Diario de Sevilla

PROHIBIDO REFLEXIONA­R

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

MEJOR no pensar. Como de verdad nos pongamos a reflexiona­r corremos el riesgo de no ir a votar. Eso que los cursis llaman el “desapego” o la “desafecció­n”. Y conviene ir a votar siempre. Hay que refrescar el sistema, pulsar la tecla del f5, renovar el compromiso y no dejar las urnas semivacías. Tampoco hay que decir tonterías como esa de la fiesta de la democracia. La memoria es un músculo que debe ser ejercitado a diario y la democracia es un sistema que se fortalece en cada convocator­ia con participac­iones altas. Pero no reflexione­n, mejor no hacerlo, porque recordarán los 44 tíos de

ETA en las listas electorale­s, la escandalos­a compra de votos en varios municipios o el vodevil socialista de Maracena. No hagan mucha memoria o creerán que Badajoz está en Andalucía y que los béticos celebran los títulos del Sevilla, como nos dijo Feijóo. Mejor no recordar a quienes han usado sus cargos institucio­nales para enviar cartas para pedir el voto, la de veces que la junta electoral ha tenido que tirar de las orejas a los partidos o la banalidad con la que han tratado de llamar la atención de los votantes, como el sorteo de un patinete entre seguidores de un candidato en una red social. Nadie hará de su ciudad una suerte de Nueva York, ni probableme­nte haga falta, ni en el fondo sea ninguna panacea. La moderación es la clave, pero no el concepto manoseado por los gurús que le ponen la cabeza como un tambor a los líderes. La moderación es una virtud propia de gente sencilla, honrada, que no anda sacando conejos de las chisteras, que escucha con atención, que no se vuelve loco con el primer coche oficial, que tiene los pies en la tierra y no se alborota con los oropeles del poder, que aspira a dejar una ciudad mejor de la que se encontró y que, por supuesto, promete estudiar un asunto antes que inventarse una solución imposible para quedar bien ante los vecinos y salir cuanto antes de la barriada. La moderación no es una foto con cara amable, el uso medido de ciertos adjetivos, el estudiado tono de voz y el empleo de ropa aséptica que no distraiga el mensaje. Es el resultado de una actitud natural, no impostada. Se basa en la autenticid­ad, no el peor concepto del teatro. No lo piensen mucho. Un paseo en barca por la ría de la Plaza de España hoy y a votar mañana.

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M. G. La ría de la Plaza de España.
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