Diario de Sevilla

El Sevilla se come también a la Juve

● El equipo de Mendilibar es capaz de remontar el tanto de Vlahovic a través del golazo de Suso y de un majestuoso cabezazo de Lamela ● Los sevillista­s se enfrentará­n a la Roma en su séptima final del torneo

- Francisco José Ortega

Séptima final de la Liga Europa, o de la Copa de la UEFA, como prefiera cada uno, para un Sevilla Fútbol Club que volvió a hinchar el pecho de todos los que practican la fe balompédic­a radicada en el barrio de Nervión, un barrio muy sevillano también. Y el club que reside allí fue capaz de cargarse en las semifinale­s a la histórica Juventus de Turín, la Vecchia Signora, después de remontarle incluso un gol de Vlahovic para provocar el delirio de todos los suyos, de los que estaban en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán

y también, por supuesto, de quienes siguieron todo por los aparatos de televisión.

A la Juve, nada más y nada menos que a un club que acumula más de setenta títulos en sus vitrinas, pero el Sevilla, en esta competició­n, tiene incluso más copas que el campeonísi­mo italiano y jamás dio su brazo a torcer, ni siquiera cuando todo se le puso en contra con el tanto de Vlahovic. Al contrario, siguió con toda la fe del mundo y empató a través de un golazo espectacul­ar de Suso. Así se llegó al tiempo suplementa­rio entre las dudas de todos por el desgaste físico del equipo que entrena José Luis Mendilibar, un técnico que se merece de sobra un triunfo así.

Pero el Sevilla no sólo no dio a torcer su brazo en el pulso con el gigante, fue capaz de pelearlo todo y se puso por delante en el primer acto de ese tiempo suplementa­rio gracias a un cabezazo imperial de Lamela, que aprovechó la sobrevigil­ancia sobre EnNesyri

para ejecutar la suerte que tanto caracteriz­a al marroquí. El Coco fue capaz de poner toda su alma al testarazo para que éste fuera imposible incluso para el acertado Szczesny. Dos a uno para los sevillista­s en el minuto 95, muy cerca del mítico 100 que inscribier­a en la historia Antonio Puerta, y ya era cuestión de echar espuma por la boca en lo que quedaba por delante.

No era para menos, el premio era tan suculento y el calor que bajaba de las gradas era tal que merecía el esfuerzo hasta la extenuació­n de todos. El cuadro de Mendilibar supo defender de manera perfecta, sólo permitió dos tiros arriba de Chiesa y Paredes y ni siquiera se vio extremadam­ente afectado por una expulsión increíble, por la segunda tarjeta amarilla a Acuña por retrasar un saque de banda cuando el colombiano Cuadrado, por ejemplo, ya estaba en el banquillo libre de amarillas después de haber repartido unas pocas de tarascadas.

Pero así es el fútbol y sobre todo si está por medio una entidad como la Juventus. El Sevilla debía jugar con uno menos diez minutos aproximada­mente, que es el resultado de la suma entre lo que restaba desde el minuto 115 más los cuatro y pico de tiempo añadido que prolongó Makkelie. Pero dio igual, aquello ya estaba destinado a la épica de todos los sevillista­s y a buscar las mil maneras de desplazars­e hasta Budapest sin que sea una ruina económica.

El Sevilla había alcanzado por séptima vez el partido decisivo de esta competició­n, algo que está al alcance de muy pocos, y allí lo esperará la Roma de José Mourinho. Pero a pesar de todos los inconvenie­ntes físicos y de las ausencias, a las que se suma la de Acuña, quién dijo miedo después de haberse cargado por el camino a la Juventus y también al Manchester United, nada más y nada menos que esos dos transatlán­ticos. Aunque también quedaron en la cuneta el PSV

Eindhoven y el Fenerbahçe, que tampoco son clubes exentos de pedigrí en sus historiale­s.

Volviendo a esta cita en el enfervoriz­ado Ramón SánchezPiz­juán, hay que resaltar que tal y como sucediera en Turín justo siete días antes, la primera mitad iba a ser un canto al fútbol. Eso sí, habría un matiz de gran trascenden­cia, que el color no fue únicamente sevillista. El juego estuvo muy equilibrad­o en todo momento y las ocasiones claras de gol apareciero­n en ambas áreas con fruición durante diferentes fases de este primer periodo.

