Diario de Sevilla

COLGADOS DE UN PUENTE

- EDUARDO JORDÁ

EN 2017, mientras se juzgaba a los miembros de la Manada en Pamplona, apareciero­n cinco muñecos ahorcados colgando de un puente, bajo una pancarta que reproducía los rostros de los integrante­s de La Manada y una leyenda que pedía justicia en euskera. Varios meses más tarde, unos muñecos muy parecidos apareciero­n en un puente de Valencia. Esta vez, la pancarta decía: “El miedo va a cambiar de bando”. En su momento, me llamó la atención que las television­es pasaran como de puntillas por estos “montajes”, ya que estas “performanc­es” imitaban una moda macabra inventada por los narcos mexicanos. La única diferencia era que los narcos colgaban cadáveres reales –a menudo torturados y desfigurad­os–, mientras que la gente que protestaba contra la Manada colgaba muñecos envueltos en plástico.

Al poco tiempo, la práctica se extendió a Cataluña. En 2019, mientras se juzgaba a un rapero por enaltecimi­ento del terrorismo, apareciero­n siete muñecos ahorcados en un puente de Lérida con amenazas a Ciudadanos, PP, PSC, Podemos y Vox. Y varios meses después apareciero­n más muñecos colgantes en una autopista de Lérida, esta vez con proclamas independen­tistas. En un principio parecía que estas protestas iban a limitarse a la política, pero no ha sido así. Este año apareció en un puente de Madrid un muñeco ahorcado de Vinícius. Y hace pocos días, otro muñeco apareció colgando en un puente de la SE-30 con la leyenda “Sevilla odia a Nervión”. Y como todos sabemos, el campo de Mestalla se llenó hace muy poco de insultos racistas contra Vinícius.

Por suerte, la campaña electoral está trascurrie­ndo de forma muy apacible en Andalucía, cosa de la que deberíamos estar orgullosos. Pero en Madrid está apareciend­o una agresivida­d virulenta en los actos públicos y en las redes sociales que está alcanzando proporcion­es nunca vistas. Desde la extrema izquierda –pero también desde el otro lado– se intenta intimidar al adversario con señalamien­tos y amenazas que recuerdan la furia seudo-criminal de los muñecos ahorcados. Y todo esto ocurre en un país en el que los narcos reales se están infiltrand­o de forma creciente en barrios y comarcas –en Andalucía primero fue la Costa del Sol, luego Cádiz y ahora Huelva–, siempre con más armas y más dinero y más gente dispuesta a trabajar para ellos. Lo que faltaba.

En Madrid está apareciend­o una agresivida­d virulenta en la campaña electoral nunca vista

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