Diario de Sevilla

Camila Parker Bowles, la amante que llegó a reina del Reino Unido

● La nueva monarca era una mujer “experiment­ada” a ojos de Isabel II, que impidió que se casara con su hijo

- Viviana García (Efe)

La coronación de Camila como reina es la culminació­n del largo y tormentoso camino que la mujer de Carlos III ha tenido que recorrer, desde que en su día fue vilipendia­da por ser la amante del ahora rey, relación que sacudió los cimientos de la monarquía británica, hasta su aceptación por la opinión pública.

Camila es desde ayer reina del Reino Unido, sin el añadido de consorte, como había pedido Isabel II que fuera llamada cuando “llegue el momento”, en referencia al ascenso de Carlos III.

El arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia de Inglaterra, coronó a Camila con la corona de la reina María, en una celebrada en la Abadía de Westminste­r.

La mujer del monarca, con el que se casó en 2005 después de una larga relación extramarit­al, es figura central en la vida de Carlos III, hasta el punto de que el rey estableció que Camila dejase desde ayer de llamarse “reina consorte”.

Carlos y Camila se conocieron en los pasados años 70. Frecuentab­an los mismos círculos de la alta sociedad, iban a partidos de polo fuera de Londres y tenían cosas en común.

“Mi bisabuela fue la amante de tu tatarabuel­o”, fue al parecer lo que le dijo Camila al príncipe de Gales cuando se conocieron, en momentos en que el heredero de la corona recibía fuertes presiones para casarse y tener heredero.

Pocos pudieron anticipar el camino plagado de obstáculos que los ahora reyes iban a afrontar.

Impactado por el buen sentido del humor de Camila, Carlos III se enamoró de ella perdidamen­te, pero por el hecho de que fuera una mujer “experiment­ada”, Isabel II consideró que no era la persona adecuada como esposa del heredero, según los expertos.

Cada uno siguió caminos por separado, ella se casó con el brigadier Andrew Parker Bowles y él contrajo matrimonio con lady Diana Spencer, una jovencita tímida, con poco mundo, pero perfecta a los ojos de Isabel II, el duque de Edimburgo, pero sobre todo para la reina madre, Isabel.

Carlos y Camila iniciaron una relación a escondidas que destrozarí­a sus respectivo­s matrimonio­s y llevaría a la monarquía a su crisis más profunda desde la abdicación de Eduardo VIII en 1936.

Para el gran público, esa relación salió a la luz cuando lady Di relató su infelicida­d en unas grabacione­s que filtró a Andrew Morton, quien en 1992 publicó el libro Diana, su verdadera historia, en el que se relató el alcance del daño emocional que sufrió la princesa por ser “tres” en su matrimonio.

Para finales de 1992, el entonces primer ministro John Major anunciaba en el Parlamento la separación oficial de los príncipes .

Meses después saltaba en los periódicos el llamado Camilagate o Tampongate, una conversaci­ón telefónica muy íntima entre Carlos y Camila, de alto contenido sexual.

Durante meses, los tabloides inundaron sus páginas con la crisis entre Carlos y Diana, mientras la gente se preguntaba quién era la amante del heredero al trono.

Después llegaron sendas entrevista­s que concediero­n Diana y Carlos. La primera quejándose de que en su matrimonio había “tres, así que está muy atestado”, y el segundo admitiendo su infidelida­d cuando su relación quedó “irremediab­lemente rota”.

Carlos y Camila se conocen desde los 70, cuando él era presionado para casarse

La muerte de Diana en París en 1997 complicó las cosas. Camila tuvo que esconderse a las afueras de Londres, mientras la popularida­d de Carlos III caía en picado.

“Fue horrible. No quisiera que mi peor enemigo tuviera que pasar por esto”, llegó a admitir Camila.

En 1999 las cosas empezaron a cambiar. Oficializa­ron su relación al ser fotografia­dos juntos mientras salían de un hotel de Londres. Entonces se inició el proceso para rehabilita­r la reputación de Camila, con la que se casó en el ayuntamien­to de Windsor en 2005.

La boda debió retrasarse un día por coincidir con el funeral del papa Juan Pablo II, un retraso que los más monárquico­s vincularon al poder divino, desde el más allá, de Diana.

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ANDY RAIN / EFE Camila durante la ceremonia de coronación en Westminste­r.

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