Diario de Sevilla

MEDITACIÓN PARA BAJAR EL DÓLAR

- ▼ CARMEN CAMACHO

QUE baje el dólar, ommm”. Así fue como la periodista argentina Agustina Kämpfer, en postura de medio loto, exhaló su mantra ante las cámaras de televisión para enviar su energía al cosmos, a ver si así baja el dólar. “Mañana podemos tener buenas noticias, atentos a los mercados”, despidió el presentado­r lo que llamaron meditación en vivo. La estampa de la señora en postura de padmasana sobre una mesa, con un billete de 100 dólares como imagen de fondo, no sé si es más una caricatura de estos tiempos o un presagio, una de esas señales inequívoca­s de que por fin nos va a caer encima, por idiotas, el Apocalipsi­s que estamos pidiendo a gritos.

Lamento decir que tamaña chorrada, que deja de un aire a cualquiera que se tome la meditación –o el análisis económico– con verdad, no se retira mucho de la noticia que leíamos hace poquito acerca de que, en Andalucía, infinidad de imágenes están saliendo en procesión de rogativas para que llueva. “Cada cual haga lo que le venga en gana –habrá quien rechiste–; con cortar la tele o no ir a la pro

El personal confunde las posturas con las poses y la espiritual­idad con un pareo de playa

cesión tienes bastante”. No por eso –contesto– voy a dejar de señalar que estos “a Dios rogando y con el mazo dando” resultan incongruen­tes y, con ello, banales. Antes de implorar agua conviene que nos aseguremos de no estar esquilmand­o la que tenemos ni el ecosistema que la atrae hacia la sed de la tierra. Ni negar las evidencias científica­s, que ya estamos padeciendo en carnes, de que el clima ha cambiado y de que nuestro desprecio a la naturaleza y sus recursos tiene que ver en ello. Igualmente, antes de emplear la palabra meditación conviene asegurarse de no causar un profundo bochorno entre quienes intentan hacer silencio y vacío de veras, que si no después el personal confunde las posturas con las poses y la espiritual­idad con un pareo de playa. Lo llaman crisis de sentido (de sentido común y comunitari­o, añadiría), y nos ataca en todos los órdenes de la vida: afectivo, psicológic­o, físico, relacional…

Quedan exentos de mi reproche quienes viven su fe en coherencia con sus actos, e incluso quienes no compran las máscaras de sus dioses lares por Amazon; sé de valiosos y hermosos paganismos no adscritos a la tajada consumista. Hay quienes organizan en su empresa cursos de mindfulnes­s para empleados con la sangre achicharra­da, mal pagados y sin tiempo para sí. Son de la misma calaña que meditan por el dólar y claman a los dioses para que caiga la lluvia mientras arrojan al fuego el tapón de su alberca.

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