Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

SARA BARAS

- Por Rosa Villacastí­n

Ver a Sara Baras en un escenario es una experienci­a casi religiosa, por su forma de mover los pies, las manos, la cintura, el cuerpo, toda ella inmersa en la música, en el compás, sola o acompañada, moviendo la falda como sólo ella sabe. Con una elegancia que le sale de lo más hondo de su corazón y que expande por el teatro hasta conseguir que el público sólo tenga ojos para ella y los miembros de su compañía, a quienes se puede ver en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid hasta el 2 de julio.

Nacida en San Fernando, Cádiz, fue Concha, su madre, quien le metió el gusanillo del flamenco en el cuerpo. Un sentimient­o que marcó su vida hasta convertirl­a en una estrella a nivel internacio­nal porque, como bien dice, el arte no conoce fronteras. -Sara, ¿cuando está bailando, siente al público?

-Lo siento todo desde el momento que se levanta el telón, incluso hay veces que por la razón que sea tardan en incorporar­se a lo que están viendo, y yo lo noto. -¿Pensaba en eso cuando ideó el espectácul­o “Voces”?

-Este espectácul­o fue una necesidad que tenía de homenajear al maestro Paco de Lucía y a otros grandes del flamenco. Para mí fue un golpe durísimo enterarme de que Paco se había ido y cómo se había ido. -¿Recuerda dónde se encontraba?

-En Londres, a punto de dar una rueda de prensa porque al día siguiente estrenábam­os “La Pepa”. Fue tal el golpe, que sentí la necesidad de montar este espectácul­o. -También homenajea a Antonio Gades.

-Porque fue la persona que me enseñó a valorar los consejos que te dan los maestros, su ejemplo de vida, cómo defendió el flamenco en una época muy difícil.

NACIÓ el 25 de abril de 1971 en San Fernando, Cádiz. INICIOS Comienza a bailar en la escuela de su madre, Concha Baras, después entra a formar parte del grupo Los niños de la Tertulia Flamenca, con los que recorre los festivales flamencos de Barcelona.

TRAYECTORI­A A los 24 años entra en la Compañía de Manuel Morao, obteniendo ese mismo año el Primer Premio “Gente Joven”, de TVE. Durante la Expo 92 actúa en el Auditorio de La Cartuja y a finales de ese mismo año en el Teatro Town Hall, de Nueva York. En 1997 forma su propia compañía, cerrando el XXXVII Festival Nacional del Cante de las Minas. En 1999 estrena “Sueños” y “Mariana Pineda”. En 2003 recoge el Premio Nacional de Danza. En 2007 estrena la versión de “Carmen”, la cigarrera de Marimé, en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona. Hasta el 2 de Julio se la puede ver en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid con su espectácul­o “Voces”. FAMILIA Casada con José Serrano, un maestro de la danza, la pareja tiene un hijo de cinco años.

Yo creo que tengo la obligación moral de enseñar todo eso a la generación que me precede. -¿Llegó a bailar con él?

-No, le conocí en Japón porque un día vino a vernos donde estábamos bailando. Yo no daba crédito, sobre todo cuando empezó a decirme cómo tenía que poner la pierna, los brazos, porque él simplement­e caminando por el escenario, te cautivaba. Tuvimos una relación muy bonita. -¿Qué destacaría de Gades? -Que era muy trabajador, que tenía una gran disciplina y un algo especial que sólo tienen los genios. Él lo era, por eso hay un antes y un después de Gades en el flamenco. -¿Cree que se le ha reconocido su valía?

-Aquí no, fuera sí, es algo de lo que te das cuenta cuando sales al extranjero, todo lo que él ha hecho. Ahora que me acaban de nombrar Embajadora de la Marca España, comprendo que Gades lo fue también porque dejó su sello en los festivales más importante­s de danza del mundo. -¿ Qué recuerda de Enrique Morente?.

-Era un grande, no sólo por su talento, sino por la cultura que tenía, por lo valiente y lo humilde que era. Un ejemplo para las generacion­es futuras. -Y Carmen Amaya, ¿qué tenía de especial?

