Mohamed Sangare Rabore “Quiero ser una parte útil de la sociedad mundial, no solo de la capital oscense”
Llegó a España huyendo de la guerra en su país natal, y al principio no encontró su sitio, pero aprendió el oficio de panadero y ya tiene tres locales propios y un negocio de importación
CUANDO tenía 18 años la familia de Mohamed Sangare Rabore decidió que se trasladara a España para dejar atrás su país, Costa de Marfil, en guerra desde el año 2000. “Sin saber nada de español”, llegó a Huesca “por un reagrupamiento familiar”, ya que su padre estaba residiendo en la ciudad.
Esta estancia fue breve, “de abril de 2005 a diciembre de ese año”, estuvo matriculado en el IES Lucas Mallada y jugó al fútbol “en el Peñas”, pero la añoranza de sus amigos y el no terminar de encajar le llevaron a regresar. Y de nuevo fue por poco tiempo, ya que meses después retornó a la capital oscense dispuesto a abrirse camino.
Ya hace casi 18 años de ese primer viaje, y a día de hoy se ha labrado un porvenir, ha emprendido varios negocios, da empleo a 18 personas y ha sido reconocido por su trabajo como panadero.
Admite que no tenía vocación ni idea del oficio cuando empezó como aprendiz en Oscapan, y que al principio le resultó “muy duro trabajar por la noche”, pero tras un tiempo descubrió que le gustaba lo que hacía y quiso “crecer más”, ya que se reconoce “una persona a la que le gustan los retos”. Pronto tuvo muy claro que ya que le tocaba sacrificarse con sus horarios, “valía más la pena hacerlo por uno mismo”.
Pasó por varios obradores y en 2012 abrió un pequeño negocio en la calle San Lorenzo en el que vendía “el pan que hacía por las noches en Palomar y otros productos”. Tras ocho meses, y sin que las cosas salieran como esperaba, cogió otro local en Ramón y Cajal en el que a pesar de contar con obrador propio, relata que “haciendo el pan igual que los demás estaba a la cola”.
Y tomó la decisión de irse a París para ”aprender de otros que estaban a un nivel superior y ofrecían una calidad muy diferente”. Fueron casi 5 años en los que aprendió “mucha teoría y práctica” para después “poder modificar y crear recetas propias” y hacer así el pan que a él le gusta, una receta perfecta que le costó conseguir “dos años” en la que no falta “el sabor francés y una corteza crujiente como nos gusta aquí”.
Ya al frente de la panadería ChoKopan de Ramón y Cajal, recibió un premio nacional del gremio, que supuso “el reconocimiento al esfuerzo de tanto tiempo” y el saber que estaba yendo “por el buen camino”.
Después, dice, que empezó la mejorar fórmulas y a ampliar con otras nuevas” y al mismo tiempo “la clientela fue aumentando” y no ha dejado de trabajar para “darle cada día al cliente lo que necesita y demanda”.
Son muchas las variedades de pan que cada mañana salen de su obrador y llegan a las tres panaderías, y la reina de todas ellas “es la barra francesa”, si bien hay para escoger entre “la normal, multicereales, baguette, integral, pasas y nueces, amapola, espelta...” y los precios varían “en función de la elaboración de cada uno”.
Su repostería entra por los ojos y conquista a todo tipo de paladares. En cada elaboración buscan, “dar autenticidad y usar buenos materiales”. No faltan los dulces típicos de Huesca como “el empanadico, pan de San Lorenzo...”
En la actualidad el equipo lo forman 18 personas, “3 en obrador, 3 en repostería, 2 repartidores, una administrativa y 10 en tienda”, además del propio Mohamed.
En Huesca se siente totalmente integrado y atrás quedan los momentos en los que la gente “no entendía que viniera uno de fuera a hacerles el pan y que incluso lo hiciera mejor que los de aquí” o anécdotas como las veces que le preguntaron “si el pan que hacía era africano”.
En la capital ha formado una familia, aquí conoció a Katy, cuando los dos trabajaban en la Mildred. Juntos tienen dos hijos, “una niña de 8 y el pequeño de 5”, y ella le ha acompañado “en todo este viaje”.
‘Moha’, como le conocen todos, disfruta con los amigos que ha hecho en Huesca, participando en actividades de la ciudad y se siente muy afortunado por todo lo que ha conseguido. Y como es persona de marcarse retos aspira a “ser una parte útil de la sociedad mundial, no solo de la ciudad”.
Explica que se vio “en la necesidad de ayudar a la gente de África” y que desea poner su granito de arena para que la gente “no tenga que abandonar su lugar de nacimiento, realizar un camino lleno de peligros y llegar a un nuevo sitio sin amigos y sin recursos”. Y lo primero que ha hecho ha sido “poner en marcha una empresa de importación de productos africanos para distribuirlos por España y países como Francia, Holanda o Francia”.
Gracias a este negocio que nació en 2021, Natur Afrika Import, ha creado “puestos de trabajo” y ofrecido “buenos sueldos a gente de Ghana y mejorando sus condiciones de vida”. Trae los productos a Huesca y los guarda en una nave desde la que hace la distribución “evitando costes de intermediarios”, reseña. ●
“Quise aprender de otros que estaban a un nivel superior”