Las propinas
Restaurantes de Madrid y Barcelona sugieren en la cuenta un porcentaje, entre 5 % y 10 %, de propina sobre el precio del servicio. Sólo se puede sugerir, porque en España no es obligatoria la propina. En la hostelería es común al hablar de salarios que el empleador diga al nuevo camarero que ganará tanto de nómina más propinas aparte, en lo que parece un suplemento a un salario insuficiente. Con el uso de las tarjetas bancarias a la hora de pagar se ha perdido mucho la costumbre de dejar propina. Además, la propina, como dice el Diccionario de la RAE, es un agasajo sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción por un buen servicio, gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual. Algunos profesionales admiten la propina, otros la rechazan por humillante. Me imagino que a la hora de pasar el cepillo en las misas se exigiera una cantidad mínima de aportación para el sostenimiento de la iglesia o de la parroquia. El empleado siempre ha de atender con esmero al cliente, independientemente de que reciba o no reciba propina, pues es obligación de toda persona realizar un buen trabajo. Pasea por mi barrio una pedigüeña que exige una limosna mínima, a partir de cinco euros. Es contraproducente exigir algo que ha de ser voluntario. Parece que la práctica de dejar propina surgió en Inglaterra durante la época medieval. Los amos acostumbraban a regalar dinero extra a todos aquellos siervos cuyo desempeño había sido extraordinario. Eso ha cambiado a través de los tiempos, pues ahora no son los amos (empresarios) los que dan la propina a los siervos (sus empleados) sino los clientes de sus comercios. Otras crónicas cuentan que en el siglo XVII comenzó a popularizarse este hábito y se convirtió en una costumbre de los viajeros que se hospedaban en casas privadas que agradecían las atenciones de sus anfitriones pagando una pequeña cantidad de dinero. Con el tiempo, esta práctica abandonó las clases nobles y fue recogida por clientes de cafeterías y establecimientos comerciales londinenses. La cosa es que la propina, de una manera o de otra, no desaparece al cabo de siglos de su existencia. Antonio Nadal Pería