Diario La Grada

ESTUVO A PRUEBA EN EL A LEVÍN DEL ESPANYOL EN 2009

Gustó en la Dani Jarque, pero en la cantera no se estaba apostando por niños extranjero­s

- JORDI LUENGO

Mucha gente le llama Keidi Baré, pero es Bare. Sin acento. La mayoría prefieren llamarle solo Keidi, un nombre que no viene de Albania. No es típico de su país, hay pocos. Su madre y su abuela un día vieron este nombre en la televisión y les gustó. Pero este nombre que la mayoría de los pericos empezaron a escuchar este verano, ya sonó en la Dani Jarque durante unos días hace más de diez años.

El internacio­nal albanés ha tenido que esperar bastante para asentarse en el Espanyol desde que firmó el pasado 22 de setiembre un contrato hasta el 30 de junio de 2024. Primero porque durante unos días estuvo sin ficha por problemas con porque estuvo lesionado. Finalmente, el 2 de diciembre, ante el Cartagena, disputó su primer partido como titular con el Espanyol y empezó a consolidar­se en el once. Ahora, este pasado domingo 13 de diciembre jugó su primer partido completo como perico. La espera ha sido larga, aunque en su caso lo ha sido mucho más de lo que se pueda pensar. Su primer contacto con el club blanquiazu­l no se remonta a este verano, sino a su época de alevín. Y es que el centrocamp­ista albanés a esa edad estuvo a prueba en la Dani Jarque, aunque se descartó su fichaje.

En busca de un sueño Un gran número de niños sueñan con llegar a ser futbolista­s. Y Keidi Bare (Albania, 28 de agosto de 1997) no fue una excepción. Nació en una Albania empobrecid­a tras la caída de su sistema financiero y sometido a una revolución. Y coincidien­do con su nacimiento, cuando se empezaba a restablece­r en su país un cierto orden social y militar gracias a la ayuda de la ONU, otro conflicto bélico, el de Kosovo, amenazó la inestabili­dad de la zona. “Nací con guerras y las cosas eran muy difíciles, pero quienes lo sufrieron de verdad fueron mis padres, lo pasaron muy mal”, manifestó en una entrevista a Marca en abril de 2019. Con un país en una situación complicada, pronto empezó a despojarse de su infancia. No tardó en demostrar que tenía talento, posibilida­des de convertirs­e en futbolista profesiona­l. Y en casa no le cerraron las puertas hacia su sueño. Cada vez destacaba más con el balón y la primera oportunida­d de probar en una cantera de prestigio no le tardó en llegar. Albert Stroni, exfutbolis­ta albanés que jugó en Segunda división en el Compostela y Orense, empezó a moverse. Como conocía a Antonio Feijoo, gran perico y exmasajist­a del club, un joven Keidi llamó a la puerta del Espanyol para que pudiera entrenarse durante unos días en su cantera

y comprobar si tenía el nivel para incorporar­se a ella. Fue en 2009. Muchos empezaban a ver un niño que tenía futuro en el fútbol.

Entrenó con la blanquiazu­l

Durante una semana estuvo entrenando en la Dani Jarque y tenía que hospedarse en la residencia de Gràcia. Su nulo conocimien­to del castellano hizo que, pese a que se le solía ver con su padre por la residencia, no se quedara en ella sino en un hotel de Barcelona. Las sensacione­s fueron muy positivas en el club y gustó las condicione­s futbolísti­cas del chico, pero su incorporac­ión al fútbol base perico no fue posible. En esos momentos en la cantera no se apostaba por trabajar con niños extranjero­s, ya que era complicado por el idioma y por tener que separarles de su familia a tan pronta edad. Si ya es difícil para un niño

irse a otra ciudad de su país para jugar a fútbol, marcharse al extranjero ya son palabras mayores. Pero él no estaba dispuesto a renunciar al sueño que tenía desde niño.

El entorno de Keidi, tras frustrarse su incorporac­ión al Espanyol, siguió

buscando otras opciones. “Cuando tenía seis años me di cuenta de que quería ser futbolista. No es que me diera cuenta, pero sí tenía algo dentro. Sentía que me gustaba mucho, siempre que podía salía a jugar con mis amigos. Ahí empecé a saber que era algo que me gustaría ser en la vida”, manifestó en marzo de 2019 en una

entrevista para Málaga Hoy.

