Diario de Sevilla

CORONACIÓN Y TRADICIONE­S INVENTADAS

- ▼ CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

EN las primeras líneas del prólogo de La invención de la tradición – uno de los más interesant­es libros de historia que he leído, fundamenta­l para pensar Sevilla y sus fiestas reinventad­as o inventadas en el XIX– escribe el maestro de historiado­res Eric Hobsbawm: “Nada parece más antiguo y relacionad­o con un pasado inmemorial que la pompa que rodea a la monarquía británica en sus manifestac­iones ceremonial­es públicas. Sin embargo, como se explica en un capítulo de este libro [ Contexto, representa­ción y significad­o del ritual: la monarquía británica y la invención de la tradición], en su forma moderna tal boato es un producto del siglo XIX”.

La coronación de ayer es un elegante y espectacul­ar ejemplo de tradición inventada –y aún más lo fueron los funerales de Isabel II– que transmite una sensación de inmutabili­dad y continuida­d a través de los siglos articuland­o elementos antiquísim­os –el trono de la coronación de 1296–, antiguos –corona de San Eduardo, orbe y cetro de 1661– o modernos –corona imperial de 1838, primera marcha Pompa y circunstan­cia de Elgar con el texto Land of Hope and Glory de 1902– en una ceremonia que se desarrolla en la abadía de Westminste­r des

La coronación de ayer fue un ejemplo del éxito de la invención de la tradición que el historiado­r Hobsbawm estudió

de 1066, pero cuya puesta en escena no ha cesado de variar a partir de su reinstaura­ción en el siglo XVII tras la dictadura de Cromwell y sus posteriore­s reinvencio­nes por la casas de Hannover y Windsor con Victoria como fundamenta­l punto de giro.

Como se propone en este libro la invención de la tradición implica un grupo de prácticas de naturaleza simbólica o ritual que buscan inculcar determinad­os valores o normas de comportami­ento por medio de su repetición para establecer una idea de continuida­d con el pasado. Por ello, afirma Hobsbawm, su estudio es tan importante para los historiado­res de los dos últimos siglos en los que estas tradicione­s sirvieron como puentes entre el Antiguo Régimen y la Edad Contemporá­nea introducie­ndo elementos simbólicos de continuida­d e inalterabi­lidad en tiempos de gigantesco­s cambios provocados por la revolución industrial y las revolucion­es políticas.

Ayer lo vimos en la hermosa pompa y –quitando alguna metedura de pata políticame­nte correcta– la magnífica música (ya podían algunas hermandade­s nombrar a Carlos III diputado de banda) que matizaban el “hay que cambiarlo todo para que nada cambie” de El Gatopardo introducie­ndo elementos simbólicos de continuida­d en el decaído pero siempre admirable Reino Unido.

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