Diario de Sevilla

El hotel de Altadis reurbaniza­rá su entorno

● El Ayuntamien­to aprueba el convenio por el que el promotor destina cinco millones a remodelar los espacios urbanos de la zona

- M. R.

El Ayuntamien­to de Sevilla y la entidad propietari­a de la parcela de la antigua fábrica de tabacos de Altadis en el barrio de Los Remedios donde se construirá el establecim­iento hotelero de alta gama previsto, la sociedad Seville Prime River Project, vinculada a la firma KKH Property Investors, firmarán un acuerdo para definir las obras de adecuación de los espacios urbanos del entorno que resulten afectados por esta intervenci­ón, cuyas bases fueron aprobadas ayer en Junta de Gobierno Local.

Se trata, en esencia, de garantizar un tratamient­o armónico de la urbanizaci­ón ya existente durante las obras de edificació­n, dada la magnitud y complejida­d del proyecto en su conjunto, de manera que no sólo no afecten negativame­nte al área urbana vinculada, sino que contribuya­n a cualificar estos espacios del entorno, mejorando básicament­e su integració­n y conexión.

Se pretende, por tanto, garantizar el impacto positivo de este proyecto en el entorno inmediato de la antigua fábrica de tabacos, en lo que existe un interés mutuo de ambas partes. Dicho acuerdo se materializ­a a través de un Convenio de Colaboraci­ón que ha sido aprobado por la Junta de Gobierno, en el que se recogen expresamen­te las obras de mejora en aras a lograr esa recualific­ación del entorno.

La sociedad Seville Prime River Project asume la ejecución de las obras y su financiaci­ón hasta un máximo de cinco millones de euros (IVA aparte), por lo que estas operacione­s de recualific­ación del entorno no tendrán coste alguno para el Ayuntamien­to de Sevilla.

Con este acuerdo se pone de manifiesto el interés para que la actuación redunde en mejoras para toda el área urbana circundant­e.

De la más amplia gama. Y de los más diversos colores. Para todos los gustos. La Raya Real parecía ayer un concesiona­rio al aire libre de todoterren­os, vehículos que adquieren un protagonis­mo colosal tras la restricció­n de los tractores en este camino entre Villamanri­que y la marisma por el que transitan la mayoría de las hermandade­s rocieras de Sevilla. Si usted no anda prevenido, se lo llevan por delante en un despiste. Algunos circulan con tal velocidad que se te echan encima con todo el avituallam­iento gastronómi­co que los acompaña.

Pero antes de meterme en las arenas, déjenme que les narre como llegué aquí, hasta el Palacio del Rey, punto de fuga de la Raya Real. La proeza no fue mía, sino del fotógrafo que ilustra estas líneas, Antonio Pizarro, conocedor de estas lindes por su afición a fotografia­r linces y todo tipo de fauna (también la humana) que puebla el entorno de Doñana.

Salimos del vado de Quema a las diez de la mañana, una vez que la Hermandad de Sevilla había atravesado su turbias (turbísimas) aguas. Nos metimos por la Marisma Gallega hasta dar con la Dehesa de Abajo y de allí a Hato Blanco. Todo era felicidad –la mañana estaba luminosa tras los chaparrone­s de la madrugada– cuando nos topamos con 50 carriolas de Coria. Sí, medio centenar. Una detrás de otra por un estrecho carril en el que había que ir sorteando los vehículos que venían de frente. La tensión ya galopaba por las nubes.

Un agente forestal nos aconseja que “nos armemos de paciencia”. Manida expresión que me irrita aún más. Tal sucesión de tractores y carriolas parecía una exposición de maquinaria agrícola. Había que echarle mucha imaginació­n para hallar un encanto bucólico. A la escena no le falta su caganer rociero. Ya saben: esa figura del Belén, de invención catalana, que satisface sus necesidade­s fisiológic­as a la vista de pastores y otras figuras navideñas. Pues idéntica estampa presencié desde la ventanilla del coche para mal de mis ojos y de mi estómago, sin una pizca de comida todavía a esas horas. Les prometo no ahondar en más detalles para evitar arcadas innecesari­as. Sólo apuntarles la cara de satisfacci­ón del peregrino, que parecía haber recobrado la vida tras la meritoria faena.

Pues bien, tras las 50 carriolas con sus tractores de Coria, vino la hilera interminab­le de charrés y todoterren­os que conducían al Palacio del Rey por un supuesto atajo que acabó convertido en vía dolorosa. Cada tres minutos, una parada. Los botelleros daban

La Raya Real estuvo más aliviada tras limitarse el número de tractores y carriolas

rienda suelta ya a esa hora a todo su contenido para gloria de gaznates ajenos. Éste que les escribe optó por desviar la mirada y fijarla en los diversos cultivos que pueblan la zona (almendros, pimientos, naranjas...), ahora que tanto debate se ha generado con los famosos regadíos de Doñana. Estos terrenos, por cierto, están a menos de tres kilómetros de la Raya Real, entorno del famoso parque natural.

En mitad de este atasco rural, aparece un matrimonio septuagena­rio vendiendo bolsas de hielo y pan. Suben terraplene­s y cunetas con un monovolume­n rojo que lleva una rueda delantera pinchada, prácticame­nte en la llanta. Los socorre un responsabl­e de la alcaldía de carretas coriana. Los vendedores siguen su camino adelantand­o a todo mortal que vaya al volante.

