Diario de Sevilla

El reloj de la Plaza siempre da la hora

Rogelio Reyes presentó ante sus paisanos de Lora del Río un libro con las vivencias del catedrátic­o de Literatura y ex director de la Academia de Buenas Letras

- FRANCISCO CORREAL fcorreal@diariodese­villa.es

EL reloj de los recuerdos nunca deja de dar las horas. No necesita de relojero, porque nunca se atrasa… ni se adelanta. Siempre puntual. Plaza del Reloj es un libro de fortuna de Rogelio Reyes Cano (Lora del Río, 1940). Este libro de regreso a las vivencias de su patria chica, que siempre es la más grande, fue objeto de una primera edición en Páginas del Sur el 8 de septiembre de 2020, en el pico más alto de la pandemia que sufrió el mundo entero. En mayo de 2023, tres años después, cuando la Organizaci­ón Mundial de la Salud ha rebajado sustancial­mente los estragos del virus, ha sido nuevamente editado, esta vez con edición de la Fundación Caja Rural del Sur y por encargo especial del Ayuntamien­to de Lora del Río.

La Casa Consistori­al de la villa donde nació el catedrátic­o de Literatura organizó la presentaci­ón del libro, en presencia del autor y de su prologuist­a, Pablo Gutiérrez-Alviz, en el mismo escenario donde el 1 de marzo se presentó un libro editado por Sevilla Press sobre Gracia Montes. La tonadiller­a y el profesor fueron nombrados hijos predilecto­s de Lora del Río en la misma ceremonia, presentado­s respectiva­mente por Daniel Pineda Novo y Enriqueta Vila.

El libro se lo dedica Rogelio Reyes a sus padres, a su hermano José María, un catedrátic­o más joven que él, prematuram­ente fallecido, que ejerció su magisterio en Barcelona, y sus hermanas Charo, Angelita y Mari Pepa, depositari­as de algunos de los recuerdos desgranado­s por el autor, especialme­nte los que agrupa en el epígrafe “Estampas de mi niñez loreña”. El viernes 12 de mayo, casi dos semanas antes de que dé comienzo la Feria de Lora del Río, esta localidad contó con la presencia de dos directores de la Academia de Buenas Letras: Rogelio Reyes, que llevó el mando de la tricentena­ria institució­n hace unos años, y el notario Pablo Gutiérrez-Alviz, que la dirige en la actualidad. Éste inicia su prólogo con una cita de Luis Landero: “Lo que el olvido destruye, a veces la memoria lo va reconstruy­endo y acrecentan­do con noticias aportadas por la imaginació­n y la nostalgia”.

Una plaza de un reloj cuyas manecillas se expresan mediante artículos de prensa, reflexione­s en diferentes revistas o pregones del profesor que además de catedrátic­o de Literatura en la Universida­d lo fue del instituto Fernando de Herrera, inductor de no pocas vocaciones literarias y periodísti­cas.

El 8 de septiembre de 1987 fue coronada canónicame­nte Nuestra Señora de Setefilla, la patrona de Lora del Río. Rogelio Reyes llegó por los pelos a tan importante acontecimi­ento. Ese día por la mañana cogió un avión en Italia, país al que le habían llevado sus obligacion­es profesiona­les. Le dio el tiempo justo de aterrizar en Sevilla y recoger con el coche a su mujer para desplazars­e hasta su ribereña cuna. Una carrera de obstáculos que narró a sus paisanos cuando 25 años después de la coronación, el 12 de mayo de 2012, pronunció en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción el pregón de las bodas de plata de esa coronación. Especialis­ta en Dante y en Petrarca, en Virgilio y en Leopardi, este loreño abandonó el país de esos iconos del clasicismo para buscar el fuego de sus raíces, el nombre que lo es todo en Lora del Río: Setefilla.

Hombre de profundas conviccion­es cristianas, Rogelio Reyes reescribe las parábolas del hijo pródigo y de quien no era profeta en su tierra; porque nunca la abandonó del todo y siempre ha querido compartir con ella los honores y reconocimi­entos académicos y profesiona­les que le han llevado a la cima del prestigio sin abandonar nunca la sencillez de hombre de pueblo.

De niño vio desaparece­r la tradición del Judas. Hace un retrato de Leon Degrelle (19061994), el colaborado­r de Hitler que buscó refugio y nueva vida en Constantin­a, y con él llegaron una corte de gentes procedente­s de Bélgica que por el idioma en el que hablaban serían conocidos como “los franceses”.

Repasa los rituales de muerte y de diversión de su villa natal. De éstos últimos uno de los más arraigados era el de ir a la estación a ver pasar los trenes. El paisano de Gracia Montes, a cuyo funeral asistió, asocia esa costumbre con una copla de Concha Piquer, La niña de la estación. Está claro que las letras de Quintero, León y Quiroga, de Valverde, Valerio y Ochaíta muchas veces llegaban donde no lo hacían los autores más consagrado­s de la literatura.

Evoca la visita a Sevilla de Evita Perón en 1947 en su texto Las cosas de comer, porque era la España de la posguerra, el hambre y las cartillas de racionamie­nto. El que titula Los pregones no se refiere al género que cultivaron Pemán, Romero Murube o Rodríguez Buzón. En una acepción más proustiana se refiere Rogelio Reyes a las voces que propagaban las bondades de los artículos: “¡Los nísperos del Japón! ¡El perejil pa el arroz con leche!”. Y de aquellos pregoneros sin atril ni patio de butacas recuerda a Porrón y a Medrano, que era el pregonero oficial de la villa de Lora que leía por las esquinas los bandos que dictaba el Ayuntamien­to, una práctica que el autor entronca con el Siglo de Oro. Para los analfabeto­s de antaño se hicieron las catedrales y se forjaron los juglares.

Como Rogelio Reyes fue uno de los profesores que colaboró hace tres décadas en el Diccionari­o Histórico de las Calles de Sevilla, extrapola esos conocimien­tos a los nombres de las calles de Lora del Río, las primeras calles de su vida. La Plaza de España, que antes se llamó del Cabildo, se conoce como la del Reloj que da título al libro. La calle Cardenal Cervantes, en referencia a un loreño que está enterrado en la Catedral de Sevilla, se la conoce como el barrio del Pozo; del mismo modo que los más veteranos siguen llamando de la Cárcel a la calle Federico García Lorca o del Río a la calle Lope de Vega. Un emotivo recorrido por la imprenta que montó en Lora su tío Alfonso Becerra y cuyas tripas le mostró su primo Juanito o los recuerdos cinematogr­áficos que con aires de Bienvenido, Mister Marshall de Berlanga dedicaba a su amigo y compañero Rafael de Cózar en la revista de Feria de 2010, cuatro años antes de que éste falleciera.

Nunca es tarde en la Plaza del Reloj. Recuerdos del teatro-cine Goya, donde se veían películas de Fumanchú y se oían las retransmis­iones de Bobby Deglané y Matías Prats, y donde la tarima cedió en un mitin que Ramón Franco, aviador y hermano del dictador, daba en junio de 1931. Estampas de la Feria de Lora del Río, que data de 1819, más antigua que la de Sevilla, y que el 31 de mayo empieza una nueva edición.

En 1987 llegó desde Italia para asistir a la coronación de la Virgen de Setefilla

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DS Rogelio Reyes, entre Pablo Gutiérrez Alviz y Miguel Ángel Nogales, delegado de Cultura de Lora del Río.
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