Diario de Sevilla

25 AÑOS DEL ASESINATO DE UNA TURISTA

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN cnavarro@diariodese­villa.es

LOS vecinos de Santa Cruz exigen un control real de los bares, se lee en el titular de la portada de este periódico. Y sentimos cierta alegría. ¡Todavía quedan vecinos en este barrio! La vinculació­n del concepto de vecindad con Santa Cruz será pronto como lo de aquella señora que llegó a Sevilla y fue presentada por un agradaor como destacada componente de la jet de Almería. Al tipo se la devolviero­n con esa rapidez propia de estos lares. “Con todos los respetos. O se es de Almería, o se es de la jet”. Los vecinos de Santa Cruz llevan treinta años de exigencias razonables que ahora se han disparado. En pocos días se cumplirán 25 años del asesinato de una turista, ocurrido un domingo de junio por la tarde en la calle Jamerdana. Manuel Saborido, El Bombita , asestó una puñalada en el corazón a Juana Carrión Fernández, de 49 años, una granadina residente en Barcelona que disfrutaba de un paseo por la zona turística por excelencia. El suceso provocó un largo debate en el que, primero, se denunciaba la insegurida­d y, en segundo lugar, se defendía incluso desde instancias oficiales como la Junta la convenienc­ia de no denominar a la asesinada como “turista” para no ahuyentar a los visitantes, pues “podía haber sido agredido cualquiera”. Hasta recuerdo a compañeros de profesión que pedían que no se diera la fotografía del suceso en la primera página. La clave no era el hecho, como de costumbre, sino el enfoque, pero éste es otro debate. El problema de hoy en Santa Cruz no es la insegurida­d, sino el abuso de los bares y el tsunami de turistas a todas horas. Seamos positivos, al menos no nos enteramos de turistas a los que birlen la cartera. Deben estar mejor advertidos que los de hace décadas, cuando era fácil leerles la mano y sacarles los billetes. Ni, por supuesto y por fortuna, hemos vuelto a lamentar un asesinato. Hace 25 años no nos podíamos permitir el lujo de perder visitantes, mucho menos en verano, cuando los pocos turistas que recibíamos eran motivo de broma entre los sevillanos, que especulaba­n con gracietas sobre cómo los habrían engañado para venir a la ciudad de los 40 grados, con la piel rojiza por el efecto del sol y sandalias con calcetines. Los vecinos de Santa Cruz son como los locos galos que resisten al invasor de la trolley y los desayunos masivos de aguacates con salsa de yogur. Hoy nos sobra de todo y durante todo el año. El ambiente es irrespirab­le durante muchas horas. Pero no hay ese miedo a caminar por unas calles solitarias. Quien no se consuela es porque no quiere. Santa Cruz es un territorio invadido, perdido para el sevillano, pero no es la boca del lobo.

El problema hoy no es tanto la insegurida­d, sino que los vecinos de Santa Cruz exigen vivir en unas condicione­s dignas

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