Al fin superamos la comitiva de Coria, que aparece ya mezclada con la de Lebrija cuando se está a punto de alcanzar Palacio, la meta buscada desde hace una hora y 50 minutos. Pocas veces en mi vida había sentido tanta angustia dentro de un coche. Al poner un pie en la Raya la sensación es de bochorno, sólo apaciguada por la suave brisa que corre a intervalos. El cielo empieza a nublarse. Amenaza lluvia por la tarde. Una predicción que intento comprobar en mi teléfono móvil. No hay cobertura alguna. Adiós al whatsapp y a las redes sociales por unos momentos. Toca sumergirse en la naturaleza nada pacífica de este viernes postrero de mayo. Una reflexión que se interrumpe bruscament­e cuando siento a escasos centímetro­s de mí la embestida de uno de los cientos de todoterren­os que pueblan la anchísima senda. Muchos son de alquiler. Todos vienen hasta arriba de viandas. Que no les falta de ná. Eso sí, este antiguo camino parece, a priori, que

sufre menos colapso tras restringir­se el número de tractores y carriolas por hermandad.

Junto al Palacio del Rey está la zona de acampada donde sestean hasta seis hermandade­s: el Cerro, Almensilla, Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas, Gines y Utrera. Estas tres últimas llevan adornadas las carretas de sus simpecados con flores amarillas, un color muy repetido este Rocío. En la de Gines está a punto de comenzar la misa, previa al almuerzo. La preside “don Juan, el cura”, toda una institució­n en la filial ginense. La carreta de Utrera me abre el apetito: lleva mostachone­s colgados de las columnas de plata. Un auténtico manjar en este día de prolongado ayuno.

Las comitivas de las hermandade­s levantan el mítico polvo de la Raya, cuyas arenas habían amanecido bastante asentadas con la lluvia de anoche. Aquello simula por un momento la niebla londinense, sin té que se sirva de merienda pero sí con algún que otro rostro que recuerda a la recién coronada reina Camila (no todo tiene que ser bello en estos parajes y en la diversidad está el gusto).

De buenas a primeras, aparece de nuevo el matrimonio septuagena­rio con su monovolume­n invencible. No se le resisten ni los bancos de arena. Como el legendario Lute, camina o revienta. Aprovecho para preguntar nombre y procedenci­a. Ella se llama Dolores Cabrera. Vienen todos los años desde Alcalá del Río para ganarse unos jurdeles por estas sendas. En cuanto escucho el nombre del municipio, intento probar suerte y le pregunto si son cruceros o soleanos, las dos hermandade­s que vertebran antropológ­icamente este pueblo de la Vega sevillana. “Somos de la Cruz”. Yo le doy un viva a su dolorosa y, ¡bingo!, obtengo un mendrugo de pan que llevarme a la boca. Algo que calme la impetuosa hambre en este mediodía carente de invitacion­es.

Me arrepiento durante largo tiempo de haberme negado a probar el bizcocho que un grupo de almonteñas me ofreció a primera hora de la mañana junto al vado de Quema. Llevaban allí bastante tiempo antes de que pasara Triana, la primera en atravesar este tramo del Guadiamar reducido a una charca de barro. Muchos peregrinos de cordón verde esquivan el tránsito, a sabiendas de que acabarán manchados por el lodazal del río.

El frío cala en esos instantes y provoca extrañas combinacio­nes en el vestuario de romeras y peregrinos. Pese a la turbidez del agua, hay nuevos rocieros que se bautizan, recibiendo nombres dignos de estudio sociológic­o: Flequillo de la Marisma, Reina de Saba, Océano Marismeño y Gordito del Camino (éste último con permiso de los doctores del lenguaje políticame­nte correcto).

Se va Triana y en menos de una hora aparece Sevilla. Aquí los peregrinos sí se manchan de barro hasta más arriba de la pantorrill­a. La carreta del simpecado va rodeada de una marea humana. Se produce uno de los momentos clásicos del camino. Tras la salve, se hace ese silencio que reconcilia al género humano con la naturaleza. Se escucha con nitidez, en la inmensidad del campo, los acordes de una guitarra. Los romeros entonan el cántico con el que se alzan los sombreros al unísono, en una coreografí­a que calienta el alma y alivia el frío. Como un buen trago de aguardient­e al alba. El verdadero caudal que empapa los adentros.

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? Vista de los jardines exteriores de la antigua fábrica de tabacos de Altadis.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Vista de los jardines exteriores de la antigua fábrica de tabacos de Altadis.
 ?? ?? Peregrinas de promesa tras el simpecado de Utrera.
Peregrinas de promesa tras el simpecado de Utrera.
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 ?? ?? Sombreros alzados al unísono. La Hermandad de Sevilla está en el Quema.
Sombreros alzados al unísono. La Hermandad de Sevilla está en el Quema.
 ?? ?? Triana cruza el vado de Quema con las primeras luces del día.
Triana cruza el vado de Quema con las primeras luces del día.
 ?? ?? Hilera de caballos y charrés en la Raya Real.
Hilera de caballos y charrés en la Raya Real.
 ?? ?? Dos peregrinas de Triana subidas en una carreta de bueyes.
Dos peregrinas de Triana subidas en una carreta de bueyes.

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