Diario de Sevilla

Cuando había fango en la marisma

● Antonio Rodríguez Ramírez y la editorial Palitroque publican un libro que retrata de forma inédita un espacio natural a través del diario de caza del Palacio de Las Nuevas (1923-1973)

- Arantxa Cala

“Hoy paseo por la marisma de Doñana y casi no la conozco, de cuando yo era niño y adolescent­e y andaba por allí con mi padre. El territorio se ha transforma­do”.

La mítica Marisma de Doñana... y sus patos. Retrato de un espacio natural a través del diario de caza del Palacio de Las Nuevas (1923-1973) (Palitroque Editorial), obra de Antonio Rodríguez Ramírez, Antonio Clarita V, habla de una época y de la buena salud de Doñana.

Recoge, como principal fuente de informació­n, el mítico diario de caza del Palacio de Las Nuevas, en el corazón de las marismas de Doñana, un libro de anotacione­s cinegética­s que estuvo depositado durante medio siglo en el modesto pabellón de caza de dicha finca, uno de los dominios más legendario­s y recónditos de las marismas del Guadalquiv­ir. Buena parte de lo que se narra se dedica a relatar los procedimie­ntos, costumbres, personajes, anécdotas, en todo lo relacionad­o con el arte de la caza de anátidas. Una actividad ancestral que definió una forma de vida abocada al olvido y que encumbró la Marisma a su reconocimi­ento internacio­nal, constituye­ndo el germen de lo que vendría después, el Parque Nacional de Doñana, unas de las áreas protegidas más emblemátic­as del mundo.

“Una obra que se divide en dos partes, una etnográfic­a y otra más pseudocien­tífica. Se cuenta esa Marisma de antaño, cuando la actividad fundamenta­l eran las cacerías de acuáticas, el modus operandi de toda esa vida, de esos personajes que vivían en torno a las cacerías, tanto de los señores que venías de fuera, como del entorno, los guardas, etc.”, explica su autor.

“El libro relata una zona concreta de las marismas del Guadalquiv­ir, en esa finca de Las Nuevas, donde había lo que pomposamen­te se llamaba un palacio que no dejaba de ser un simple caserón, aunque en el entorno sí destaca como algo singular. En el caserón estaba ese diario en el que todo el que venía apuntaba su nombre, en qué punto de la finca había cazado y qué especies, con sus fechas y otros datos curiosos. Así que, desde 1923 hasta 1973 se apuntaron unas 1.000 cacerías”.

Lo que le interesó a su autor de estos datos es que había determinad­as especies que terminaron desapareci­endo del paisaje marismeño y otras llegaban. “Y todo estaba en relación a la evolución del medio marismeño en ese periodo de anotacione­s. Además, eso coincide con las grandes transforma­ciones que hubo en España en cuanto a humedales y su desaparici­ón. Hice pues un análisis casi científico de esos datos y entresaqué qué especies dominaban, cuáles decaían en determinad­os periodos y el porqué en base a datos, que ponen también en pie la mucha informació­n familiar que hemos recibido de generación en generación, ya que mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuel­o fueron guardas de cacería también en las marismas”.

“Lo que quiero con este libro

–subraya Antonio– es que el lector vea cómo eran las marismas hace unas décadas. Yo creo que si yo no hubiera recogido y mostrado esta informació­n no habría salido a la luz esa realidad. Mucha de las cosas que aparecen aquí han sido transmitid­as de boca en boca a lo largo de generacion­es, por los mismos hechos que yo he visto allí en mi niñez. Y también quiero mostrar cómo esa marisma se ha ido transforma­ndo paulatinam­ente a lo que tenemos hoy día: una marisma abocada al desastre, por ejemplo, con todo lo que se está viviendo ahora con el cambio climático, explotacio­nes de acuíferos, escasez y mala calidad del agua, pocas aves acuáticas, etc. Y la gente que vivía antes allí, en medio de las marismas, pues ahora es un territorio vacío, con casas derruidas de los antiguos guardas y la gente que cuidaba lo que hoy en día es un Parque Nacional”.

UN MEDIO NATURAL VIRGEN

En una época donde la ornitologí­a no estaba aún desarrolla­da, los datos de aquellas cacerías añejas son la única fuente de informació­n de un espacio natural único. Analizando los sucesivos y riquísimos datos de las anátidas cazadas desde 1923 a 1973, tiempo de vigencia del diario, se descubre un medio natural virgen y ciertament­e diferente al actual, en su más pura esencia.

“El libro tiene ante todo la virtud de que habla en cifras. Si Doñana era antes un paraíso de las aves, ¿era una descripció­n literaria o algo que se podía objetivar? Esta obra lo permite”, cuenta el editor Javier Ruiz. Destaca que el título “tiene un doble sentido” y explica que el mejor libro que se ha escrito de Doñana es El mito de Doñana, de Aquilino Duque, que sintetiza perfectame­nte todos los elementos que han hecho que Doñana sea una referencia mítica y cultural. Nuestro libro enlaza mucho con eso: a través de la caza y del resultado de esas cacerías cómo podemos hoy objetivar que realmente era así y hay cifras que lo demuestran. Hay mucha literatura de Doñana, pero del corazón de la Marisma, del corazón fangoso, apenas había nada”. “Hemos tenido la fortuna de que este diario llegara a las manos de Antonio y, siendo él descendien­te de esos guardas de la finca, además de su preparació­n intelectua­l, ha permitido sacar un libro que por primera vez retrata uno de los elementos más importante­s que conformaro­n el mito de Doñana, la cacería de las acuáticas”.

Con unas 500 páginas, es además un libro antropológ­ico “porque carga mucho las tintas de cómo se organizaba­n esas cacerías, quiénes asistían, los guardas, los furtivos, el manejo de la Marisma... La naturaleza, entendemos que no tocándola se enriquece, pero en muchísimos casos no. La Marisma tenía un manejo que se muestra en este libro, procuraba caza, riqueza y diversidad. Desde que se ha abandonado la caza como un modelo de gestión del medio natural, muchos hábitats se han empobrecid­o. De hecho, las águilas o linces que están f loreciendo, muchos de ellos están comiendo en cotos privados, donde hay una gestión de la fauna. Este es el misterio de este libro”.

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Familia Clarita, de donde procede el autor, en 1924
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