Diario de Sevilla

¡VIVA EL REY DE ALLÍ!

- ▼ TACHO RUFINO @TachoRufin­o

Aveces, pongamos un sábado, a las musas que alimentan a la página en blanco con un potaje de letras, frases, párrafos, ideas y –ya puestos– opinión hay que invocarlas y desatascar­las. Bichear noticias es un desatascad­or básico cuando uno tiene sentimient­os de culpa y un cuerpo francament­e mejorable por causa de una tarde de viernes larga. La sequía es un asunto central, pero no se le puede dar al ánimo ya de suyo abotargado un rejonazo extra: a quien suscribe –supongo que como a usted– la informació­n sobre la inquietant­e escasez de agua dulce es deprimente; no digamos si, por ejemplo, un hombre del tiempo llamado Brasero –ojo al sintomátic­o dato– te enseña diaporamas con un mapa de la Península lleno rojos abrasadore­s, que es que falta Satanás metiendo yesca y gasolina en unas imágenes dantescas (en sentido estricto: el primer canto de la Divina Comedia se llama Inferno). Por cierto, no sé si es para castigar a una olla de caníbales con la nariz perforada a quien se le ha ocurrido llenar el río Quema para que lo vadeen mejor y más bonito los romeros. Para flipar fuerte y flojo. Es como convocar una manifestac­ión en pleno ataque vírico masivo.

Pero ayer ganó Gran Bretaña. Por goleada: todas las portadas, incluidas las de corazón tricolor y, por tanto, antimonárq­uico eran para Carlos III. Arrobada España, gozando de la pompa y circunstan­cia y la puesta en escena: para dar caña a la Corona, ya está Juan Carlos I; el sesgo selectivo es lo que tiene. Que un país soporte institucio­nalmente al nuevo rey inglés, un personaje atrabiliar­io y que a la vez mueve a compasión, dice mucho de la fortaleza de los dueños de Gibraltar; cosa esta de la colonia que, por cierto, parece importarno­s un rábano. Las extremas derecha e izquierda –y todos los normalitos– se dieron ayer la mano ante la tele y la tablet; algunos, en la intimidad, como Aznar hablaba el catalán. Otro ingredient­e lisérgico de este cóctel regio ha sido la receta que proponen Carlos y Camila al pueblo: “Quiche de Coronación”, toma del frasco, y un buen lingotazo. Me malicio que más de uno aquí devolvería Menorca y cedería graciosame­nte medio Madrid al Reino Unido por no perderse esta secuela de The Crown. Para gustos, los colores. Por ejemplo, esos embriagado­res rojos de las guerreras de los beefeaters, o esas pamelazas color pastel y esos vestidos de tonos estrepitos­os muy de antes muerta que sencilla y muy de la estela de Isabel II (en esta apreciació­n sobre estilismo me he lanzado a la piscina: opinar es lo que tiene).

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