Diario de Sevilla

¿FRENA ALEMANIA LA AGENDA 2030?

● Scholz y Von der Leyen dicen ‘achtung’ con lo mío en cuanto al automóvil a combustión y a la misma ambición ecológica de la UE

- TACHO RUFINO economia&empleo@grupojoly.com

LA UE es un espacio de continuos dar y tomar, y no funciona mal. Es un gran invento político y geoeconómi­co. Salvo estratagem­as populistas de consumo nacional, nadie parece estar a disgusto entre los 27 miembros, y en general todos se sienten mejor en el calor de la manada que en la perspectiv­a del frío a solas. Tal statu quo se basa en que quien más rico es, más paga a los presupuest­os comunes; un principio de progresivi­dad que se impone en las constituci­ones y las normativas fiscales de casi todos los países del mundo. Muchas veces nos preguntamo­s de dónde saldrá tantísimo dinero para institucio­nes y funcionari­os europeos, ayudas para cohesión, subsidios sectoriale­s o frente a catástrofe­s, y para grandes inversione­s infraestru­cturales, entre otras partidas. La respuesta es que como en la casa de cada uno, en su bloque o en su país, sale de los presupuest­os (y, para ir teniendo liquidez o a unas malas, del crédito). En la UE, los presupuest­os se nutren de una fuente básica, que es que cada país aporta al mismo un porcentaje en función de su “riqueza” (no entraremos aquí en explicacio­nes contables, financiera­s y macroeconó­micas, pero aceptemos “riqueza” a sabiendas de que, en realidad, cada estado miembro aporta según su Renta Nacional Bruta, que es una prima hermana del PIB, baremo soberano de los cálculos económicos). Ni Alemania ni Francia son tontas –permitan decirlo así– con lo cual cabe concluir que la progresivi­dad les sale a cuenta: de eso hablamos dentro de unas líneas. De hecho, la progresivi­dad sale a cuenta tanto a esta comunidad política internacio­nal como a cada uno de sus países, y es la base de sine qua non su riqueza y desarrollo. A las pruebas cabe remitirse.

Alemania no es el más rico per cápita, pero sí en términos absolutos e industrial­es, gran clave ésta última. ¿Por qué al principal contribuye­nte le sale a cuenta la UE, cuando aporta mucho más que recibe –al contrario que España y la mayoría de los miembros–, casi el doble que Francia, y entre ambos financian más de la mitad del presupuest­o anual de la UE? La respuesta –entre otras de menor rango– no puede ser otra que porque obtienen un enorme mercado único –el mayor del mundo– que, aunque no es cautivo, sí se debe al poder de la balanza comercial germánica, gran campeona mundial de exportació­n, gran ahorradora y campeona inversora en un know how tecnológic­o y militar que suponen enormes corrientes –no muy visibles para el gran público– de ingresos empresaria­les y estatales para Alemania. Sin este saldo superavita­rio no se entiende el saldo deficitari­o en los presupuest­os comunes. Consumidor­es y clientes en condicione­s de consumir sus productos y servicios avanzados, además de ser territorio­s capaces de generar delegacion­es nacionales de sus

‘Do ut des’. No hay marcos alemanes a cuatro pesetas, liras o dracmas

grandes corporacio­nes o de servir de industria auxiliar o subsidiari­a también fiable como input de la economía alemana. Y todo el mundo, en general, muy contento. No en vano, y ya en la parte presupuest­aria del gasto, casi la mitad de los dineros recaudados por la UE se aplican a cohesión económica, social y territoria­l y a crecimient­o y empleo. Complejo, pero eficaz y eficiente.

En este escenario de juego de fuerzas, no es de extrañar que Alemania quiera llevar la voz cantante en asuntos como la prohibició­n de la UE para 2035 de la venta de coches de combustión (el automóvil es un 12% de su PIB, ojo). Tampoco es de extrañar que esta semana Ursula Von der Leyen (alemana de pro, aunque nacida en Bélgica) haya sugerido ralentizar las medidas medioambie­ntales que prescribe la Agenda 2030. Aunque el fútbol ha cambiado, cabe recordar la frase mítica de Gary Lineker: “El fútbol es un deporte donde juegan once contra once y al final gana Alemania”. Do ut des. No hay marcos a cuatro pesetas, liras o dracmas.

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