Diario de Sevilla

DONDE EL HOMBRE ES ÚNICO

- ▼ VICTOR J. VÁZQUEZ vvazquez@us.es

LUCÍA Seles, revelación del arte argentino, tocaba el bandoneón antes de dirigir cine y teatro con éxito. Su juventud la pasó estudiando partituras y amenizando cruceros con tangos y milongas. Se viajó el mundo, pero no pisó España. No obstante, sintonizab­a religiosam­ente en ultramar, durante años, la radio española, para escuchar corridas de toros y programas semanasant­eros. Se sabía todos los lances de la tauromaqui­a sin haber visto un coso y, en su mente, había hecho, año tras año, estación de penitencia con las hermandade­s de la Madrugada. Lucía disfruta de una neurosis hipergráfi­ca, escribe compulsiva­mente en letra minúscula y con una grafía propia, el reflejo de sus experienci­as. Cuando pisó al fin España, el amigo Antonio Donaire le prestó un capote de Rafael de Paula y Lucía lo acarició como a una sábana santa. Tiene, la maravillos­a Lucía, media cara tatuada con las indescifra­bles letras de amor que escribió a la madre tras su muerte. De perfil, parece Lucía un relieve asirio.

El hombre puede amar un arte sin verlo y puede ser artista sin público. El torero José Tomás no pisará una plaza este año, pero se hace el Bajo Guadalquiv­ir tentando vacas y toros como si el traje de luces le esperara. Se preguntan los pocos testigos de su purgatorio, por qué razón, en esa intimidad, pisa el matador el terrero puro del riesgo. Paco Um

Pasean las máquinas la ruta de nuestro cerebro con aire triunfal, mas no dan con ese espacio en el que el hombre es único

bral dejó escrito, en aquella primera retirada de Tomás, que este torero era un Rimbaud de la baraja, y andaba en lo cierto. Los naturales en la clausura son arte sin comunicaci­ón, poesía sin significad­o. Dice Albert Serra que esta extraña realidad, la del artista sin público, nos conduce a una comprensió­n religiosa del lenguaje y sagrada del hombre. Tocado con un sombrero negro de ala ancha, Albert anduvo durante las corridas de Feria rodando en la Maestranza su película de toros: Tardes de soledad. La clave es entender la sutil forma que soporta todo este desgarrado contenido, repetía mirando al ruedo. Cree Albert que sólo lo puramente a-ideológico del arte puede ser espiritual­mente subversivo. La niña Valentina, mi hija, pintó de espaldas a una mujer en un verde acantilado. Un día decidió hacer desaparece­r a la mujer de aquel cuadro. La normal era, me dijo, que en un momento determinad­o la mujer se perdiera de verdad en el mar.

Pasean las máquinas la ruta de nuestro cerebro con aire triunfal, mas no dan con ese espacio en el que el hombre es único. La última esfera pura de libertad. No le hallan sentido al arte de la misma forma no se encuentran el cuerpo o las cornadas.

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