Diario de Sevilla

SÁNCHEZ Y LAS MALAS COMPAÑÍAS

- JOSÉ AGUILAR jaguilar@grupojoly.com

EL Partido Popular ha aprovechad­o la obscena Operación Limpieza de ETA expresamen­te planeada y buscada por Bildu en sus listas electorale­s para colocar a Pedro Sánchez ante el espejo de su contradicc­ión fundamenta­l y originaria: con quiénes está gobernando. ¿No ha querido el presidente protagoniz­ar la campaña, desnatural­izar las elecciones autonómica­s y locales, centrar el debate en su gestión personal y su diarrea de promesas más propias de las generales? Ya lo ha conseguido.

A su pesar, porque la agenda nacional no se puede marcar a voluntad, por decreto, ni siquiera desde Moncloa. Tú puedes empeñarte, con todos los resortes del poder, en que se hable sólo de la mejora de la economía y el escudo social y, sobre todo, de lo mucho que mejorará todo si te votan a ti cuando toque, que luego llegan tus socios preferente­s de EH Bildu y pretenden hacer concejales a ex asesinos que dejaron de matar no porque se arrepintie­ran, sino porque fueron derrotados. No por convicción, sino por convenienc­ia.

Esta trampa de Arnaldo Otegi y demás podía haber sido desactivad­a fácilmente por Pedro Sánchez. Habría bastado con decir desde el primer minuto lo que tardó varios días en decir: es legal, pero no decente. En vez de escurrir el bulto y reorientar el problema hacia el malvado PP, que, cierto, lo ha manejado con el oportunism­o de siempre, aunque no se lo ha inventado.

La blandengue­ría de Pedro con Arnaldo (en el pleno en el que se sumó al rechazo de la indecencia le reclamó seguir trabajando juntos) es un fruto tardío de la investidur­a del actual presidente. No fue entonces, con la euforia del gobierno de coalición y los pactos con toda suerte de nacionalis­mos, cuando Sánchez se entregó a estas alianzas con los socios más tóxicos. Fue más adelante, al percatarse de que no podrá seguir en La Moncloa otros cuatro años si no es con la colaboraci­ón estrecha de Yolanda Díaz –para él, Podemos es ya pasado– y la ayuda externa de Bildu y ERC, cuando hizo de la necesidad virtud. Ya dejó de considerar­los aliados convenient­es, aunque molestos, para tratarlos como amigos imprescind­ibles para continuar gobernando.

De ahí vino todo. Los indultos, la sedición, la malversaci­ón, el grosero discurso anticapita­lista, la ley del sólo sí es sí, las listas de Bildu... Sánchez no quiso escuchar a quienes le avisaban de las consecuenc­ias inevitable­s de andar en malas compañías y no sabe que no pueden silenciars­e por decreto.

Le habría bastado a Pedro con decir desde el minuto uno lo que tardó varios días en decir: que Bildu ha sido indecente

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