-No la conocí, pero en el espectácul­o suena su voz porque yo soy una gran admiradora suya, por lo que representó como mujer, por su valentía, protegiend­o y tirando siempre de los suyos y por no perder ni pizca de su identidad, ni de su garra ni de su fuerza. Con ella se me mezcla todo, porque el baile no son sólo pasos, es una forma de vivir. -¿No le resulta extraño que apenas se recuerde a las bailaoras?

-Yo he tenido suerte por haber llegado en un momento en que la gente quería mujeres. Ha habido bailaoras maravillos­as pero que terminaban su trabajo y se iban a casa a hacer la cena de sus niños, y los maridos salían y entraban porque entonces la vida era así. -A usted eso no le ha pasado.

-No, porque es otra época. Yo no me he sentido discrimina­da nunca por el hecho de ser mujer. Al revés, cuando monto mi compañía en la que la ma- yoría de los que trabajaban eran chicos, nadie me dijo nunca que se sintiese mal porque la jefa fuera una mujer. Mi ilusión era montar algo, hacer las cosas como a mí me gustaba, pero sin pararme a pensar en situacione­s que han pasado a otras generacion­es. Ahora no tengo la impresión de que ocurra. -¿Siempre ha estado tan segura de hacia donde quería ir?

-En mi carrera ha habido mucha gente que me ha ayudado, maestros que me han dado consejos muy importante­s, y eso me ha facilitado el camino. -Su madre ha sido decisiva en su carrera.

-Se lo digo siempre, nunca podré agradecerl­e haberme dado la vida, pero sobre todo inculcarno­s el amor al arte, a la música, al baile y al flamenco, ella lo hizo de una manera que nunca nos sentimos presionado­s. -¿En qué momento siente la llamada del baile?

-Siendo una cría de 13 o 14 años ya me gustaba dibujar coreografí­as. De mi abuelo, que era pianista de música clásica, y de mi madre, que tenía una escuela de baile, heredé el amor al flamenco, también de escuchar a Camarón en las fiestas del barrio. -Tengo la impresión de que lleva una carrera sin contratiem­pos.

-Muy buena, quizá lo que más me ha costado es separarme de mi hijo. Eso no pensaba que me iba a doler tanto. Y eso que intentamos llevarlo con nosotros siempre que podemos, porque desde el principio nos hicimos el firme propósito de llevarlo al colegio, incluso cuando nos hemos acostado muy tarde. Era tanta la ilusión por ser padres que aprovecham­os todo el tiempo para estar con él. -Y cuando van de gira, ¿qué hace?

-La última a Nueva York, Washington, Miami, México, no lo llevamos y no sabes lo que he llorado, y eso que íbamos a teatros que nunca pensé que llegaría a pisar. A veces pienso que nada me compensa si no puedo estar al lado de mi hijo. -La conciliaci­ón es compleja.

-No lo es en mi caso porque he logrado que estemos los tres juntos el mayor tiempo posible. De ahí saco la fuerza para después dedicarme a mi trabajo porque si estás bien personalme­nte eso se nota en el escenario.

-A usted se le ve pletórica.

-Yo tengo la suerte de estar muy bien rodeada, no sólo por mi familia, también por mis amigos, por la gente que trabaja conmigo, porque es en las pequeñas cosas donde verdaderam­ente está la felicidad. -Recuerdo cuando empezó con José Serrano, su marido (bailaor).

-Te lo comenté en una entrevista que me hiciste hace 17 años, cómo pasa el tiempo... Nosotros nos llevamos muy bien, no tenemos problemas de ningún tipo, quizá tenemos muy claro dónde está cada uno, yo estoy en casi todo lo que tiene que ver con la compañía, y él está en lo suyo. -¿Quién acepta mejor las críticas?

-Depende, supongo que como estamos tan compenetra­dos, no hay problemas en este sentido. Porque esta es una compañía muy familiar y mi marido siempre me dice que tengo mucha paciencia. -¿La tiene?

-Sí, también es verdad que intentamos repartirno­s las obligacion­es para que no sea uno el que cargue con todo el peso, pero nos vamos adaptando a las necesidade­s. -¿Cómo gestiona la fama?

-Si mi nombre sirve para ayudar a alguien, me olvido de todo, y lo hago. Yo soy madrina de Mi Princesa Rett, asociación que investiga una patología del desarrollo neurológic­o que afecta más a las niñas. Me he implicado porque me parece tan cruel que los niños tengan que pasar por esto, que haré todo lo que pueda. -Hay enfermedad­es que no se pueden prever.

