Diario de Sevilla

DEMOCRACIA TROLEADA

- ▼ @lola_quero

UN presidente autonómico que va al Senado a “trolear” a sus adversario­s políticos, estrategia­s de Moncloa a través de programas de entretenim­iento que se emiten por la tele y se siguen por redes sociales, debates parlamenta­rios con argumentos de alcoba, comisiones de investigac­ión en el Congreso preparadas como un casting para entrar a Gran Hermano o Masterchef, porque van a ser eso, verdaderos shows entre la realidad y la ficción… Cada vez estoy más convencida de que los políticos no se están alejando de la gente, todo lo contrario. Quizás es que a fuerza de escuchar una y otra vez ese reproche, han decidido acercarse tanto al pueblo llano, que se están pasando de frenada. El ministro de Transporte­s, Óscar Puente, por ejemplo, nos habla como a niños cuando se refiere a un proyecto tan trascenden­tal como el AVE para conectar Andalucía con Portugal. Dice que la inversión sería “bestial” y que se tardaría en hacer “un montón de tiempo”. Argumento de peso, sin duda.

Lo que parece que no han entendido nuestros representa­ntes públicos es que se les pide interés por los problemas reales del día a día y no que rebajen sus formas y conviertan las institucio­nes en la barra de un bar o en un hilo de Twitter (bueno, X).

Estos políticos nuestros de 2024 confirmarí­an

Ortega y Gasset advertía hace un siglo sobre la perversión del plebeyismo. ¿Qué pensaría del espectácul­o actual?

las advertenci­as de Ortega y Gasset en su tesis sobre la democracia, que él calificaba de morbosa. El noble motivo de la ruptura de la desigualda­d jurídica que condujo hacia la nueva forma de organizaci­ón política acababa eclipsado, según el gran pensador del siglo pasado, por la perversión del “plebeyismo”. ¿Qué pensaría sobre el espectácul­o actual? Diría que la democracia es la que ahora sale troleada cada día.

También Manuel Azaña se quejaba de la agitación y la propaganda que se fomentaban desde la clase política para caldear al pueblo de forma ficticia. No son problemas nuevos los nuestros, pero hay cosas que han cambiado mucho. Ambos, Ortega y Azaña, fueron adversario­s políticos y desde sus escaños se despedazab­an intelectua­lmente con erudición y templanza, con el máximo respeto y hasta con admiración. En un debate de tanto calado como el del Estatuto de Cataluña, en un contexto tan convulso como la España de 1932 y con posiciones del todo opuestas, lo más duro que el presidente de la República llegó a decir del filósofo y diputado era que los hombres de talento exageran, aunque no se lo propongan. Las comparacio­nes son demasiado odiosas.

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