SÍNDROME DE ABSTINENCIA DE VARAS
EL Ayuntamiento de Gijón es el segundo de España que se dota de un reglamento de laicidad. El portavoz de Asturias Laica, la asociación impulsora, tras asegurar que “no se trata de prohibir los actos religiosos”, lo que tiene un aire de acto fallido dado que la Constitución no lo permitiría, ha justificado así la necesidad del reglamento: “El ser humano siempre busca lo colectivo [y la religión católica tiene esta cualidad]. Sin duda [los católicos] logran formar comunidad y eso es absolutamente respetable, pero se trata de los espacios públicos, que son de uso y derecho de todos los ciudadanos”. El hombre confunde los espacios públicos, que abarcan también las calles y las plazas, con los edificios y centros educativos públicos. Afortunadamente el desarrollo del reglamento sí lo distingue, porque de aplicarse a todos los espacios públicos habría que derruir o desamortizar, para convertirlos en otra cosa, templos, conventos y cualquier edificio cuyo uso y presencia en las calles y plazas ofendiera el principio de laicidad en un cruce entre Mendizábal y la voladura de la catedral moscovita de Cristo Salvador para
El reglamento de laicidad gijonés provocaría en la autoridades sevillanas síndromes de abstinencia de varas
erigir sobre su solar el Palacio de los Soviets, un mamotreto de 400 metros de altura rematado por una estatua de Lenin de 100 metros que nunca se construyó, ocupando su lugar una piscina gigante para que el proletariado se refrescara.
Pero no es a esto a lo iba, que Gijón está a 800 kilómetros y Moscú a 4.592, sino a la fantasía de importar el reglamento de laicidad gijonés a Sevilla. En el artículo 3 se escribe: “En el ejercicio de su función institucional la Corporación Municipal mantendrá la separación y neutralidad en actos celebrativos de entidades religiosas no realizando actos de culto religioso o veneración hacia imágenes o conceptos, ni participará en ceremonias, ritos o cualquier acto que formen parte de cualquier confesión religiosa”. Aplicado en Sevilla podría provocar severos síndromes de abstinencia en las autoridades de todos los colores políticos adictas a lugares destacados en actos religiosos y sobre todo a varas en presidencias de pasos. No sé en Gijón, pero en Sevilla esto manda mucho y no es cuestión de perderse el baño en multitudes de potenciales votantes, dada la sana pluralidad ideológica de quienes viven estos actos. Oportunismo, sí, pero también una forma de tolerancia y de respeto a la cultura y tradiciones de la ciudad.