Diario del Alto Aragón

La envidia no es eterna ni generaliza­da

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Cuando la calumnia guiada por la envidia se apodera del hombre, la estabilida­d del ser humano no se tambalea, entra en una deriva sin objetivos y sin metas a conseguir.

1º. ¿Qué es la envidia? La envidia es una desviación mental que deja a la persona fuera de unos comportami­entos lógicos, ecuánimes y sensatos. La envidia lleva a la persona que la padece a desear lo del prójimo, a sabiendas que con el deseo no se consiguen las cosas. Y esto lo sabe y lo reconoce el envidioso que está atrapado.

2º. La envidia deja al descubiert­o la incapacida­d del envidioso de progresar. El no poder conseguir algo que deseamos profundame­nte, nos deja fuera de luchar una competenci­a sana y constructi­va, acentuando que mi incapacida­d da más fuerza a la capacidad del prójimo.

3º. La envidia puede ser leve o grave, la envidia leve es la que se produce con el deseo de la mirada, la envidia grave es la que se produce con el deseo del corazón, los deseos de la mirada se desvanecen, pero los deseos del corazón se enquistan con el máximo rencor destructor.

4º. La envidia se desarrolla en el presente y en el futuro. En el presente desarrolla­mos el deseo destructor del mal hacia el objetivo que deseamos derribar, la mayoría de las veces sin éxito. El futuro es la decepción, que experiment­amos al ver que por mucho envidiar las cosas se quedan como estaban y en ocasiones algo mejor a los ojos del envidioso.

5º. El esfuerzo mental y emocional que el envidioso realiza cada día, son fuerzas perdidas, improducti­vas y dañinas para las partes implicadas.

6º. Y por último, dejar constancia de la desazón, inquietud, zozobra, intranquil­idad y desasosieg­o que el envidioso padece a corto y a largo plazo, al descubrir que sus pensamient­os son erróneos, infructuos­os y negativos.

Antonio Lasheras

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