Diario La Grada

Hatton Habría preferido a CHen

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Las Vegas, diciembre de 2007, un boxeador inglés llamado Ricky Hatton que acumula 43 victorias y ninguna derrota se enfrenta, por el título mundial de peso wélter, al americano Floyd Mayweather Jr. Es la final de la copa del mundo para un púgil y delante tiene al que será una de las leyendas de este deporte. Vestido de azul bebé, hay un detalle en el pantalón del británico que delata la elección de ese color para una cita tan memorable: el escudo del Manchester City. El sonido del público presente en el combate también evidencia que Hatton ha logrado unir fútbol y boxeo, dos de los deportes más ingleses que existen. El pack “viaje + entrada” ha sido un éxito en Inglaterra. En las gradas lucen decenas de banderas de Gran Bretaña y se escuchan cánticos animando a Hatton que recuerdan al ambiente de cualquier estadio de la Premier. El boxeador británico, escaso de técnica pero con el arrojo del demente de cantina, embiste al peleador americano más con el cuerpo que con los puños. Hatton acaba noqueado en el décimo asalto, pero de fondo se siguen escuchando las canciones inglesas que corean su nombre. Es una derrota dulce. Ha perdido sin renunciar a su estilo. En ese año 2007, cuando Ricky Hatton se levantó de la lona tras la derrota, el Manchester City era un equipo bastante similar al Espanyol. Club histórico, con una afición fiel ante la adversidad, que vivía a la sombra de un equipo gigantesco, exitoso, prepotente y mundialmen­te mucho más famoso: el Manchester United. Por aquel entonces, si alguien decía “Manchester”, era indudable que se estaba refiriendo al United. El City deambulaba entre mitad y mitad baja de la tabla y sus plantillas estaban repletas de futbolista­s británicos. Las estrellas del City de entonces (Ireland, Richards, Vassell, Petrov o Caicedo) difícilmen­te habrían tenido lugar en el United de Ferguson, Cristiano Ronaldo y Rooney. Hoy, tras ser comprados por los magnates de los petrodólar­es, el City es el club más poderoso de Inglaterra, ha modificado su escudo para hacerlo más comercial, casi no tiene ingleses en su plantilla y la gran figura del club es Pep Guardiola, que de británico tiene poco y que, como jugador y como entrenador, representa todo lo que el City ha despreciad­o siempre del United: poder, dinero y altanería. Hasta el punto que City y United parecen haber cambiado las posiciones que históricam­ente ocupaba cada uno. Digo todo esto porque muchas veces pienso en la suerte que tuvimos de que fuera Mr. Chen quien comprara el Espanyol. Con mucho menos dinero que los dueños citizens, el magnate chino ha demostrado respetar el legado histórico recibido, cambiando lo mínimo y necesario (las cuentas y la gestión, básicament­e) para permitirno­s seguir siendo nosotros mismos. Una actitud que recuerda a la de aquellos restaurado­res chinos que adquieren un bar y no descuelgan el cuadro de Pontevedra o el póster de Valentino Rossi del anterior dueño, como si hacerlo fuera un desprecio al esfuerzo vital del predecesor. Ahora, que estamos en la lona, el club puede escuchar los cánticos de sus aficionado­s que le animan pese al traspiés. Orgullosos de seguir fieles a nuestra manera de vivir el fútbol. Ricky Hatton, en cambio, imagino que celebra las recientes alegrías del City con cierta melancolía, porque venderse para ganar es la mayor de las derrotas. De poder elegir, estoy seguro que habría escogido a Chen y seguir siendo el auténtico City por delante de los petrodólar­es, que han acabado por convertir a su club en una multinacio­nal del espectácul­o.

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