Diario de Sevilla

Doce historias de fortuna

- EL PERFIL LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@ diariodese­villa.es

–Sin llegar a la genialidad de Velázquez y Goya, Marinus van Reymerswal­e, el pintor de Amberes que empezó a pintar el capitalism­o: el contable, el recaudador de impuestos, o ermitaños como San Jerónimo, porque los relaciona también con ese mundo. Cuando sus cuadros llegaron a las coleccione­s españolas, como la de Isabel de Farnesio, se interpreta­ron como una lección moral contra la avaricia... Sin embargo, la lectura correcta era la celebració­n de una nueva clase social vinculada al dinero que se quiere ver reflejada en el arte.

–Siempre hubo pintores del poder.

–Ricardo Macarrón, que fue quien retrató a Rafael del Pino (fundador de Ferrovial), llegó a pintar a siete reyes sin quitarse nunca la chaqueta y la corbata. También tiene el récord de viajar en una lambretta desde Madrid a los países nórdicos para pintar sus paisajes.

–¿El gaditano Hernán Cortés es el gran pintor del poder hoy?

–Posiblemen­te, aunque la Familia Real eligió a Antonio López para su retrato de familia. No es lo más destacado de su obra, porque él no es un gran retratista. Hoy está en el Palacio Real, aunque impiden hacerle fotos.

–No deja de sorprender que abra el libro con el Cid.

–Me llamó la atención cómo un personaje del siglo XI español termina interesand­o a un multimillo­nario norteameri­cano como Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of America, cuya esposa terminó haciendo una estatua del Cid que está en Nueva York y de la que hizo réplicas para ciudades como Buenos Aires, Sevilla o Valencia. El cuadro Las hijas del Cid, de Ignacio Pinazo, es fantástico... Me interesaba ver cómo el mito del Cid se ha ido transforma­ndo a través de la Historia. Cada época ha construido su Cid.

–El Gran Capitán ha pasado a la historia como el fullero por excelencia en la rendición de cuentas. Sin embargo, usted lo defiende en el libro.

–Su principal biógrafo, RuizDomène­c, destaca que es un personaje entre los mundos feudal y moderno. El aspecto burocrátic­o del mundo moderno tenía difícil encaje en el feudal. ¿Se podría haber ganado la Guerra de Nápoles si el Gran Capitán hubiese sido más escrupulos­o con las cuentas? ¿Si no hubiera repartido tantas dádivas entre sus colaborado­res? ¿Sin renovar el Ejército para convertirl­o en unos pre-tercios de Flandes? Lo llamativo es que la que se considera la única representa­ción del Gran Capitán en vida es un dibujo en un libro de cuentas.

–Guzmán el Bueno fue el fundador de un linaje que casi llegó a convertirs­e en una dinastía real, los Pérez de Guzmán.

–Acumuló tanto poder que todos sus descendien­tes siempre intenta

A José María Rondón (Cantillana, 1976) lo marcamos con ese hierro tan socorrido que es el de “periodista y escritor”. Muy probableme­nte tenga más de lo primero que de lo segundo, porque el periodismo no sólo le proporcion­a el pan que le alimenta, sino también la filosofía y la metodologí­a con la que elabora sus obras. Prueba de lo dicho es su nuevo libro, Arte, dinero y poder. Doce grandes fortunas en la Historia de España (editorial Lid), en ron presentars­e como herederos de sus virtudes. El caso más extremo es el del VIII duque de Medina Sidonia, que reformó el túmulo funerario de la familia que está en el Monasterio de San Isidoro del Campo. Martínez Montañés, que trabajó en el proyecto, le puso a la escultura de Guzmán el Bueno la cara de este duque. Es el caso más refinado de identifica­ción entre un sucesor y el origen del linaje. Es lo que también hizo el XVII duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart, cuando se hizo retratar con la armadura del conde duque de Olivares o junto al retrato de Tiziano del Gran Duque de Alba. Es, en definitiva, identifica­rse con el pasado más glorioso de la casa.

–La hija de don Jacobo, Cayetana, muy conocida en Sevilla, no fue una gran mecenas de las artes plásticas.

–La retrató Zuloaga, pero fue más por iniciativa de su padre que por el que Rondón aborda, con pulso reporteril, las luces y sombras de una docena de personajes fundamenta­les en el devenir de la piel de buey. Héroes militares (el Cid o el Gran Capitán), corruptos habilidoso­s (el duque de Lerma o el marqués de Salamanca), calaveras derrochado­res (el duque de Osuna) o tecnócrata­s franquista­s reconverti­dos en felipistas, como Rafael del Pino, conforman toda una fauna de ricachones que, de una manera u otra, utilizaron el arella. Jacobo Fitz-James Stuart tuvo como misión casi espiritual recuperar el patrimonio perdido de la Casa de Alba. Las relaciones de esta familia con el arte son amplias. La cara del Gran Duque, el que retrató Tiziano, se la puso Brueghel el Viejo a Herodes en su cuadro La matanza de los inocentes. Es muy famoso el retrato de la XIII duquesa de Alba, María Teresa de Silva, con su perrito a los pies, pintado por Goya.

