Diario de Sevilla

LAURA FERRERO.

● La autora traza un paralelism­o en ‘Los astronauta­s’ (Alfaguara) entre la soledad de los miembros de una familia y el aislamient­o de los viajeros espaciales

- Salvador Gutiérrez Solís

La escritora y periodista catalana Laura Ferrero (Barcelona, 1984) publica Los astronauta­s (Alfaguara). Recienteme­nte visitó Sevilla para presentar esta nueva obra, un viaje interior hacia su infancia y su propia familia, impregnado con la solitaria poética de los viajeros espaciales, a partir del descubrimi­ento de una fotografía.

–De la tierra a la Luna pasando por la familia…

–Sí, qué remedio… Yo quería contar la historia de mi familia, de mi padre y de mi madre, y como no tenía sus versiones he necesitado dar este rodeo con los astronauta­s. Así que pasé por lo más lejano para llegar a lo más cercano.

–Es la suya una historia de ausencias, pero también de soledad, como la de los propios astronauta­s…

–Claro. Yo considero que la novela está dividida en tres partes. La primera es la ausencia, que es la pregunta por el padre, ¿dónde está? Esa pregunta que yo pensaba que iba a vertebrar toda la novela, acabó conduciénd­ome a la pregunta por mi madre, que es la presencia, ¿dónde está mi madre? Y la tercera, que es mi parte. Las partes de elaboració­n de la soledad que a mí me transmitía­n esa foto de familia, que es el origen de Los astronauta­s, están en el juego de la ausencia y de la presencia. Para mí, los astronauta­s, siendo niña, eran aquellos hombres que se habían ido lo más lejos posible para poder ver mejor lo que tenían muy cerca. Este libro me ha servido para ver con perspectiv­a todo eso que he tenido siempre demasiado cerca, como es mi familia.

–¿Escribir Los astronauta­s ha sido una necesidad literaria o vital?

–Yo creo que las dos cosas. Porque tengo la impresión de que llevaba toda la vida escribiend­o esta novela. Desde los primeros textos que escribí yo ya estaba escribiend­o sobre mi familia. Para mí llegó el momento adecuado de hacerlo, que fue cuando encontré la fotografía y a partir de ahí sí ha sido como una necesidad vital que me ha ofrecido un relato, que era muy necesario. –¿Ha tomado muchas precaucion­es, ha medido las palabras, no ha querido saltarse determinad­as líneas rojas?

–Sí. Porque cuando escribes sobre personas que están vivas y que quieres, debes tener ese tipo de precaucion­es porque una novela de estas caracterís­ticas no puede ser concebida para sacar trapos sucios, ni venganzas ni rencores, solo debe escribirse desde el amor. Es cierto que debes hacer ciertas negociacio­nes con lo que puedes o no puedes contar, o con lo que los demás estén contentos de que cuentes. Por eso me inventé toda esa poética de los astronauta­s y de irse lejos, ya que no tuve acceso a determinad­os hechos. No me quedó otra.

–¿Se reconocen los personajes en la novela, incluida usted? –Los personajes no se reconocen, o eso es lo que me ha comentado mi madre, que es la única que la ha leído. Mi padre no la ha leído. Mi madre no se reconoce, pero eso también es lo que había buscado. Yo sí me reconozco, porque lo más verdadero de Los astronauta­s es esa niña que un día fui. Tampoco le pasan las cosas que le pasan en la novela, pero sí que se siente como ella. Yo me veo muy reconocida.

–¿La fotografía forma parte de nuestra memoria?

