Diario de Sevilla

La cita anual con el pregonazo del

● Selecto público en la quinta edición de una convocator­ia que todavía guarda la mesura

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TODO el mundo ha estado en la plaza de toros la tarde que Morante cortó el rabo. Tururú. Pero pocos han estado en la quinta edición del pregón del caracol que abre la temporada del ídem. El acto requiere de un maestro de ceremonias que proclame alto y claro como en las sesiones de cónclave: “¡ Extra omnes!”. Y tienen que salir de la estancia todos los que no han sido convocados. Somos pocos, muy pocos, los llamados al pregón del caracol. Es una tarde después de Feria, temprano, con el sol todavía en lo alto, a esa hora en que casi todavía funciona el calentador de la leche de la máquina Gaggia donde también se hacen los cafés. Vamos llegando en silencio, casi como los convocados a una logia. Nadie dice dónde va, pero todos saben quiénes son los que acudimos al pregón del caracol. El orador de este año ha sido don Ramón López de Tejada, ilustre tabernero, con experienci­a sobrada y contrastad­a en el mundo del periodismo y hermano destacado de la Amargura. La cita, en La Mina. El atril, un simpático caracol. De testigos, los cuatro pregoneros anteriores. Y, por supuesto, el tabernero anfitrión, don Agapito Gómez. “La Mina es un templo detrás de otro templo”. Así definió Ramón el prestigios­o establecim­iento situado a las espaldas del Salvador. Y se oyó un ¡óle! Hubo poesía, declaracio­nes de amor, gracia a raudales, alusiones a la Semana Santa, a la geografía urbana... El ilustre pregonero solo pidió un favor a los escogidos asistentes: “¡Esto no es un pregón para leerlo, sino para comérselo!”.

Ramón estaba esperando la llamada de Paco Vélez, presidente del Consejo de Cofradías que nos ha privado de su compañía en la Feria para darse el piro a Roma con monseñor (¡Usted sí que sabe, don Francisco!), cuando le llamaron los señores del caracol para tan importante encomienda. ¡Mucho mejor! No defraudó. Nos reímos, probamos el caldo de los caracoles, disfrutamo­s con el recorrido que hizo por los bares de la capital y de la provincia, pues es un profundo observador de la vida urbana y de las tabernas de la capital y de los pueblos. Ramón es de los que viaja para conocer una taberna de la que hayan dado referencia­s fiables. En ese afán por conocer siempre nos ha recordado a un grande como Enrique Becerra. Hasta abordó el perfil del aficionado malaje a los caracoles, ese que siempre se queja de que los bichos tienen arena... En los pregones de Semana Santa se echa en falta si el orador nombra o no a todas las hermandade­s. Nosotros solo lamentamos que no hubiera una sola mención a la cabrilla, pues somos más de ellas que de ellos.

En el Maestranza el pregonero se para a beber agua. Ramón lo hizo para beber el caldo. Agapito estuvo feliz en su casa. Francisco Reina lo bordó en la presentaci­ón. Todos especulamo­s sobre dónde colocará Ramón el atril del caracol, pues en su negocio, La Abacería de San Lorenzo, no cabe ya nada, aquello es como el museo Lázaro Galdiano. Creemos que está al borde de ser catalogado por la Junta de Andalucía. Solo deseamos que el pregón del caracol 2024 se convoque como siempre. Pero nada de abrir las puertas al público. Al pregón del caracol debemos ir los que debemos ir. Que como esto siga así acabamos en Fibes...

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FOTOS: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Ramón López de Tejada pronuncia el pregón del caracol en La Mina.
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Luis Miguel Martín Rubio, Ricardo Laguillo, Agapito Gómez, Ramón López de Tejada, Francisco Reina y Eduardo Galindo.

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