Diario de Sevilla

LA VIVIENDA, ACTIVO FINANCIERO Y BIEN SOCIAL

- ▼ GUMERSINDO RUIZ

ME comentaban unos compañeros de la Universida­d del País Vasco, Marisol Esteban y Felipe Serrano, tras una conferenci­a sobre los efectos del tipo de interés en el precio y compravent­a, qué peculiar es la vivienda, a la vez un activo financiero y un bien con una función social. La cualidad financiera le viene de generar una renta de alquiler; ser una reserva de valor con liquidez en momentos de auge e ilíquida en crisis como la de 2008; y garantía de préstamo, o para emitir deuda y financiars­e. Si la vivienda cae de precio no afecta ni al deudor ni al acreedor hipotecari­o, cuando el préstamo no depende de los cambios en el valor de la vivienda, y se paga la hipoteca; pero un préstamo dudoso y una vivienda que pierde valor es un problema, ya que los ahorradore­s que tienen sus depósitos en los bancos financian al deudor hipotecado con la garantía de la vivienda.

La subida del tipo de los depósitos en el Banco Central Europeo a un 3,25, se traslada al que los bancos se prestan entre ellos, que es la referencia de nuestras hipotecas; aunque este efecto tarda en verse y es diferente según las ciudades, afectará a las compravent­as de vivienda y frenará el precio. También la subida de tipos hace menos interesant­e la vivienda como activo de inversión; de la misma manera, un período prolongado de tipos de interés cero o negativos y crédito fácil, puede llevar a una burbuja inmobiliar­ia. En 2007 se vendían en España, 400.000 viviendas nuevas con un precio medio que llega ese año a 190.00 euros; tras la crisis financiera e inmobiliar­ia caen bruscament­e las transaccio­nes y en 2022 está en 68.000, un 83,5% menos, mientras el precio sube un 36% hasta 261.000 euros. Llevamos desde 2008 en un proceso de estancamie­nto de la promoción y precios al alza que nos hace preguntamo­s qué tipo de viviendas se han estado construyen­do y para quién. En cuanto a la usada, la evolución es más razonable, y pasa de 424.000 transaccio­nes en 2017 a 650.000 en 2022, y el precio medio de 183.000 en máximos, a 175.000 euros ahora. Surgen dos ideas, una financiera, que endeudarse tiene sus riesgos y la deuda incurrida puede ser superior al valor de la vivienda comprada. La segunda, que no hay un mercado de vivienda, sino dos que ajustan de forma distinta: uno de intercambi­o, y otro de promoción, que no funciona. Otra caracterís­tica de la vivienda es que hay demasiada intermedia­ción, como la compra de edificios de viviendas en alquiler, que pasan de mano en mano, cada uno buscando un margen y encarecien­do el precio final.

Nos guste o no, hoy las variables financiera­s y el activo vivienda están entrelazad­os en una raíz común, y solo cabe que crezcan juntas en equilibrio, para lo que necesitan regulación pública, creando condicione­s para la construcci­ón con objetivos sociales, haciendo factible el pago, y evitando abusos especulati­vos. Este es un tema principal en las elecciones, ya que municipios y comunidade­s autónomas tienen las competenci­as sobre el suelo y urbanismo, y por tanto la responsabi­lidad, pero no hay que ignorar ni el peligro ni la utilidad bien entendida de lo financiero, pues como decía Ernst Jünger: “El poder de las finanzas está en ser a la vez absolutame­nte real y absolutame­nte imaginario”.

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