VICTORIAS DE BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Empezamos las fiestas navideñas con el dulce sabor de las victorias. Uno no acaba de acostumbrarse a ganar más que a empatar y perder. 13 victorias, 3 empates y 3 derrotas. Viendo estos números parece mentira que hayamos estado preocupados en algún momento durante el primer tercio de lo que llevamos de temporada. Estas mismas cifras en Primera división nos harían sentir orgullosos. Sacaríamos pecho y mostraríamos escote. Pero en Segunda división no hay tiempo para presumir hasta que la temporada esté finiquitada. En Primera nos podríamos permitir –como ya ocurrió en la temporada de Rubi– empezar entre los tres o cuatro primeros durante diez jornadas para acabar séptimos de manera apoteósica sin sentirnos unos fracasados. En Segunda, incluso el tercer puesto se puede considerar un mini fracaso. A pesar de no estar todo perdido, jugar play-off es alargar la ansiedad que provoca el deseo de volver a LaLiga Santander. Fuimos desahuciados por no pagar el peaje que te mantiene en Primera. Ahora hemos cogido un trabajo de menor categoría para poder devolver al club a donde le pertenece: LaLiga. Trato de evitar utilizar la primera persona del plural cuando me refiero al equipo, pero es imposible hablar de El Mágico sin involucrarse. Nadie más que los pericos hablamos del Espanyol. Aunque últimamente desde Gijón y Mallorca se nos tiene en cuenta. De la nada ha surgido una rivalidad que nadie habría sospechado hace cinco meses. Intenta leer esto sin sonreír: el asunto Babin todavía colea. En un libro que estoy leyendo de gestión empresarial Fast Good (en realidad es autoyuda camuflada) dice que cuando haces las cosas bien las garras de la envidia te acariciarán. Pues parece que nuestros jugadores y técnicos están haciendo muy bien las cosas –según ese libro–. Curiosamente, las únicas aficiones rivales que tienen problemas con nosotros son las antes citadas. Pero nosotros no nos quedamos atrás en Twitter #RCDE, desde que estamos arriba (pero abajo) hemos ganado autoconfianza. Sin embargo, no hemos perdido el gen sufridor que no nos permite sacar pecho por miedo a que una serie de resultados adversos nos lo hunda como Nigel De Jong a Xabi Alonso en el Mundial de Sudáfrica. Ha sido un primer tercio de liga brillante, pero no podemos decir esto de que nos quiten lo bailao porque ni siquiera lo sentimos así al haberlo visto desde casa con el estadio vacío. No es lo mismo bailar en la discoteca que en tu casa. Bailar pegados es bailar, decía Sergio Dalma, pero estamos bailando solos “cada uno en su volcán y a dos metros de ti…”. Las alegrías que nos está dando el equipo, en compañía, o con público, dejarían un rastro mucho más sólido de lo que estamos disfrutando. A día de hoy, la sensación que tengo es de que cada victoria es un borrón y cuenta nueva.