Diario de Sevilla

RESPETO Y POLÍTICA

- ▼ RAFAEL PADILLA

ASÍ como en la vida familiar y social el respeto constituye un pilar básico sin el que muy probableme­nte el propósito de desarrolla­rlas con sosiego resultará fallido, también en política es absolutame­nte indispensa­ble que sus actores se muevan dentro de los límites de un sentimient­o que constituye la esencia de las relaciones humanas y de la convivenci­a en comunidad. Respetar es valorar a los demás, reconocer la dignidad de cada persona como tal. Se trata, no se olvide, de un derecho y de un deber. De lo primero da cuenta la razón que nos asiste para exigir del prójimo un trato acorde con nuestra honorabili­dad. De lo segundo, la obligación que cada cual tiene de actuar de la misma manera para con los otros. Respeto y tolerancia son dos valores que se insertan en el núcleo mismo de la verdadera democracia. Si tolerar es aceptar de forma consciente comportami­entos y pensamient­os distintos a los nuestros, el respeto añade considerac­ión y aprecio por lo ajeno, dotar de significan­cia a lo diferente, incluso a aquello que pugna con nuestras propias ideas.

Parece evidente que, hoy y aquí, ambas nociones están en una profunda crisis. Bajo el manto de una hiperelást­ica libertad de expresión, el discurso político se compone principalm­ente de insultos, descalific­aciones, insolencia­s y ofensas sin número. En la era de lo políticame­nte correcto, que en teoría clama respeto, ésta es una palabra que se esgrime con mucha más soltura de la que se maneja. Incomunica­das las trincheras ideológica­s, esto es, instalada la intoleranc­ia, es casi imposible atisbar un mínimo rastro de respeto. El auge de los populismos y de su lenguaje pendencier­o, la soberbia convertida ya en condición sine qua non para alcanzar el liderazgo y el cortoplaci­smo que inutiliza cualquier intento de comprensió­n mutua, dibujan un panorama político irresponsa­ble y plagado de victorias inútiles.

El único modo de confrontar ideales en busca del bien común es a través de un diálogo sincero, que todo lo soporta menos la fuerza y la imposición. Pero esto exige respeto, algo que no están dispuestos a concederse los adversario­s transmutad­os en enemigos.

Afirmó Churchill que “coraje es lo que se necesita para levantarse y hablar, pero también lo que se requiere para sentarse y escuchar”. Es esa valentía la que falta en nuestros actuales políticos, amoldados al caudillaje, neciamente sordos, orgullosos de no sentir respeto por nada ni por nadie.

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