“La política puede cambiar, pero el dinero siempre está en el mismo sitio”
● Vuelve a las librerías con ‘Arte, dinero y poder’, obra en la que analiza las peripecias de doce hombres que de alguna manera ejemplifican las viejas relaciones entre estos tres conceptos
De Cantillana. ¿Pastoreño o asuncionista?
–Mi familia es asuncionista. Puedo decir como Fernando Savater que nunca superaré el haber tenido una infancia tan feliz. Mi padre tenía una pequeña perfumería y mi madre era ama de casa y costurera especializada en ropa de hombre. Recuerdo estar en casa mientras mi madre hacía los pantalones de la Guardia Civil. Mis padres renunciaron a tener vacaciones para darle a sus tres hijos una carrera universitaria.
– –Y usted se lo pagó estudiando periodismo.
–Lo tuve muy claro desde que tenía diez u once años. No sé si fue la influencia de la radio local, donde me enrolé pronto, o que era una profesión que estaba de moda, aunque ahora no viva sus mejores momentos.
–Hablemos del libro que acaba de publicar:
Arte, dinero y poder. Doce grandes fortunas en la Historia de España.
–El arte me ha permitido disponer de un bisturí con el que diseccionar a estos personajes.
–Es una especie de lista Forbes de la Historia de España. Son todos los que están pero no están todos los que son. ¿Por qué estos doce?
–Son representativos de distintas cosas. Por ejemplo, el Cid, Guzmán el Bueno o el Gran Capitán son construcciones culturales realizadas a posteriori y en las que interviene el arte. Otros usan el arte como manera de demostrar su poder. Es el caso del valido de Felipe III, el duque de Lerma, que se hizo retratar por Rubens a la manera de los reyes. Encontramos también aquellos que coleccionan arte como fuente de prestigio. Ahí está el marqués de Salamanca, un pícaro andaluz que llega a la corte, desarrolla ferrocarriles (incluso fue un visionario al proyectar uno entre Francia e Inglaterra), funda un banco, construyó el barrio en Madrid que lleva su nombre... Se enamoró de un lienzo de Murillo, La muerte de Santa Clara, pero al arruinarse lo tuvo que malvender, algo que vivió como una auténtica pérdida. En el libro nos encontramos también con una única excepción, que es Demetrio Carceller Segura, una persona que nunca tuvo ningún interés en cómo iba a ser recordado y nunca pidió que le hiciesen un cuadro o un busto. Perduró sólo por sus obras y esto me interesaba mucho.
–¿Y los que se quedaron fuera?
–Muchos. Por ejemplo, Cristóbal Colón, que fue posiblemente la persona más rica de la España de su tiempo. O Lázaro Galdiano, el gran mecenas cuya colección de arte se puede actualmente visitar en Madrid.
–Hay un dicho con muy mala
idea que se atribuye a diversas fuentes: detrás de toda gran fortuna hay un crimen.
–Ninguna de estas doce vidas son ejemplares. Todos tienen su parte bastante oscura. Vemos hombres de guerra como el Cid, corruptos como Lerma... Pero habría que ver qué vida de cualquiera de nosotros resistiría una mirada tan de cerca. Todos tenemos un crimen del que avergonzarnos, un determinado momento en el que no fuimos honestos o valientes...
Todos tenemos un crimen del que avergonzarnos, un momento en el que no fuimos honestos”
–¿El arte sigue siendo atractivo para el poder económico?
–Los consejos de las grandes empresas siguen estando presididos por algún cuadro importante. Con Emilio Botín, la Anunciación del Greco era el que cumplía esta función. El arte sigue siendo una fuente de prestigio y las empresas siguen encontrando en él una bandera publicitaria. En el libro hablo de la corporación Masaveu, con intereses en cementos, aparcamientos, industrias... Su gran joya es su colección de arte. Le sirvió para so
El arte sigue siendo una fuente de prestigio y las empresas siguen encontrando en él una bandera publicitaria”
lucionar sus problemas con Hacienda, realizando una dación en pago al Museo de Bellas Artes de Asturias. Su colección, ahora, se puede visitar en un antiguo palacete de Madrid, cerca del Museo del Prado. Cuando en 1988 se mostró por primera vez, Alfonso Pérez Sánchez fue el comisario de la exposición. La Santa Catalina de Alejandría de Zurbarán sigue siendo la joya principal. Desde el principio la burguesía copió los modos de la aristocracia, entre ellos la adquisición de obras de arte. Cuando Cabarrús fundó el Banco de San Carlos su primera iniciativa fue encargarle a Goya que retratase a su primer consejo de administración.