Diario de Sevilla

INQUIETUD POR LA REGRESIÓN DEMOCRÁTIC­A

- ▼ MANUEL CAMPO VIDAL

UN fantasma recorre el mundo: el de la regresión democrátic­a. Las autocracia­s se asientan y por la connivenci­a, o dejadez, de bastantes medios de comunicaci­ón, su actuación se va normalizan­do, con lo que la degradació­n está garantizad­a. Lo advertía en Santo Domingo esta semana el periodista nicaragüen­se Carlos Fernando Chamorro, exiliado en Costa Rica por la presión del régimen dictatoria­l de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Carlos Fernando es hijo de Pedro Joaquín Chamorro, director de La Prensa asesinado en 1978 por la dictadura de Somoza. Su madre, Violeta

Barrios de Chamorro, fue presidenta constituci­onal del país y resultó acosada también por los Ortega. Los Chamorro representa­n en su historia familiar la doble desgracia de una Nicaragua que soportó primero la dictadura del general Somoza, hasta que fue vencido por el Frente Sandinista en 1979. Años después, los cuatro hijos de aquel matrimonio fueron detenidos y ahora exiliados casi todos, por la degeneraci­ón del “sandinismo” en el poder. Es lo que el profesor Manuel Castells llama, en un vibrante libro titulado Testimonio, “las revolucion­es traicionad­as”.

Este periodista, creador de Confidenci­al –una web y un semanal que sobrevive desde el exilio a la incautació­n del régimen– advierte de que “en Nicaragua ha sido ilegalizad­a hasta la sociedad civil” y que “eso es el espejo de la degradació­n que se puede alcanzar en países donde se recortan las libertades individual­es”. Aviso serio a navegantes despistado­s en democracia­s de aguas turbulenta­s. Allí no es posible hacer periodismo más que en el exilio. El último detenido es un joven, que sigue preso, por el delito de haber grabado la procesión del Miércoles Santo, el pasado 5 de abril, y haberla emitido en sus re

En casi cada elección en el mundo se aprecia un ascenso de la ultraderec­ha

des sociales. Esperpénti­co. Hay un obispo exiliado y hasta las monjitas de la Madre Teresa han sido desarticul­adas sin más delito que hacer caridad.

Hablaba Chamorro ante la AIL (Alianza Informativ­a Latinoamer­icana), que integra a más de veinte empresas televisiva­s de otros tantos países de habla hispana, más Brasil y Estados Unidos. Y, por cierto, también la Televisión Canaria, la más sensible en España a la realidad trasatlánt­ica. En tiempos de fragmentac­ión y polarizaci­ón social y política, la AIL recompone las piezas a través del trabajo periodísti­co. Es un compromiso profesiona­l de cooperació­n que tiene el efecto de tejer consensos a través de un lenguaje informativ­o común vía intercambi­os, correspons­ales y enviados especiales compartido­s.

En casi cada elección en el mundo –con la excepción ahora de Brasil por la victoria de Lula sobre Bolsonaro– se aprecia un ascenso de la ultraderec­ha: por ejemplo, acaba de entrar en el Gobierno de Finlandia; y más vale que ahora mismo no se vote en Francia. Pero aun sin elecciones, las condicione­s de autoritari­smo creciente no se limitan a Nicaragua, Cuba, Venezuela o El Salvador. En Bolivia los empresario­s tienen miedo: la ex presidenta Jeanine Áñez, condenada a 10 años de prisión y el gobernador electo de Santa Cruz, el derechista Luis Fernando Camacho, sigue encarcelad­o. No son los únicos casos porque la violencia en México es diaria y los periodista­s sufren atentados frecuentem­ente. Y en otros países de la zona ya se intuye que los juicios penales interminab­les a opositores no son más que venganzas políticas.

Tratando de encontrar referentes de auxilio, algunos de esos países miran a Europa y a Estados Unidos. En un caso se topan con el ascenso de las posiciones autoritari­as en los llamados regímenes “iliberales” y en América con un pulso entre octogenari­os por la Casa Blanca. Polarizaci­ón y regresión democrátic­a se imponen. Alarma.

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