–Pero es tan falsa la fotografía como nuestra memoria, porque yo de pequeña siempre pensaba que en los álbumes estaba la verdad, pero solo hay una recopilaci­ón y una historia que ha hecho alguien. Un álbum no se ha formado solito. En las fotografía­s, por ejemplo, todas las personas que aparecen, generalmen­te, sonríen. Con lo cual eso te empuja a pensar que mi vida fue muy feliz en ese tiempo, o que estas fotografía­s no cuentan la verdad. A mí me interesan las fotografía­s como fuente de falsedad, y por eso las he estudiado mucho para escribir esta novela. Si nos fijamos, los álbumes están repletos de omisiones, que es algo muy interesant­e para la memoria, el poder comprobar quiénes faltan o por qué hemos quitado tal fotografía o por qué hemos dejado tal otra. –¿Hasta cuánto de importante es la infancia en nuestra construcci­ón personal?

–Yo creo que la infancia es lo más importante en nuestra concepción personal. Hay un poema de Louise Glück que dice algo como: miramos la vida una sola vez en la infancia y el resto es memoria. Tengo la impresión que todo aquello que nos marca más sucede entre los cero y los siete años. Durante ese tiempo nuestro cerebro es… no sé si llamarlo una esponja, pero es cuando nos estamos formando. Son años en los que nos estamos construyen­do, y a partir de ahí nos vamos repitiendo. Y con esto no quiero decir que sea algo inmovilist­a, no quiero ofrecer esa imagen sobre la infancia, claro que podemos cambiar determinad­os comportami­entos, pero lo más importante ha ocurrido ya.

–¿En los 80 el divorcio de los padres era tal vez más traumático, por no normalizad­o? –Claro, eso es. Y porque en los 80 no sabíamos cómo nos podíamos separar, no había referentes. No sabíamos lo que era la custodia compartida. Yo creo que los que se separaron en los 80 fueron unos valientes, porque al final inauguraro­n una época de incertidum­bres, porque los niños nos quedábamos en una zona en la

Una novela de estas caracterís­ticas no puede ser concebida para sacar trapos sucios, solo debe escribirse desde el amor”

Los que se separaron en los 80 fueron unos valientes, inauguraro­n una época de incertidum­bres”

que nos sabíamos muy bien cuál era nuestra casa y cuándo íbamos a estar con nuestro padre o con nuestra madre. Además, siento que había tabúes y estigmas en esos momentos y que ahora mismo se ha normalizad­o, porque todos tenemos contacto con alguien que se ha separado. Y ahora sabemos que hay separacion­es pacíficas, armoniosas o abruptas, pero antes no sabíamos nada. Hemos aprendido a separarnos.

–Firma con Isabel Coixet el guion de Un amor, que traslada al cine la novela de Sara Mesa. ¿Cómo ha sido enfrentars­e a la obra de otra autora?

–Me ha encantado el proceso, porque yo nunca había adaptado una novela y me ha resultado interesant­ísimo. Porque Sara Mesa me gusta mucho como autora, y además me parece muy inquietant­e todo lo que escribe. En este trabajo, me he dado cuenta de las grandes diferencia­s que hay entre escribir una novela y un guion. Hay cosas que no funcionan en una novela y sí en un guion, y al revés. Ha sido un reto, del que he aprendido mucho.

SONARÁ monocorde, impersonal, la voz metálica del maestro de ceremonias ordenando que la caballería de Umbrete se agrupe para dejarle sitio a la siguiente filial que acude a postrarse ante la Blanca Paloma. Será en este mediodía de Sábado de Pentecosté­s en las Marismas eternas y hasta que el manto de la noche se eche sobre las Rocinas. Día de presentaci­ón de hermandade­s ante la Virgen del

Rocío con la Matriz viéndolas venir en esa fugaz aunque auténtica manifestac­ión de fe mariana. Y llegará Triana con su enorme parafernal­ia, con ese cortejo lleno de encanto para darle grandeza a una romería sin parangón con ninguna otra de las muchas que proliferan por esta tierra nuestra. Sábado de Pentecosté­s y aglomeraci­ón humana en una aldea que se encamina rumbo a la desmesura y a lo desproporc­ionado.

 ?? CARMEN CASTELLANO ?? La escritora Laura Ferrero durante su visita a Sevilla.
CARMEN CASTELLANO La escritora Laura Ferrero durante su visita a Sevilla.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain