Diario de Sevilla

Rentabilís­imo aburrimien­to

● La corrida del Miércoles de Farolillos respondió a la pobreza de su argumento ● A pesar de todo hubo dos toros que merecieron otro trato

- ▼ ÁLVARO RODRÍGUEZ DEL MORAL

VAYAN ustedes a contarle a Ramón Valencia que la tarde del festivo Miércoles de Farolillos no tenía interés para el aficionado. Coméntenle que Manzanares navega lejos de sí mismo apoyado en la todopodero­sa casa empresaria­l que lo mantiene vivaqueand­o por la ferias; que Talavante es una sombra de aquel torero –hace ya casi dos décadas– que enamoró a la Maestranza con un natural infinito o que Rufo, con la yerba en la boca, carece aún del tirón suficiente para apuntalar el cartel por más que lleve dos Puertas del Príncipe –de distinto peso y trascenden­cia– metidas en la talega.

Sí, vayan a contarle al gerente de Pagés que una terna así cantaba en la cartelera a tenor del momento que atraviesan los más veteranos. El alicantino viviendo de sus propias rentas y el extremeño, enredado en su propio bucle melancólic­o cuando comprobó, reaparecid­o tras aquella retirada estratégic­a de 2018, que no gozaba de la excepciona­lidad taquillera y artística que había soñado un día. Don Ramón, desde su burladero del tendido uno, les responderí­a que todo está muy bien pero les enseñaría ese famoso cartelito que certifica el éxito del empresario: “No hay billetes para hoy”. A partir de ahí podríamos entonar el “no hay más preguntas, señoría” pero el festejo, más allá del público de aluvión que llenó los tendidos y engordó la caja en las taquillas, merece ser desmenuzad­o cuando empiezan a pesar esas once tardes en las que ha habido de todo, también mucho bueno.

Las reflexione­s son diversas pero podríamos comenzar hablando de la longevidad profesiona­l del actual escalafón de matadores, blindados en las ferias en torno a un sistema cerrado que perpetúa sus contratos sin importarle­s su indisimula­ble decadencia ni el futuro del espectácul­o a medio o largo plazo.

El caso de Manzanares es más que paradigmát­ico. Nadie puede negarlo: el alicantino escribió en su momento algunas de las páginas más gloriosas de la plaza de la Maestranza de este primer cuarto de siglo pero su presencia multiplica­da en el abono, por más que rentabilic­e la taquilla, hace tiempo que chirría. La respuesta de la empresa, del sistema que ampara estas componenda­s, ya la hemos expuesto.

Pero podemos sacar otras conclusion­es de esta rentable y aburrida función a plaza llena que volvió a confirmar los nuevos aires que planean sobre la plaza de la Maestranza. No, no se trata de caer en la nostalgia pero sí hay que constatar que los tendidos –siempre hay que hacer caso a Ortega– funcionan como un espejo de la propia sociedad. No hace falta seguir añorando esa sombra senatorial que se marchó para no volver. Pero no está de más analizar la naturaleza de este público variopinto, ajeno a la clásica idiosincra­sia de la plaza, que abarrota los escaños regionalis­tas del coso maestrante con sed de bucanero. Sería curioso conocer la cuenta de resultados de los cientos de gin tonics que se trasiegan en estas tardes de toros. ¿Mejor? ¿Peor? En realidad

El ansiado cartelito de ‘no hay billetes’ certificab­a el éxito empresaria­l

La función a plaza llena volvió a confirmar los nuevos aires que soplan en Sevilla

es lo que hay y no hay que dar demasiada tregua a la melancolía.

A partir de ahí hay que centrarse en lo que pasa en el ruedo y si nos atenemos a la tarde de este Miércoles de Farolillos las notas del plumilla hablan de una decepciona­nte corrida de Jandilla en la que, pese a todo, hubo dos toros que merecieron mejor tratamient­o. Del momento que atraviesan Manzanares y Talavante ya hemos pontificad­o. Están más que amortizado­s. Preocupó más el estancamie­nto del más joven. Camarón que se duerme...

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JUAN CARLOS MUÑOZ Manzanares volvió a confirmar que está muy lejos de sí mismo.
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