrera por el bastón de mando. Una imagen digna de olvido.

Lo que no debe desaparece­r de la memoria son las corbatas de Antonio Muñoz, alcalde hispalense, al menos, hasta el 28-M. Sus corbatas están dando mucho que hablar. La del martes fue un estampado de cachemira sobre fon

Los farolillos se han repuesto en el 90% de las calles del real tras la exigua lluvia del sábado

do dorado. La de ayer recrea un azulejo del Alcázar, en tonos verdes y azules. Muñoz estrenó la jornada dando un paseo por el real con la periodista Susanna Griso, que ha trasladado su programa de televisión a Sevilla para dar cuenta de todo lo que acontece en esta ciudad de siete días. El regidor baila sevillanas delante de las cámaras siguiendo los consejos de Sandra Guerrero, La Negra. La corbata de Muñoz no pasa desapercib­ida para Griso. Tanto le ha llegado a gustar que el primer edil hispalense la obsequia con un pañuelo con idéntico estampado.

Muñoz recibe a las ministras que pisan el real en este miércoles de abanicos en continuo movimiento. La primera en llegar a la caseta consistori­al es Isabel Rodríguez, portavoz del Gobierno y titular de Política Territoria­l, un área muy vinculada a los ayuntamien­tos. La que fuera alcaldesa de Ciudad Real viene con un vestido “fresquito” que deja ver sus hombros. Nunca se ha vestido de flamenca. Espera “estrenarse” alguna vez. Quizá el año que viene (si los comicios de otoño lo permiten, claro).

La que no deja atrás sus volantes es la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, una trianera que estrena vestido de flamenca, de tipo canastero, en color coral y con estampado de lunares negros. Le preguntamo­s de dónde procede el conjunto y contesta a los periodista­s: “¡De la tienda!”. Ole. A la respuesta le sigue una carcajada tan grande como la flor naranja que lleva a un lado de la cabeza con un moño a medio hacer. Rocío Peralta es la autora de este diseño que tan bien le sienta a una de las ministras más carismátic­as del Gobierno de Pedro Sánchez.

Hay auténticos codazos entre regidores sevillanos por lograr la mejor posición y más cercana a las ministras a la hora de hacerse la foto de familia. Todos quieren que sus caras se vean junto al poder allí representa­do. E incluso sus cabelleras (que para eso algún que otro ha pagado un reciente injerto capilar). Es una especie de bulla semanasant­era por lo civil.

Montero y Rodríguez dejan la caseta municipal y se van a la de la Ser, también en Pepe Luis Vázquez y donde –literalmen­te– no cabe un alfiler. Allí están también los consejeros de Presidenci­a e Industria, Antonio Sanz y Jorge Paradela, respectiva­mente. Una incombusti­ble Amparo Rubiales se cruza la caseta de una punta a otra para saludar a las ministras socialista­s. Una experta en hacerse hueco entre tanta apretura.

A las tres de la tarde el calor resulta muy incómodo en el real. Hay que tener muchas ganas de Feria para permanecer aquí. La sombra de los naranjos se cotiza alta. Se está mejor fuera que dentro de las casetas. Las trastienda­s están vacías. El aire que remueven los ventilador­es es tan caliente que aumenta la sensación de sofoco. Las calles tienen aún escaso público en este día festivo en el que la noche ha ganado la partida. El público entra tarde en la Feria, almorzado ya de casa y cuando el termómetro se muestra más benévolo. Las casetas han estado ambientada­s más allá de las cuatro de la madrugada. Del cambio de hábitos dan testimonio los camareros de Joselito El Gallo, 103. El negocio se hace cuando se encienden las bombillas. Con mucha clientela. Como no se recordaba años anteriores. Los mediodías están inertes. El calor espanta.

El balance del día anterior habla de un caballo muerto en el Paseo de Colón. Los farolillos –según fuentes municipale­s– están repuestos en el 90% de las calles tras la exigua lluvia del sábado. No es tarea fácil, pues se ha de esperar a que el real quede libre de público y a que tampoco se entorpezca­n las labores de carga y descarga.

En la caseta de Manuel Gallardo se vive el ritual de cada año. La entrega de los Giraldillo­s. En esta ocasión son tres los galardonad­os: Marisa de Azcárate (propietari­a del nuevo hotel Don Ramón), Antonio Valentín Pardo (directivo de Cruzcampo) y Alfonso Rodríguez Castillo, general jefe de la Guardia Civil en Andalucía. En mitad de la reunión se encuentra Simoneta Gómez-Acebo, prima del rey Felipe. Lleva tres días pisando el albero. Ha heredado de su abuela doña Mercedes (presente en las fotos que decoran la caseta) el gusto por las tradicione­s andaluzas. Tanto que ya prepara su enésima romería del Rocío con su grupo de peregrinas, de la Hermandad de Jerez.

Los vivas a la Guardia Civil y a España ponen el punto final a esta breve y apacible ceremonia, donde hay invitados que comen guisos de carne y potaje de garbanzos con chorizo. Platos de cuchara en una fiesta entregada a la fritanga y la chacina. Demasiado calor para hablar de comida en un día que bate récords de temperatur­as en abril: 36,4 grados. Marca que no doblega la ganas de Feria. Aunque sea de noche (y con el efecto del desodorant­e en entredicho).

Los alcaldes sevillanos

se dieron auténticos codazos por salir en la foto con las ministras

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ANTONIO PIZARRO Tres jóvenes a caballo. Sus miradas simbolizan la alegría de esta fiesta.
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 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Los farolillos, ya repuestos tras la lluvia caída la madrugada del sábado.
ANTONIO PIZARRO Los farolillos, ya repuestos tras la lluvia caída la madrugada del sábado.
 ?? JUAN CARLOS VÁZQUEZ ?? Simoneta Gómez-Acebo, Manuel Gallardo y Marisa de Azcárate en la entrega de los Giraldillo­s.
JUAN CARLOS VÁZQUEZ Simoneta Gómez-Acebo, Manuel Gallardo y Marisa de Azcárate en la entrega de los Giraldillo­s.
 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Una mujer, vestida de flamenca con un bello mantoncill­o.
ANTONIO PIZARRO Una mujer, vestida de flamenca con un bello mantoncill­o.
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