75 AÑOS DE LA GIRADILLA
SI el contador del tiempo vuelve setenta y cinco años atrás y se repara en el modo de divertirse de la gente común –algo distinto al común de la gente–, los años del abierto calendario de la posguerra no acompañaban en modo alguno, dada la dura estela de la miseria, la estrechez y la tristeza. Incluso las ferias habían quedado en suspenso, o reservadas para los pudientes, cuando no, como era habitual, circunscritas a la exposición y compraventa de ganado. Precisamente de esos protocolos del trato, aderezados con el regateo y el vino, surge la feria más vinculada a la diversión festiva. Y esta, en aquellos duros años, era ajena para la gente sencilla, que, si acaso, se permitía la expansión de un paseo ante las itinerantes provisiones de los feriantes y el ocasional sabor de un trozo de turrón, hasta dar con la banda municipal en el tablado, algún tiovivo decrépito y muy pocas casetas reservadas. Así las cosas, de animosos grupos de jóvenes de aquellos años o de ya metidos en los años de la primera madurez, cuando una clase media comenzaba a despuntar entre tenderos, comerciantes, carpinteros, empleados, dependientes y trabajadores reconocidos en su oficio, de este elenco deseoso de una diversión hecha a su medida y compartida, surgió la creación de peñas con ese principal objeto fundacional: divertirse en la feria. Fue el caso, mediados los
A mediados del siglo pasado, la diversión era tan ajena como para empeñarse en buscarla
cincuenta del pasado siglo, de la carmonense Peña La Giraldilla, que ha celebrado su setenta y cinco aniversario. José María Requena, periodista y escritor al que todavía se debe reconocimiento por su obra, de cuya muerte está ya próximo el cuarto de siglo, escribió esto a propósito de la Feria de su ciudad y de la peña mencionada: “El caso es que nuestra Peña nació en tiempos de escasez de todo. Cuando el Mundo tenía bloqueada la alegría de España; cuando el “mollate” era de las poquitas cosas que se compraban sin cartilla; cuando la Feria de Carmona era un sueño alicortado entre dos o tres casetas, en torno al tablado de música, y bajo la más desperdigada tristeza de sus doscientos farolillos…”. Este origen claramente recreativo de La Giraldilla, pocos años después, se hizo benéfico, con plena dedicación a causas solidarias y altruistas, que se iniciaron con una primera y poco menos que improvisada cabalgata de Reyes Magos, en 1951, cuando algunos giraldillos precursores tuvieron conocimiento de que las niñas acogidas en el convento de las Hermanas de la Cruz, afincadas en Carmona desde 1880, cinco años después de la fundación del convento en Sevilla, no tenían regalos de reyes. Así hasta la declaración, el año pasado, de la Cabalgata de Reyes Magos de Carmona, organizada por la Peña La Giraldilla, como Fiesta de Interés Turístico de Andalucía. Razón esta, como tantas otras, de esas peñas que articulan, socialmente, sencillos y por eso grandes propósitos.