-Se lo digo a mi marido, mi hijo tiene los cachetes ‘coloraos’, está muy sano, y de repente te encuentras con una niña que no come, no puede andar, y eso es un dolor tan grande... A la fama le tengo que agradecer que me sirve para ayudar. -Pero hay otra parte de la fama más difícil de controlar.

-¿Te refieres a cuando te piden fotos y esas cosas? Yo no lo llevo mal, porque les entiendo, aunque yo sería incapaz de acercarme a un famoso. Soy una persona muy cercana, nada diva, y aunque estemos en un restaurant­e, me levanto y me hago la foto pero si estoy con mi hijo me respetan. -No protagoniz­ar escándalos tiene su recompensa.

-Va a hacer 20 años que tengo compañía y nunca he tenido problemas. Vivo de hacer lo que me gusta que es bailar, soñar y hacer soñar, conocer gente, eso es un privilegio. -¿A quién no olvida?

-A mis padres, que son muy especiales. He sabido aprovechar todo lo bueno que me ha enseñado esa gente que me he encontrado en el camino. Sin olvidar el factor suerte. -¿De dónde saca tanta positivida­d?

-De la educación que me dieron mis padres, y porque la vida es muy distinta si intentas ver el lado bueno o el lado malo. -¿Qué publico es el más entregado?

-Tengo pasión por el francés, donde voy a menudo, y me ha sorprendid­o la buena respuesta de los turcos. Por primera vez hemos estado en Estambul y la conexión ha sido increíble, como la de Singapur o Hong Kong, siendo como son tan distintos a nosotros. -¿Quiénes son más extroverti­dos, las mujeres o los hombres?

-No lo había pensado pero sí es verdad que muchas veces me dicen que para ir a verme han tirado de los maridos. La mujer es la primera en dar el paso, prueba de ello es que son las que llenan los teatros, las presentaci­ones de libros, diría que se interesan más por la cultura. -¿Si su hijo quisiera ser artista?

-No lo sé, porque en este país cuesta hacerse un hueco, y estar arriba más porque aquí no hay termino medio, pero si él quiere tendría todo nuestro apoyo. Intentamos que tenga la oportunida­d de estudiar lo que quiera, y transmitir­le los mismos valores que a nosotros nos han transmitid­o. -Enuméreme alguno.

-La honestidad, la honradez, la lucha, la entrega, el respeto a la familia y que a aquello a lo que te dediques, lo hagas bien, sabiendo que nadie te va a regalar nada. -¿Qué le gustaría dar a su hijo?

-En nuestra generación, quienes hemos sido papás más tarde lo somos de otra forma. Estamos muy conciencia­dos, porque es una experienci­a que queremos vivir a tope. -¿Pero no les protegen en exceso?

-Es posible, nosotros le hemos cambiado de colegio este año y recuerdo su primer día en el que no nos movimos de la puerta pensando que nos llamarían para decirnos que estaba llorando... Pues no, a las cinco salió sonriendo y feliz. Nos dimos cuenta de que los niños tienen vida propia. -¿Le gusta salir al escenario?

-Sí, cuando me dice que quiere salir yo le contesto que para salir al escenario hay que hacer algo. Y ¿sabes lo que me contestó?: ¡Pues hago de Spiderman! y salió, lanzando telarañas al compás de la música. -¿Cuáles son sus proyectos inmediatos?

-En Madrid estaremos hasta el 2 de julio, los miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos, será un verano tranquilo, para reponer fuerzas y cumplir algunos compromiso­s porque estrenamos en Pamplona, en el mes de septiembre, un nuevo espectácul­o. ENTREVISTA REALIZADA EN EL TEATRO NUEVO APOLO. PLAZA DE TIRSO DE MOLINA, 1. MADRID. TELF.: 913 69 06 37

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Sara Baras y Rosa Villacastí­n, durante la entrevista en el Teatro Nuevo Apolo, de Madrid.
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hay un momento al final “En todos los espectácul­os me encuentro con que es cuando verdaderam­ente muy emocionant­e”. el público. Un encuentro Mi FOTO favorita

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