Diario de Sevilla

RETRATAR AL VIL UN CIUDADANO, UN POTO

- ALBERTO GRIMALDI @A_Grimaldi CARMEN CAMACHO

CUMPLIDA la primera semana de la campaña electoral, el debate nacional se ha adueñado de la agenda por encima de cualquier cuestión local. Y por encima de todos los asuntos, la inclusión en las listas de Bildu de 44 condenados por terrorismo mediatiza la contienda entre los partidos, singularme­nte entre PSOE y PP. Hasta en el único cara a cara –en la SER– entre los candidatos a alcalde de Sevilla hizo acto de presencia en uno de los momentos más tensos del programan.

Si la mera filiación en las candidatur­as de estas personas era una infamia, la renuncia de los siete que tienen en sus conciencia­s delitos de sangre –aunque no en sus antecedent­es penales, que por eso es legal que se presenten– demuestra el nivel de vileza y provocació­n que Bildu –y más en concreto Sortu– buscaban con esta maniobra.

Escuchar a Arnaldo Otegi argüir que estos terrorista­s, porque el uso del terror como instrument­o político les persigue vayan donde vayan y hagan lo que hagan, no tomarán posesión del acta de concejales “para contribuir a la convivenci­a y la paz” es una burla a la sociedad española, en primer lugar, pero sobre todo al Gobierno con el que están aliados y al partido mayoritari­o

QUE cada balcón de Madrid tenga una planta”, sentencia Ayuso, y a continuaci­ón ensaya un leve mohín de Chúpate esa. Esta es una de las ideas que propone para luchar contra el cambio climático. Un ciudadano, un poto. A grandes males, grandes remedios. Lo que no ha explicado es si la maceta se la compra cada cual o si la pone la Comunidad, como en otras ocasiones y en diversas Juntas y Xuntas y Generalita­ts se han repartido –con buen criterio– desde condones a ordenadore­s para el alumnado sin posibles. Lo mismo cada madrileño se tiene que sacar la pilistra de su propio bolsillo, con lo cual privatizan la responsabi­lidad y su más que fácil y rápido alivio. O igual te lo suministra el Gobierno de Madrid, con su logo estampado en el tiesto de plástico. Que tiemblen los patios de Córdoba.

Al escuchar las declaracio­nes, no he podido evitar acordarme de la maceta raquítica, abonada de colillas, que resiste en el portal de mi bloque, de todo bloque, de toda antesala de notaría, de cada oficina del mundo. Macetas que hacen la fotosíntes­is a la luz de los plafones, achicharra­das de desidia, meadas de vez en cuando, peladas de espanto, que absorben la angustia sin poder transforma­rla en oxígeno. Esas macetas son una metáfora plena de nuestra falta de conscienci­a. Y es que es este el principal problema: seguimos sin entender la importanci­a, sagrada, en sí y para nuestras vidas, de la naturaleza.

Desemboco en Sevilla: en ocasiones, más que innovar necesitamo­s recordar, volver la vista atrás, para constatar que mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y que estas son cosas importante­s para la salud y el clima, pero también para el desarrollo de la sensibilid­ad y de la conciencia. Al volver la vista atrás entendemos la sabiduría vieja del arriate, del frescor al cruzar una espesura, de las calles angostas y ventiladas, de socaires, de árboles y sombras negadas al presente y al futuro. Los hay que proponen confinar la naturaleza en parques, pues en las calles les estorba para aparcar o sentarse en un velador, y cubre el asfalto de un manto lisérgico de flores de jacaranda, qué horror. Sevilla fue en 2019 la primera ciudad de España en declararse en estado de emergencia climática, y contamos con el dudoso privilegio de nombrar las olas de calor. Combatir los efectos –y, más importante, las causas– del cambio climático no se hace con un poto en la ventana, ni con declarar los centros cívicos como refugios climáticos, cual El Corte Inglés. Deseando estoy de ver, a quien finalmente ostente la alcaldía, cómo apuesta por la buena y verde sombra que nos cobije y hace retoñar en cada barrio el huerto claro donde madura el limonero. Deseandito total. Veremos. que lo sustenta, el PSOE de Pedro Sánchez, que decidió cruzar una línea que muchos demócratas no le perdonarán jamás.

Contra lo que piensa y pretende la enorme maquinaria propagandí­stica que rodea a Sánchez, la renuncia no sólo no supone eliminar la infamia, sino que deja al PSOE aún en peor situación: ¿si no tomar el acta contribuye a la paz y la convivenci­a para qué se han presentado? ¿Para humillar al partido que trata de blanquearl­os porque sus votos son imprescind­ibles para tener

Más que innovar necesitamo­s valorar que nuestra infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

En la infamia de las listas de Bildu no se trata tanto de ilegalizar ningún partido, sino de exigir la condena expresa a ETA

mayoría en el Congreso de los Diputados?

Sánchez, yerra que yerra, rescató en el Senado la cantinela de que la derecha utiliza a ETA. ¿Pero quién ha metido a etarras en las listas? ¿Y quién pacta con ellos? Sin enmienda posible, al día siguiente al presidente no se lo ocurrió otra cosa que volver a tenderle la mano a Bildu para pactar.

De esta vileza deberíamos aprender que la legislació­n se queda corta para evitar que se repita.

No se trata de ilegalizar, a mi juicio, a ningún partido, sino de exigir en una reforma de la Ley de Partidos, que todos los que quieran presentars­e a unas elecciones en España, del ámbito que sea, abjuren de la violencia y condenen de forma expresa el uso del terrorismo para lograr objetivos políticos, incluyendo los más de 800 asesinatos de ETA de los que 300 aún están por resolver. Sólo así retratarem­os al vil.

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