Diario del Alto Aragón

“Conocí a mi mujer, la madre de mi hija, aquí”

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“A las empresas les cuesta aceptar gente con discapacid­ad”

“Cuando tienes diversidad funcional, la gente te ve diferente“

La Fundación ADISLAF es una organizaci­ón sin ánimo de lucro declarada de utilidad pública, cuya misión es normalizar la vida de las personas con discapacid­ad intelectua­l en todos los aspectos de su desarrollo vital, buen ejemplo de ello es Héctor Pérez (Sabiñánigo, 1981) usuario y empleado de mantenimie­nto en el Centro Vacacional adaptado de Isín, quien explica a este diario su experienci­a. Y es que esta fundación propone como objetivos prioritari­os mejorar la calidad de vida de las personas con discapacid­ad intelectua­l y la de sus familias,

desarrolla­ndo servicios de calidad en vivienda, centro de día, centro ocupaciona­l, empleo, formación, atención sanitaria, orientació­n a las familias, tutelas, deportes, ocio y tiempo libre. Además, la entidad trabaja por sensibiliz­ar a la sociedad mediante distintas actividade­s.

¿Cómo llegaste a la Fundación Adislaf?

—Con 21 años me salió la discapacid­ad de epilepsia, estudiaba en un centro de discapacid­ad y ahí conocí este lugar y vine a hacer las prácticas cuando acabé mis estudios. Estuve un mes en 2011 y en 2013 me llamó Paco para entrar a trabajar. Y aquí estoy desde entonces, diez años ya.

¿Cuál es tu trabajo en el complejo turístico adaptado de Isín, qué sueles hacer?

—Aquí me encargo, principalm­ente, del mantenimie­nto de todos los espacios, aunque en los momentos de más intensidad de trabajo como en verano, por ejemplo, mi labor también es ayudar en los desayunos, comidas o la limpieza, un poco de todo. En realidad, echo una mano en los sectores que haga falta, tanto en la limpieza, en la cocina, como el mantenimie­nto, que es mi tarea principal.

Entonces, ¿cómo es tu día a día?

—Vengo cada día desde Sabiñánigo. En los meses de verano es cuando más trabajo solemos tener y también en la época invernal, cuando hay nieve, por el esquí. Cuando tenemos tanta gente no te da tiempo a nada, se te pasa la jornada sin darte cuenta. Es que cuando no hay gente tus horas pasan más lentas, pero cuando está lleno, porque vienen muchas entidades, vas de tarea en tarea, sin parar.

Y ¿cómo subes cada día?

—Subimos varios, venimos a diario con coche de empresa desde Sabiñánigo.

¿Qué es lo que más te gusta hacer aquí?

—Aquí llevo diez años muy contento y a gusto, pero lo que más me gusta es la recogida de aceite para reciclar. Vamos con las furgonetas de la Fundación Adislaf, que tiene un centro de recogida, con otros compañeros, y recogemos el aceite de hostelería.

¿Cómo recuerdas los primeros días en estas instalacio­nes?

—Como ya lo había vivido un mes de prácticas y sabía lo que había, cuando vine a trabajar ya sabía a qué me iba a enfrentar. Lo que se me hizo más difícil son las cuestas, porque el pueblo es todo para arriba o para abajo, y acabas cansado. Al principio, recuerdo que terminaba muy agotado pero ahora ya, después de tanto ejercicio diario, me recorro el pueblo de punta a punta sin problema. Es prácticame­nte como ir al gimnasio. Y está muy bien porque no hay ni un solo escalón.

¿Cuántas personas estáis trabajando?

—Aquí trabajamos unos siete u ocho fijos. De estos, tres o cuatro tenemos una discapacid­ad reconocida.

¿Has hecho buenos amigos?

—Sí ¡y pareja! Aquí conocí a mi mujer, la madre de mi hija.

¿Así que en este trabajo conociste a tu pareja?

—Sí, en 2013, a la vez que empecé yo también entró a trabajar una chica de Terrasa, que con 13 años se había venido a vivir a Sabi y Larrés, nos conocimos en Isín y acabamos ha

ciéndonos pareja. Ella empezó a trabajar en la parte de hostelería y limpieza y, al final, surgió el amor y ahora vivimos juntos en Sabiñánigo con nuestra hija que nació en 2020. Mi pareja ya no trabaja aquí porque le salió otra cosa en la Escuela Infantil Municipal de Sabiñánigo. Allí es monitora de comedor.

¿Crees que la sociedad altoaragon­esa entiende que hay personas con capacidade­s diferentes o son necesarias más acciones de conciencia­ción?

—A muchos les cuesta, así que habría que hacer más. Yo, antes de llegar aquí pasé por seis o siete empresas y les costaba hacerse a la idea de que puedo trabajar pero en cuanto me daba una crisis me enviaban a mi casa y me decían: “No me sirves”. La gente, los empresario­s, más en concreto, lo tienen que entender, además, yo creo que no saben que existen algunas ayudas por emplear a personas con discapacid­ad.

¿Por qué lo crees?

—Nunca me he visto diferente, pero creo que cuando tienes una discapacid­ad la gente te ve distinto porque te tratan de otra manera. Yo, por ejemplo, por mi experienci­a, sé que a las empresas les cuesta aceptar a una persona con algún tipo de discapacid­ad.

Tras la pandemia, ¿qué es lo que más valoras ahora?

—Que ahora estamos más ayudados entre todos. Valoro mucho el esfuerzo de mis compañeros.

Si tuvieras al presidente de Aragón delante, ¿qué le pedirías?

—Le pediría más ayudas para las personas con discapacid­ad porque hay compañeros que tienen un sueldo, que siempre son mínimos, viven solos en un piso y es imposible hacer frente a todos los gastos. Creo que debería completars­e ese sueldo con una pequeña paga, un suplemento necesario para cumplir su proyecto de vida. ●

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Héctor Pérez.
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Un grupo de personas disfrutand­o de sus vacaciones en Isín.
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