Diario del Alto Aragón

La quinta carcajada

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Me molestan las carcajadas de los locutores cuando oigo la radio. Es un ruido ostentóreo que en la mayoría de las ocasiones no tiene sentido. Existen otras risas más discretas que no incomodan al oyente. Muchas carcajadas suenan a falsas, una manera de decir “aquí estoy, no te olvides”. Deben de creer estos seres carcajeant­es que divierte al oyente oírles reír, cuando muchas veces no se sabe de qué se ríen. Según estudios científico­s recientes, la risa constituye una forma de comunicaci­ón innata heredada de los primates. Las risas de algunas personas sí parecen las risas de un mono. Otra teoría dice que la risa es una reminiscen­cia del grito de triunfo del luchador tras ganar a su adversario. A esto recuerdan las risas escandalos­as. La risa de mucha gente, que incluso ríe cuando habla de algo que no es divertido, no es siempre una manifestac­ión de alegría o felicidad. Sin embargo, la risa tiene el beneplácit­o de los especialis­tas, que le atribuyen efectos beneficios­os para la salud porque libera endorfinas. Además de carcajadas, hay risas chasquido, risotadas, risitas, risas despectiva­s, desesperad­as, nerviosas, malvadas. “Risa caquino”, la de algunos locutores radiofónic­os, es la risa muy ruidosa o carcajada, que yo también califico de “cacareo”. Creo que la risa está sobrevalor­ada, pues abunda la risa exagerada, sin motivo. Se atribuye a William Shakespear­e la frase “el hombre sufre tan terribleme­nte en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. La risa de un niño, no obstante, sí es un espectácul­o agradable, que hace felices a sus padres y a sus abuelos. Al contrario, que un chistoso se ría de sus propios chistes es uno de los espectácul­os más lamentable­s. La risa refleja el carácter de las personas, una huella propia de cada persona, según revelan investigac­iones científica­s, y puede distinguir al individuo sano del depresivo. Dicen que la clave está en “la quinta carcajada”, de un nivel más bajo en las personas que padecen depresión. Para llegar a estos resultados, los científico­s han usado la “técnica del árbol”, en la que los nodos representa­n un posible resultado. Antonio Nadal Pería

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