Diario de Sevilla

CALLEJÓN SIN SALIDA

- VICTOR J. VÁZQUEZ vvazquez@us.es

LA lógica de nuestro sistema de partidos se expresaba claramente: dos partidos nacionales con fuerte implantaci­ón en todo el territorio, apoyados eventualme­nte en el nacionalis­mo catalán y vasco, garantizab­an la gobernabil­idad y la alternanci­a política. La crisis económica primero y el procés catalán después han destruido esta forma a través de la cual España se ordenaba políticame­nte. Frente a quienes afirmaban que nuestro sistema electoral, casi mimético al de las elecciones preconstit­ucionales de 1977, era parte del atado y bien atado, y que nuestra democracia era cautiva del bipartidis­mo, la realidad fue que, sin tocar la ley electoral, y a rebufo de la crisis económica, dos formacione­s, una a la izquierda del PSOE, y otra liberal, situada, supuestame­nte, a la izquierda del PP, irrumpiero­n con extraordin­aria fuerza, modificand­o el sistema de partidos. A esta circunstan­cia, como se decía, hay que añadirle una de las principale­s consecuenc­ias del proceso independen­tista catalán. A partir del mismo, si bien el PSOE ha podido acceder al gobierno a través de acuerdos con nacionalis­tas e independen­tistas vascos y catalanes, el principal partido conservado­r español carece de posibilida­des reales de pactar con sus homólogos catalanes y vascos. Algo que determina esa imposibili­dad –además de la propia radicaliza­ción esencialis­ta de la derecha catalana– es que el PP ha compartido el espacio político conservado­r, primero, con un partido cuya seña de identidad y origen está en el antinacion­alismo; y después, con un parido esencialis­ta español que se opone a la propia existencia del Estado Autonómico. Esto, como es obvio, excluye cualquier ecuación en la que partidos nacionalis­tas sumen para otorgar la confianza a un gobierno del PP. Y la realidad es que, si bien en el ámbito autonómico la derecha puede alcanzar mayorías de gobierno, a nivel nacional ahora es realmente complicado que esto suceda. Desde luego, esto no es sólo un problema para la derecha, sino que es algo que afecta negativame­nte a la propia salud de la democracia española, en tanto complica de manera muy severa la alternanci­a democrátic­a y la depuración de responsabi­lidades de gobierno. No obstante, en este contexto, resulta preocupant­e cuando, al margen de toda lógica jurídica, se sugiere la posibilida­d de intervenir en el pluralismo político, ilegalizan­do formacione­s que son hoy sostén del gobierno. Esa ocurrencia, conviene advertirlo, conduciría a un callejón sin salida, no sólo al partido conservado­r, sino a la propia democracia española.

Resulta preocupant­e cuando, al margen de toda lógica jurídica, se sugiere la posibilida­d de ilegalizar partidos

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