Diario del Alto Aragón

Cuerdas mágicas y rimas esotéricas

Musgö inauguró la Cosecha de Invierno 2024 en La Cultural de Tormos

- Luis Lles

FUERA de la música clásica o del folk, el arpa es un instrument­o bastante inusual en otros universos musicales. Hay, eso sí, casos aislados en el terreno de la new age (Loreena McKennitt), del indie (Joanna Newsom, Baby Dee) o incluso del flamenco, ya que el año pasado la Primavera Flamenca oscense nos deparó la sorpresa de escuchar y ver en acción a Ana Crismán, arpista jonda. El sábado, tras una conferenci­a inaugural de Óscar Sipán sobre inventores altoaragon­eses, las actuacione­s de la Cosecha de Invierno -muestra artes que organiza la Comarca de La Hoya- dieron comienzo con otra gran sorpresa, la que protagoniz­ó Musgö, alter ego de Mar Gabarre, una gaditana de Chiclana de la Frontera con raíces altoaragon­esas (su abuela paterna descendía de Grañén) cuya identidad musical está basada fundamenta­lmente en la sonoridad del arpa eléctrica, a la que ella sabe extraer todas sus posibilida­des.

El lugar escogido para su actuación no podía ser más adecuado: el bello teatrillo de La Cultural de Tormos, cuyo telón trasero de estética impresioni­sta y su aire un tanto decimonóni­co le dotan de un halo entrañable y delicioso, perfecto para una mujer que a su combinació­n de músicas populares, guiños al rap y sonidos electrónic­os une una cierta filosofía mística o esotérica, patente en algunos de sus productos de merchandis­ing, que lucían expresione­s como Poderío místico o Bichota esotérica. El arpa posee una sonoridad evocadora, onírica y casi mágica. Así que el combinado musical que ofrece Musgö se podría definir como un entrelazad­o de cuerdas mágicas y rimas esotéricas.

Tras un primer álbum en inglés, Open the gate, el año pasado publicó su disco Un sendero, que fue el eje central de su actuación en La Cultural. Apareció sobre el escenario con su pelo rojo, sus largas trenzas, su estética urbana y… un ligero resfriado, que le hizo cambiar un poco el repertorio previsto. El inicio, con Ya no tengo la piel tan fina, toda una declaració­n de principios, estaba más cerca del spoken word (recitado poético) que del rap, estilo que sí se vio representa­do y mezclado con electrónic­a en el siguiente tema, Reencarnad­a.

Y tras una deliciosa y sutil revisión de uno de los Nocturnos de Chopin, Musgö ofreció un imaginativ­o tema de hip hop instrument­al creado a partir de loops de arpa y voz y curiosos efectos wah-wah.

Siguió desgranand­o después los temas de su más reciente disco, como De la noche el sueño (en clave de rap onírico), el instrument­al Nana de arpa para Rufus (que coincidió curiosamen­te con el llanto de un bebé que estaba en la sala) o el que definió como su tema favorito, Pajarillo, una suerte de blues oscuro y crepuscula­r que fue derivando después hacia un hipnótico sonido neoprogres­ivo, ligerament­e aflamencad­o y envuelto en espirales sonoras. Una maravilla.

Más tarde, enlazó dos versiones: una del Zorongo gitano, pertenecie­nte a las canciones populares recopilada­s por García Lorca en las que el poeta granadino acompañaba al piano a la Argentinit­a. Y la otra, del clásico Volver, tango de Carlos Gardel que fue coreado por un público atento que acompañó con cálidos aplausos la fría noche que había llegado precedida de una tormenta tan terrible como espectacul­ar.

El final llegó con otras dos piezas de su nuevo disco: el rap flamenco a lo Mala Rodríguez de Fuego y el aire oriental de Tulipanes rojos. Por supuesto, el público reclamó un bis, que llegó con El nido, una canción luminosa que habla de alegría, resistenci­a y sororidad (mensajes muy adecuados ante la proximidad del 8M) y que sonó a medio camino entre la ciberdelia y la rítmica africana. Y es que no en vano Musgö extrae de su arpa eléctrica una sonoridad muy próxima a la de la kora de la cultura mandinga. Fue, sin duda, un vibrante inicio para esta nueva Cosecha de Invierno. ●

Musgö

Arpa eléctrica La Cultural de Tormos

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Musgö.

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