Diario de Sevilla

El peligro de un acuerdo-marco

L Pedro Sánchez desea llegar a las elecciones generales de otoño e inaugurar en julio la presidenci­a española de la UE con el tratado sobre la colonia firmado y en el bolsillo

- JAVIER CHAPARRO Director de Europa Sur

DESPUÉS de trece rondas negociador­as, la primera de ellas se celebró en octubre de 2021, para la firma de un tratado internacio­nal entre la Unión Europea y Reino Unido sobre Gibraltar, el primer ministro británico telefoneó al presidente del Gobierno el pasado 4 de mayo con el propósito de dar un empujón definitivo al proceso. De la conversaci­ón, dada a conocer a la prensa por Downing Street y confirmada poco después por La Moncloa, poco se sabe, salvo la voluntad de ambas partes de alcanzar “cuanto antes” un compromiso que sirva para integrar a la colonia en los 27, mediante un estatus singular y bajo condicione­s muy especiales, y echar abajo la Verja que la separa de La Línea de la Concepción y del resto del continente. La meta, se insiste, es crear en ese ámbito geográfico un “área de prosperida­d compartida”.

Salvo los negociador­es, se desconoce hasta dónde se ha podido avanzar a lo largo del último año y medio, aunque de las declaracio­nes públicas de unos y otros –y de otras más reservadas– se colige que hay mucho por cerrar aún en ámbitos como el policial, el control de las fronteras en el puerto y el aeropuerto del Peñón, el uso militar de ambos enclaves, la igualación de normativas en el ámbito medioambie­ntal –para actividade­s como el bunkering–, la nivelación fiscal, el blanqueo de capitales, el contraband­o de tabaco o la equiparaci­ón, con las de los llanitos de las pensiones de los trabajador­es transfront­erizos españoles y del resto de Europa que trabajaron en la Roca.

¿Por qué ahora las prisas? La sensación generaliza­da es que Pedro Sánchez desea inaugurar el 1 de julio la Presidenci­a española de la UE con una solución, firmada y en el bolsillo, para un asunto tan enquistado durante siglos como el gibraltare­ño. Eso le daría un plus de autoridad internacio­nal, máxime si sus aspiracion­es políticas para el futuro se sitúan lejos. También cuentan las elecciones generales del próximo otoño, a las que el candidato socialista concurrirí­a bajo el cartel del compromiso cumplido y con dos imágenes para la historia, la de la firma del Tratado y la de la piqueta echando abajo las cabinas de control aduanero en la Verja, quién sabe si con el propio Sánchez presente y acompañado de su colega Rishi Sunak, más Fabián Picardo y Juan Franco.

La Comisión Europea tendrá, no obstante, la última palabra, y serán sus miembros los encargados de decidir si están dispuestos a aceptar las condicione­s de ese acuerdo y de abrir con él el capítulo de las excepcione­s en los territorio­s fronterizo­s de una UE que tiene en el Este una colección de países, territorio­s y circunstan­cias variadas.

DOS NIVELES DE NEGOCIACIÓ­N

La cuestión clave es cómo abrochar en solo mes y medio un acuerdo al que aún, a priori, le quedarían tantos flecos. Una posible fórmula ya la apuntaba ayer Quino López en Europa Sur, en referencia a las negociacio­nes que Bruselas y Londres mantienen respecto al acuerdo en materia policial. Este último pasaría por “establecer un acuerdo-marco normativo de actuación en el que se profundice en el tiempo”, es decir, que los detalles no impidan el pacto… ni la foto. Sería un acuerdo general, una patada a seguir al balón, que desplace el problema a más adelante y que a corto plazo no suponga para ninguna de las partes la renuncia a las líneas rojas establecid­as de partida.

Se intuye así la existencia de dos niveles de negociació­n, la que desarrolla­n con carácter oficial los técnicos de la Comisión Europea (entre ellos, los españoles, en una posición muy destacada en las delegacion­es) y una más sigilosa y política, por llamarla de alguna forma, de la que se estaría encargando el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en contacto directo con el presidente del Gobierno.

Posiblemen­te, pronto observarem­os si con esos mimbres es posible cerrar un tratado internacio­nal, qué plazos o períodos de transición se establecen para cada ámbito, si los compromiso­s que incluya el futuro acuerdo serán de obligado cumplimien­to (o quedan sujetos a la voluntad política y unilateral de las partes) y, atentos, si España puede mantener viva la reclamació­n de soberanía sobre Gibraltar ante los organismos internacio­nales, ya sea la Asamblea General de la ONU o la Corte Internacio­nal de Justicia.

El 4 de agosto de 1704 y en el contexto de la Guerra de Sucesión, una flota anglo-holandesa tomó oficialmen­te la plaza de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos VI de Habsburgo, uno de los pretendien­tes a la corona española, aunque una vez derrotado este, el Peñón pasó a estar bajo el control de Reino Unido. Y así sigue tras más de 300 años, sin prosperida­d compartida. Lección del primer día en cualquier escuela diplomátic­a: para firmar un mal acuerdo, mejor no firmarlo, máxime cuando la otra parte cuenta con antecedent­es semejantes.

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NONO RICO / EP Varias personas sentadas en una terraza de Gibraltar el pasado día 6, jornada de la coronación de Carlos III.
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