Diario de Sevilla

ZULULANDIA EN CAMPANA

- JULIÁN AGUILAR GARCÍA Abogado

HACE años tuve ocasión de visitar el territorio del antiguo Reino Zulú, también conocido como Zululandia, de historia sangrienta y breve en el siglo XIX, con regicidios, expedicion­es nada pacíficas a tierras de sus vecinos (hay quien estima que sólo en las mandadas por el caudillo Shaka causaron casi un millón de muertos), enfrentami­entos con los bóeres (donde los zulúes pasaron de la traición a la derrota ante Pretorius) y con los británicos (del heroísmo a, de nuevo, la derrota). No eran precisamen­te unos angelitos roussonian­os ni, desde luego, fueron tratados entre algodones por los europeos asentados en el África Austral. Por cierto, para los progres biempensan­tes que estén ya bullendo ante el colonialis­mo europeo opresor (evidente e innegable), conviene recordar que los zulúes llegaron a la zona cuando por el sur del continente ya hacía siglos que había blanquitos, y que cuando los mismos zulúes y otras tribus se asentaron en la región lo hicieron a costa de otros pobladores que ya estaban allí. En todo caso, el objeto de mi articulill­o de hoy no es trazar una simplifica­da historia de Sudáfrica ni evidenciar que en la biografía del sapiens no cabe el trazo grueso a la hora de juzgar ni usar criterios de hoy al analizar situacione­s de ayer.

En esa visita asistí a un espectácul­o, vendido como auténtico y tradiciona­l, de danzas guerreras y

Si no se pone lo religioso en el centro, la Semana Santa acabará siendo un espectácul­o con capirotes

de otra índole, por los descendien­tes de los llamados gloriosos zulúes de un siglo atrás. Una representa­ción colorista, animada, exótica. Pero un evidente montaje para turistas que a los que tenemos el prurito (quizás ingenuo o, vaya usted a saber, pretencios­o) de considerar­nos viajeros nos pareció triste y acartonado.

Me acordaba de esa ocasión en días pasados, al hilo de las discusione­s sobre horarios de apertura de la hostelería en la Semana Santa y sobre el orden y horario de paso de cofradías por la carrera oficial (no sé si más egotismo que otra cosa).

Quien suscribe no es particular­mente capillita, al menos para los exigentes estándares sevillanos donde lo primero que dicen muchos niños no es papá o mamá (o progenitor A) sino “al cielo con Ella”. Pero he salido de nazareno cuarenta años y en alguna ocasión de costalero, sirva esto para dejar clara mi estima por la Semana Santa según Andalucía. Y de parche antes de la herida.

Tengo la impresión de que en la Semana Santa sevillana (y, supongo, de otras localidade­s) cada vez importa más (o casi únicamente importa) lo estético, lo cultural, la tradición, la economía. Y menos lo religioso. Y no sólo para los políticos o los externos al mundo cofrade, aunque tengo amigos muy involucrad­os en la Semana Santa que la viven de forma religiosa.

Todo es relevante y respetable. Me gustan las tradicione­s y no ignoro la labor de las hermandade­s todo el año. Pero si no se pone visiblemen­te lo religioso en el centro de todo, de forma renovada una y otra vez, acabará siendo un espectácul­o con capirotes en vez de plumas. Y también los zulúes tienen tambores.

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