–Uno de los personajes más divertidos del libro es Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna. El canto del cisne de ese linaje.

–Fue el último dandi de la aristocrac­ia española. Lo curioso es que era un segundón que, como tal, no tenía acceso al gran patrimonio familiar e inició la carrera militar en la Guardia de Corps. Una de sus primeras misiones fue acompañar a los restos de Fernando VII al huesero de El Escorial. En un golpe de fortuna –su hermano mayor falleció muy joven por un derrame cerebral– se hizo con todos los títulos y riquezas de su linaje. A partir de ahí tuvo una vida de calavera, de derrochado­r absoluto.

–Tuvo un anecdotari­o amplísimo.

–Muchas de las anécdotas las contó en su correspond­encia Juan Valera, que lo acompañó a Rusia en

Jacobo Fitz-James Stuart tuvo como misión casi espiritual recuperar el patrimonio perdido de la Casa de Alba”

te como herramient­a de prestigio y legitimaci­ón. José María Rondón es también autor de libros como Semana Santa insólita u Hombres de fortuna. Doce relatos de hacedores de empresa, escritos al alimón con Eva Díaz Pérez y Carlos Mármol, respectiva­mente. Fue, asimismo, el responsabl­e de las obras completas de Antonio Núñez de Herrera y Juan Sierra, y comisario de la muestra Colita. Donación Ocaña. una misión diplomátic­a. El duque gastaba sin sentido. Por ejemplo, si el rey de Prusia mostraba interés por las ovejas merinas, él costeaba de su bolsillo el traslado desde España a Prusia de un rebaño con sus pastores y sus perros. Cosas así. Fue un personaje absolutame­nte novelesco que falleció completame­nte arruinado. Dicen las malas lenguas que el artista que hizo su mausoleo en Osuna nunca llegó a cobrar.

–El duque de Lerma y el marqués de Salamanca, de los que ya hemos hablado, fueron los padres fundadores del pelotazo urbanístic­o. No es poca cosa.

–Ambos experiment­aron un importante ascenso social. Tanto que se estimó que Lerma estaba anulando al Rey. Salamanca creó un banco para financiar sus negocios y, cuando fracasó, consiguió que lo nombrasen ministro para que su banco se fusionase con el público y este asumiese toda su deuda. Es una historia que nos suena en la actualidad... Eso del banco malo y de que lo público asuma las pérdidas de los negocios privados. Luego convirtió una zona inhóspita de Madrid en el barrio aristocrát­ico de la capital.

–El barrio de Salamanca. Estos personajes también tienen una parte luminosa.

–Son vidas novelescas. Fíjese en Carceller, un muchacho de un pueblo de Aragón que se hizo ingeniero y que acabó de ministro en los primeros gabinetes de Franco... En cierto punto son admirables. Algunos pueden ser unos sinvergüen­zas, pero todos tienen una historia de superación que contar.

–Una de las vidas que cuenta es la del fundador de Ferrovial, Rafael del Pino. ¿Se hubiese llevado la empresa de España, como han hecho sus descendien­tes?

–Sí, porque en su jerarquía de valores su empresa estaba por encima de todo, incluso de la patria y, probableme­nte, de la familia. El día que se casó con la hermana de Calvo Sotelo –el que fuese presidente del Gobierno– fue a trabajar, porque decía que acababa de fundar la empresa y no podía abandonarl­a. Es curioso, porque Rafael del Pino, un miembro de la clase media alta madrileña, que combatió en el Ejército golpista e hizo su fortuna con el desarrolli­smo del franquismo, terminó encajado en la beautiful people de Felipe González. La política puede cambiar, pero el dinero siempre está en el mismo sitio.

–¿Qué pesa más en estas vidas, el azar o la voluntad?

–Todos quisieron triunfar en la vida. El ejemplo más rotundo es Hernán Cortés. Estaba convencido de que estaba llamado a hacer grandes cosas y toda su vida estuvo enfocada a que se le reconocies­e como una especie de mesías indiano. Sabía que su figura iba a pasar a la posteridad, por eso escribió las Cartas de relación.

–Es el más fascinante, un hombre de la extremeña que acaba siendo una especie de Alejandro Magno americano.

–Tenía el convencimi­ento de que era el heredero de Alejandro y su intención era que se le reconocies­e como tal. Su deseo fue volver a la Nueva España para morir allí, pero terminó sus días en Castilleja de la Cuesta. Pese a su leyenda negra, siempre demostró ser un buen gobernador. Los primeros astilleros de México los fundó él.

–Da la impresión de que gran parte de este tipo de personajes terminan de algún modo fracasando, con la sensación de que las cosas no han ido del todo bien.

–Pero esa es una sensación muy humana. Al final de una vida, ¿quién está plenamente satisfecho con lo que ha hecho? Estas 12 biografías están llenas de sinsabores. Al fin y al cabo, la muerte siempre es una derrota.

Rafael del Pino, fundador de Ferrovial, fue a trabajar el día de su boda con la hermana de Calvo Sotelo”

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