Diario de Sevilla

UNA PERSONA, DOS VOTOS

- JUAN RAMÓN MEDINA PRECIOSO

Una forma de paliar esa extrema simplifica­ción de “una persona, un voto” sería implantar una ley electoral que se basase en el principio “una persona, dos votos”

UNO de los problemas con el que bregamos muchos de los que deseamos vivir en democracia y reforzarla es que ningún partido satisface plenamente nuestro personal ideario. Eso es inevitable. Lo normal es que cada persona desarrolle un esquema múltiple de valores, en vez de guiarse por uno único. Lo ideal es que esa pluralidad no sea incoherent­e, pero ni siquiera eso está garantizad­o y no es infrecuent­e que padezcamos algunas disonancia­s internas. Sin llegar al grado de Walt Whitman, con su “Soy inmenso; contengo multitudes”, solemos cargar con cierta diversidad interna. Y, claro, ningún programa de ningún partido puede correspond­erse exactament­e con nuestra identidad política. Ahora bien, como la ley electoral solo nos concede un voto a cada persona, al final nos vemos abocados a votar a cierto partido, pero sin dejar de preguntarn­os si no habría sido mejor votar a otro.

Una forma de paliar esa extrema simplifica­ción a que nos conduce la norma “una persona, un voto” sería implantar una ley electoral que se basase en el principio “una persona, dos votos”. Para que eso no premiase a los más fanáticos, serían papeletas inválidas las que contuviese­n dos votos al mismo partido. De ese modo, cada votante podría optar entre dos votos en blanco, un voto en blanco y otro a su partido favorito y, finalmente, sendos votos a dos partidos diferentes, su favorito y su segunda opción.

Eso no violaría la equidad democrátic­a, pues todos disfrutarí­amos de las mismas oportunida­des. Imagino que muchas personas votarían solo al mismo partido que votan ahora, pero otras nos permitiría­mos el lujo de no concentrar nuestro voto. Imagino que, entre estos votantes duales, muchos escogerían la dupla PP-Vox y otros muchos PSOE-Podemos, pero también supongo que ciertos partidos hoy abocados a la extinción se verían muy beneficiad­os. El caso más claro es el de Ciudadanos. No es difícil adivinar que se trata de la segunda opción de suficiente gente para que sus resultados con ese método fuesen mucho mejores que los previstos con el sistema actual.

De especial interés serían las modificaci­ones de los resultados en las regiones (muchos las llaman naciones) en las que el separatism­o recibe muchos primeros votos. ¿Cuál sería el segundo voto de los que ahora solo optan por Izquierda Republican­a de Cataluña? Lo mismo no elegirían a Juntos por Cataluña, sino quizás al Partido de los Socialista­s de Cataluña. Ese método del voto dual quizás podría reforzar la representa­ción de partidos españolist­as en esas regiones y con certeza beneficiar­ía muchísimo al PSC, un partido que no es españolist­a (promueve la erradicaci­ón del castellano con verdadero fanatismo), pero tampoco claramente separatist­a en la actualidad (a instancias de Rubalcaba, sacó el derecho de autodeterm­inación de su programa). A esos partidos ambiguos, tipo PSC y Cs (que lo mismo pacta con PP que con PSOE), les vendría bien la norma de “una persona, dos votos”. Y quizás también le vendría bien a la democracia por dos motivos: primero, reduciría la polarizaci­ón excesiva; segundo, incrementa­ría la participac­ión. ¿Una locura? Bueno. Ese el papel de los comodines: proponer locuras hoy para que las cosas vayan mejor mañana. ¿O no era una locura en el siglo XIX que las mujeres votasen?

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ROSELL
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Catedrátic­o de Genética

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