Diario de Sevilla

MÁS ACUERDO Y MENOS POLARIZACI­ÓN

- ▼ CARLOS ARISTU Secretario general de CCOO de Sevilla

LA valoración del reciente Acuerdo para el Empleo y la Negociació­n Colectiva (AENC) suscrito por las organizaci­ones sindicales y empresaria­les ha sido prácticame­nte unánime. La consecució­n de acuerdos forma parte del imaginario colectivo de lo que es deseable para buena parte de la sociedad, algo lógico si tomamos en considerac­ión la multitud de fenómenos desestabil­izadores que acumulamos en un periodo muy corto de años (pandemia, conf licto bélico, aceleració­n de la crisis climática, cambio tecnológic­o, etc.). Vivimos en un mundo que se transforma a velocidad de vértigo generando brechas de desigualda­d y un abanico de experienci­as personales que giran en torno a la frustració­n, el desencanto o la propia insegurida­d por el futuro. Es cierto que la polarizaci­ón y el fanatismo se nutren de este humor social, pero resulta también innegable que la mayoría de las personas interpreta­n de forma muy positiva la capacidad para alcanzar consensos que consideran prioritari­os entre tanta crispación. De aquí la importanci­a de este tipo de logros negociados.

El contexto no era fácil, pues partíamos de un acentuado conflicto de rentas ref lejado por el alza generaliza­do de precios que dificulta la satisfacci­ón de necesidade­s básicas de muchas familias y agrava la pérdida de poder adquisitiv­o que acumulan las rentas del trabajo en los últimos años. Sin embargo, se canaliza en el AENC una hoja de ruta para el necesario crecimient­o de salarios conforme a la positiva evolución económica y del empleo, permitiend­o que sea la negociació­n colectiva sectorial o de empresa la que adapte a cada realidad productiva sus particular­idades. Es decir, se reconoce la necesidad y oportunida­d del incremento de los salarios conforme al de los precios, previendo fórmulas de corrección en positivo en función de cómo evolucione la inf lación en los próximos años. Hay que subir salarios, en román paladino.

De igual forma, se introducen en el acuerdo principios de consenso sobre aquellas materias que marcan ya las profundas transforma­ciones que atraviesan la organizaci­ón del trabajo y de las empresas: inteligenc­ia artificial, teletrabaj­o y desconexió­n digital, ordenación del tiempo de trabajo, etc. Sindicatos y organizaci­ones empresaria­les par

Ojalá muchos acuerdos como el de los sindicatos y la patronal en los ámbitos municipale­s y provincial­es a partir del 29 de mayo. Sería un buen indicador de calidad democrátic­a

ticipan de una realidad, la productiva, que afronta cambios intensos. Toca negociar el algoritmo con la complejida­d que ello supone, por ejemplo, así como objetivos sobre los que resulta imprescind­ible avanzar a mayor ritmo (seguridad y salud, igualdad, formación y adaptabili­dad a los nuevos empleos o jubilacion­es f lexibles). Hay que recordar que este tipo de acuerdos están llamados a servir de referencia para miles de convenios colectivos cuya negociació­n se lleva a cabo por comisiones muy imbricadas y conocedora­s de las especifici­dades de sus respectivo­s ámbitos sectoriale­s. Lo que vale para unos se adapta para que sirva a otras. Se negocia desde el barro, vamos.

Este acuerdo ha precisado de altura de miras y “sentido de Estado” por parte de unos y otras, muestra de lo que ha sido patrón de comportami­ento por parte de agentes sociales y económicos incluso durante los años de mayor excepciona­lidad como fueron los de la pandemia. La responsabi­lidad de quienes representa­n intereses de parte con ánimo de consenso ha permitido hasta 17 acuerdos de diálogo social de ámbito nacional en esta etapa, algunos de notorio resultado como la reforma laboral, que se describe de forma muy elogiosa en el preámbulo del AENC. Esta cultura de diálogo y concertaci­ón está muy consolidad­a en el ecosistema de relaciones laborales de nuestro país y se refuerza de forma cotidiana con la superación de desencuent­ros y la práctica de algo tan importante como “pactar el desacuerdo”. Y funciona, qué duda cabe, en beneficio del conjunto de la sociedad y reforzamie­nto de nuestra democracia, que va más allá de lo que pasa en sede parlamenta­ria. Cabría incluso decir que podría aprovechar­se, en estos tiempos de campaña electoral sine díe, algo más de cultura negociador­a en el ámbito político para abordar los retos del mundo presente. Menos drama y más diálogo. Más acuerdo y menos polarizaci­ón. Ojalá muchos acuerdos de este tipo en los ámbitos municipale­s y provincial­es a partir del 29 de mayo. Sería un buen indicador de calidad democrátic­a.

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