Mendilibar, lógicament­e, había quedado muy satisfecho con su Sevilla en el primer asalto de la eliminator­ia y apostó por los mismos once hombres, sin ninguna concesión a alterar el esquema. Exactament­e idéntica alineación desde Bono hasta EnNesyri, incluidos Rakitic como compañero de Fernando en una labor de suma y resta impresiona­nte por parte del suizo y tam

bién Óliver Torres como alma libre para que la Juventus tuviera problemas en localizarl­o.

Sí era diametralm­ente distinta la Juventus. Allegri tomó nota de los problemas en la ida y apostó por una defensa nueva. Bremer era indispensa­ble, una vez cumplida su sanción, Gatti se había ganado el sitio con su gol en la final y Danilo cambió de banda para colocarse en esa especie de híbrido como central y lateral izquierdo en lugar de su compatriot­a Alex Sandro. La escuadra italiana tuvo mucho más salida de esa forma y también con la presencia de Moise Kean en el vértice del ataque, ya que el internacio­nal italiano sí tiene velocidad y tuvo una de las ocasiones más claras tras eludir a Badé y estrellar el balón en el poste en su disparo cruzado (33’).

Fue el momento más llamativo por parte de los italianos, pero la relación de oportunida­des claras fue extenso por parte y parte. Arrancó con dos visitantes prácticame­nte seguidas cuando Badé evita un disparo inquietant­e de Fagioli (14’) y después Bono le hacía un paradón a Gatti completame­nte en solitario en un saque de esquina (15’). El turno pasaba a Ocampos, que cabeceaba en plancha para que Szczesny salvara con medio balón dentro de la portería (24’).

Después se quedó solo Di María y su intento de picar la pelota se le fue alta (26’); otra gran intervenci­ón de Szczesny a un disparo lejano de Acuña (30’); un control con las manos clarísimo de Fagioli dentro del área juventina (31’); la anteriorme­nte referida de Kean al poste, un empalme de Rakitic en solitario en un pase de Óliver Torres (34’); un tiro de Ocampos que pilló descolocad­o a Szczesny (36’); un gol anulado a Rabiot por un claro fuera de juego previo de Locatelli (42’); y un penalti clarísimo de Cuadrado a Óliver Torres que fue revisado

por el VAR y no era concedido en la prolongaci­ón (47’+).

La relación de opciones para los dos equipos era, por tanto, muy amplia, pero al intermedio se llegaba con el cero a cero inicial. Iba a rebajarse ese ritmo de llegadas en el segundo acto, aunque también hubo algunas antes de que una doble indecisión de Gudelj y Badé en un saque de banda a favor por el lado de Acuña pusiera por delante a la Juventus. Era Vlahovic, recién entrado, quien anotaba y aquello pareció ser un negro presagio.

Pero no, el Sevilla nunca se rinde, lo dicen sus lemas y los futbolista­s lo tienen asumido como algo muy suyo. Tardó poco Suso en inventarse un verdadero golazo. Un par de fintas hasta perfilarse y un latigazo con la zurda que ni Szczesny pudo alcanzar. Todo estaba igual que al principio y ya sobre la hora el guardameta polaco se lució en el primer testarazo con peligro de En-Nesyri.

No fue ahí, pero sí en la prórroga. Después de un susto de Chiesa a Bono, un gran centro de Bryan Gil lo metía dentro Lamela con violencia y con un gran cabezazo picado. El resto pertenece a la épica, incluido el tiempo después de la expulsión de Acuña, pero quien viajará a Budapest para disputar la final es el Sevilla. Ni Juventus ni Manchester United ni nada, la gran entidad en esta competició­n es el Sevilla Fútbol Club. Sí, la que acapara la fe radicada en el sevillanís­imo barrio de Nervión.

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ANTONIO PIZARRO Suso, en el momento de ejecutar el latigazo con su izquierda que significó el empate.

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