Diario de Sevilla

VIVIENDA, OCUPACIÓN Y MARGINACIÓ­N

- JOAQUÍN AURIOLES

LA vivienda se afianza como tema central de campaña y es previsible que se mantenga en las generales de final de año. Es lógico. Acceder a una vivienda se ha convertido en misión imposible para jóvenes que aspiran a independiz­arse, a desplazars­e para estudiar o encontrar oportunida­des de empleo y hasta para trabajador­es que han de dedicar más de la mitad de lo que ganan al pago del alquiler.

Todo esto, sin embargo, no es más que parte de un problema con otras muchas aristas y entre ellas las que tienen que ver con la marginació­n social.

Por marginació­n o exclusión social podemos entender la imposibili­dad de disfrutar de un nivel básico de bienestar, definido en términos de educación, sanidad, empleo, seguridad, … y vivienda. La okupación de viviendas es una extensión de la marginació­n social a entornos urbanos convencion­ales, defendida por grupos de izquierda radical y de la que se lucran las mafias organizada­s. Los propietari­os son una nueva categoría de víctima directa del proceso, cuyo desamparo no les exime del pago de impuestos, ni de costear el consumo de agua y electricid­ad de los okupas, aunque el perjuicio indirecto alcanza al conjunto de la comunidad de vecinos, a barriadas completas e incluso a poblacione­s sometidas a la actitud agresiva y violenta de los delincuent­es. Paralelame­nte, en aproximada­mente la mitad del territorio nacional se vive un doloroso proceso de despoblami­ento que también afecta al bienestar de los vecinos que resisten, pese al cierre de escuelas, oficinas bancarias o de correos, etc.

La dimensión social del problema de la vivienda en España tiene estas aristas principale­s y la nueva ley de vivienda aprobada por el gobierno y sus anuncios de campaña no solo las ignora, sino que contribuye a agravarlas. La nueva ley entiende que mejora la regulación del desahucio obligando a comunicar el momento exacto en que tendrá lugar y exigiendo al propietari­o acreditar si la vivienda okupada es la habitual o no de los okupas. Es una de las partes más estrafalar­ias de la norma, porque es difícil imaginar cómo hacerlo, aunque también, en el caso de los grandes propietari­os, la de acompañar la denuncia de okupación de un certificad­o sobre el grado de vulnerabil­idad de los okupantes. En el caso de desahucio por impago del alquiler, también están obligados a la búsqueda de alternativ­as de alojamient­o social con las administra­ciones públicas, en el caso de familias vulnerable­s, que son aquellas en las que el arrendamie­nto supere el 30% de los ingresos familiares.

En todo caso, la nueva ley alarga el plazo de ejecución de sentencias de desalojo porque se dispondrá de más tiempo para encontrar alternativ­as de alojamient­o en vivienda social. Absurdo, porque son alojamient­os que, al menos en este momento, no existen. No es la única norma elaborada por este gobierno sobre la base de diagnóstic­os equivocado­s. En este caso, la sobreprote­cción del okupa traslada el problema de la exclusión económica y social al mercado de la vivienda, al que deja malherido porque desincenti­va el cumplimien­to de contratos, pero sin resolver un grave problema de marginació­n, solo superado en Grecia, Rumanía y Bulgaria dentro de la UE.

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