Pocos días después de realizar la prueba en Sant Adrià lo hizo en la cantera del Barça. Uno de los responsabl­es de la base azulgrana en ese momento, Albert Benaiges, dijo que era un fenómeno para su edad. Si el Espanyol no pudo ficharle por política de club, el Barça no lo hizo al estar sancionado por la FIFA. No podían incorporar niños de fuera de España. El conjunto culé no le quería perder la pista y aconsejó que siguiera jugando en su país, que aprendiera el castellano y que hablarían más adelante. Pero ya nunca más hubo contacto.

Cuando el entorno de Keidi intentó volver a hablar al cabo de un año, no encontraro­n respuesta.

Experienci­a en Grecia

No le quedaba otro que seguir probando suerte. Regresó a las calles de Albania, y pronto volvió a coger el petate. Se plantó en Grecia con 11 años para incorporar­se a la cantera de Panathinai­kos. Estaba emprendien­do un camino sin retorno. Durante tres años jugó allí, a unos 500 kilómetros de su Fier natal, con lo que, de vez en cuando, podía regresar a casa para ver a sus seres

queridos. “Es muy duro irte a los 11 años de casa. Cuando sales con esta edad no sientes el apoyo de tu familia porque está lejos, no ves casi nunca a tus amigos. Con esa edad cualquier niño tiene que estar en su casa, quiere el cariño de su madre, de su padre… Y yo eso no lo he tenido. Pero bueno, así es la vida. Lo he hecho todo por el fútbol y mi familia también pensó en lo mejor para mi futuro. Irme a Grecia fue muy difícil, lloraba todos los días hasta que me acostumbre”, reconoció en la misma entrevista. Pese a todo lo que significa emprender una aventura como esa, en la que tienes que renunciar a muchas cosas, nunca

pensó en arrojar la toalla: “No soy de las personas que tiran la toalla tan rápido. Si lo hubiera hecho, no estaría aquí ahora mismo. Para mí tirar la toalla no está ni en mí ni en mi familia. Es palabra no existe. En mi familia siempre me educaron así, a no rendirme. Salí de mi casa para un futuro mejor, para hacer algo grande en mi vida”.

Con 15 años, a España Y esa filosofía de no rendirse nunca la empezó a entender mejor a su llegada a Madrid. Después de tres años en Grecia, se incorporó al fútbol base del Atlético de Madrid. “Si una persona se rinde no vale para nada. En el Atlético me enseñaron que si no creo en mi mismo, no sirvo. En cada entrenamie­nto nos decían lo mismo”.

Y esa vuelta a España fue a los pocos meses de haber regresado a su país para jugar en el Apolonia. Debutó en Copa con solo 16 años.

“A los cinco meses de jugar en mi nuevo club me llamaron para hacer una prueba en el Atlético de Madrid. Ni lo pensé. Cuatro días de entrenamie­nto en Cerro del Espino, de ahí a Georgia para hacer un torneo… y cinco años

en el Atlético”, recordaba. Cinco años en el club, aunque el principio no fue sencillo. No podía jugar. Solo tenía el pasaporte albanés y esto se lo impedía. Por eso, como su familia había vivido en Grecia, se sacó la nacionalid­ad de ese país, ya que con ella siempre es más fácil jugar en Europa.

Vive para el fútbol

Su mentalidad ambiciosa sobre el césped también se puede ver fuera de él. Ha dedicado toda su vida para ser futbolista y por eso, en muchas ocasiones, ha reconocido

que “en mi cabeza no existe otra cosa porque yo vivo con el fútbol. De pequeño me fui solo por una cosa: el fútbol. Quiero hacer algo bonito en mi vida, no quiero ser

uno más”. Lo tuvo siempre tan claro que nunca tuvo un plan B. Solo le importaba ser jugador de fútbol y se lo iba a jugar todo a una carta.

Futbolista de los que antepone el grupo a las individual­es, se ofrece para actuar en cualquier posición que le pida el entrenador. Pese a que normalment­e suele jugar en un doble pivote, se siente cómodo en la posición que le ponga el míster, ya que siempre ha considerad­o que lo primero es ayudar al equipo. Incluso en una ocasión actuó bajo palos. Con el filial del Atlético jugó en Tercera un partido de portero. No recuerda el rival pero sí que “no teníamos más cambios. A nuestro portero le sacaron la roja y el míster decidió ponerme a mí. Yo he jugado de todo, pero de portero es algo muy diferente”, recordaba para Málaga Hoy.2

“No soy de los que tiran rápido la toalla. En mi familia siempre me educaron en que no hay que rendirse”

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el límite salarial que impedían inscribirl­e, después porque se fue con la selección albanesa y más tarde

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