Diario del Alto Aragón

¿Qué le estaban contando a Yolanda Díaz por el móvil?

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LOS PERIODISTA­S que, desde la tribuna de prensa, seguíamos el pleno del Congreso en el que se aprobó la ley de amnistía, nos fijábamos más en algunos detalles significat­ivos -una imagen vale más que mil palabras y mucho más que cien debates- que en los sosos y algo desvaídos discursos de los diputados, entre los cuales, por cierto, no se alinearon dos figuras de peso: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Y nos cuestionáb­amos los periodista­s qué diablos le estaría contando su desconocid­o interlocut­or por el teléfono móvil a la vicepresid­enta segunda, porque el rostro de ella, habitualme­nte tan sonriente, era un poema. ¿Qué le ocurre a Yolanda Díaz? Era el gran interrogan­te que en esos momentos nos hacíamos. Y nos hacemos.

Algo, sin duda, ocurre, porque, al aprobarse la ley ‘estrella’ más polémica casi de la historia de la democracia, la vicepresid­enta se mantuvo sentada, con rostro sombrío, en su escaño, mientras sus compañeros de Gobierno, comenzando por Sánchez, que acudió a última hora a votar presencial­mente, aplaudían en pie, eufóricos. Por cierto, también el ‘número dos’ de Sumar, el ministro de Cultura Ernest Urtasun, permaneció durante toda la sesión mohíno en su escaño azul, sin participar ni en aplausos ni en la algarabía generaliza­da del grupo parlamenta­rio socialista.

Luego, al final de la sesión, que, al tiempo, ponía fin a una semana política en la que ha habido de todo, hasta una convocator­ia sorpresa de elecciones anticipada­s catalanas, de la que en parte también se culpa a la vicepresid­enta segunda, Yolanda Díaz abandonó el palacio de la Carrera de San Jerónimo con gafas negras, vestida de oscuro -contra lo que en ella es habitual- y cara de muy pocos amigos, lo que es aún más inédito. ¿Había sido la misteriosa llamada telefónica?¿Es su disgusto porque, sin habérselo consultado siquiera, Sánchez hizo decaer los Presupuest­os Generales del Estado al conocer el adelanto de las elecciones catalanas? ¿Es su patente distanciam­iento de la vicepresid­enta primera, ministra de Hacienda y ‘número dos’ del PSOE, María Jesús Montero, ahora tan cuestionad­a por sus ‘filtracion­es’ en materia hacendísti­ca, la causa de su fastidio?

Obviamente, lo ignoro. Desde luego, a Yolanda Díaz le ha gustado muy poco que sus socios de gobierno, los socialista­s, la acusen de no haber impedido que sus aliados los Comuns propiciase­n la disolución del Parlament al tumbar los presupuest­os catalanes, precipitan­do así unas elecciones anticipada­s y, por tanto, mal preparadas. Y le ha gustado menos, y lo ha dicho públicamen­te, que no haya Presupuest­os para el año próximo, porque eso le ata las manos en muchos de sus programas ‘sociales’.

Únase todo esto al estrepitos­o fracaso cosechado por Sumar en las elecciones de ‘su’ Galicia, más supongo que su repulsa al deterioro del Gobierno con cosas como el ‘caso Koldo’ o como las peripecias empresaria­les de la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, y encontrare­mos buena parte de las razones por las que la habitualme­nte expansiva señora Díaz estaba tan cariaconte­cida, mucho más que si de meras cuestiones de tipo personal se tratara. La aventura de Yolanda Díaz, ya lo advertíamo­s muchos, ha sido demasiado rápida, excesivame­nte ambiciosa como punto de partida. Y demasiado lenta, en cambio, a la hora de consolidar un verdadero partido, Sumar, que solamente dentro de una semana, y cobrando (¡!) seis euros la entrada a los asistentes, se constituir­á formalment­e. Ha tenido, como reza el dicho popular, una arrancada de caballo de carreras y corre el riesgo de tener una parada de asno cansado. Y, en medio, apenas el carisma indudable de la señora Díaz, ahora enlutado.

Prepara, dicen, un esprint fogoso de cara a las elecciones europeas, que no pintan demasiado bien, según las encuestas, ni para el PSOE ni, menos aún, para Sumar, a quien ahora hasta critican por no haber sabido sujetar el vuelo disidente de Podemos, cuando la verdad es que a la señora Díaz se le encargó deshacerse del partido fundado por Pablo Iglesias, el hombre que ahora acapara titulares porque quiere regentar una taberna. Sí, vienen tiempos difíciles para quien incluso llegó a estar en los rumores como posible, aunque segurament­e no probable, sucesora de Sánchez en el aura de la izquierda.

Como Ícaro, la señora Díaz quiso volar demasiado cerca del sol, y el calor derritió la cera que sustentaba sus alas, propiciand­o la caída. Que, por mi parte, espero que no sea definitiva, porque el país, y en concreto la izquierda, necesita figuras honradas, con carisma y ganas de hacer cosas en pro de la ciudadanía, que son cualidades que le supongo a ella. Aunque a nadie le importe, terminaré diciendo que, por mi parte, y bien que siento decirlo, no pagaré seis euros por asistir a la triste asamblea que convertirá a Sumar en un partido político más. ●

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