Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

LORENZO CAPRILE

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Cuando Lorenzo Caprile empezó a trabajar a los catorce años poco podía imaginar que se convertirí­a en uno de los diseñadore­s de trajes de novia más prestigios­os de nuestro país, prueba de ello es que le han concedido la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Humilde, discreto, reservado, huye de los grandes titulares, sobre todo si de lo que se trata es de opinar sobre la elegancia o la forma de vestir de la Reina de España. Un silencio que le honra porque demuestra que no necesita hacerse propaganda a costa de una mujer que está en el punto de mira de los medios.

En plena temporada y a pleno rendimient­o, Lorenzo abandona por unas horas su taller en el barrio de Salamanca de Ma- drid, para charlar con nosotros en el Hotel Hospes de Madrid, consciente como soy de que nos hace un regalo, ya que nadie como él para hacernos un retrato fidedigno de la moda española y los cambios sociales. -Hace 25 años que fundó su propio taller. -Que se me han pasado volando, porque han sido 25 años llenos de satisfacci­ones, de lucha. Una carrera muy sólida, en la que he podido desarrolla­rme plenamente pero en la que como es lógico se han quedado muchas cosas por hacer. -¿En el plano personal o profesiona­l? -En ambos, en lo personal, porque hay muchas cosas y muchas personas que se han quedado por el camino. En lo profesiona­l, he hecho muchas cosas y me siento satisfecho de todo lo que he conseguido, pero siempre hay cosas por hacer.

-¿Qué no haría si volviera a empezar?

-Segurament­e intentaría que mi marca no fuera tan personal, basada exclusivam­ente en mi nombre. En ese sentido las nuevas generacion­es lo hacen de forma muy diferente, sin personaliz­ar tanto. Unir la imagen pública con la marca me ha impedido tener la privacidad que me hubiera gustado.

-¿Tan duro le resulta ser un personaje?

-No, eso no, todo lo contrario, pero al final es mi nombre el que está ahí para todo, para lo bueno y lo malo. ¿Que tiene ventajas?, posiblemen­te, pero soy de los que creo que tanta exposición es pan para hoy y hambre para mañana. En ese sentido lo que he pretendido siempre es que me respeten, y tener una solidez profesiona­l, que creo haber conseguido, y lo digo con toda la humildad del mundo.

-¿Cómo fueron esos primeros años, fáciles o difíciles?

-Preciosos, porque ante todo primaba la ilusión, el coraje, la inconscien­cia, esa energía e ignorancia de la juventud que te permite hacer cualquier cosa sin pensar en las consecuenc­ias. Recuerdo los primeros seis años maravillos­os, y después, cuando ya me llegó el espaldaraz­o con el traje de boda de la infanta Cristina, lo importante para mí era mantenerme.

-Lo ha conseguido.

-Sí, pero estar en primera línea de fuego exige no bajar la guardia, renovarte constantem­ente, intentar que la gente no se olvide de ti manteniend­o un nivel de superación constante. Eso requiere un esfuerzo y una entrega muy grande.

-¿Es lo que le ha ayudado a superar la crisis?

-Sí, pero sobre todo lo que me ha ayudado es tener los pies en el suelo, ya que este negocio de la moda es un caramelo envenenado.

-¿Por qué?

-Porque una temporada te crees que eres el heredero de Balenciaga y a la siguiente no eres nadie.

-¿No ha tenido la tentación de abrir su propia tienda?

-No, en ese sentido he preferido preservar la marca por encima de todo. Este tipo de negocios son como los niños, nacen, crecen, maduran, se desarrolla­n, y en un momento dado tienes que elegir si continuar o no.

-Ahí está Armani, en la brecha a los 83 años.

-Es un caso excepciona­l, el único que mantiene el pabellón bien alto, siendo dueño del 100 por 100 de su negocio, mientras que la mayoría han tenido que vender a fondos de inversión, han traspasado o han cedido el testigo, en ese sentido mi modelo en muchos aspectos, tanto en el personal como en lo profesiona­l, es Givenchy.

-¿Qué tiene de especial?

-Tuve el privilegio de entrevista­rme con él cuando ya su tiempo era otro. Lo que no impide que su nombre siga siendo sinónimo de elegancia y prestigio, prueba de ello es que la ganadora del Oscar de este año, Emma Stone, ha lucido un modelo suyo.

-¿Qué le gustaría hacer que no ha hecho?

-Me volcaría más en mi carrera de figurinist­a teatral, que es una de mis grandes pasiones porque es un mundo fascinante, aunque al final también haga trajes para los actores. Otro sueño aparcado es escribir, no sólo sobre moda, pero sí sobre la profesión, sobre la moda pero con distancia.

-¿Cuáles son los pecados capitales de la moda?

-Hay un exceso de estímulo, de rapidez, y eso obliga a dejar en el camino cosas que para mí eran el abc de la moda cuando empecé y me formé. Me estoy refiriendo al concepto de calidad, que se está perdiendo.

-Decía Balenciaga que la ropa había que verla por el revés.

-Sí, porque desde un tiempo a esta parte todo es tan rápido que pienso que la moda está huérfana. Me explico: hasta los 80 todos tenemos una imagen, pero a partir de los 90 entramos en una especie de limbo que no me atrevo a calificar pero que ha cambiado lo que antes era la moda-moda.

-¿El low cost les ha hecho daño?

-A mí no, porque las personas que vienen a mi taller lo hacen porque llega un momento en su vida, como es una boda, que desean algo muy especial.

-¿Estamos volviendo al estilo Jackie Kennedy?

-Nunca se ha ido, lo que ocurre es que ha habido un intervalo de unos años en los que gobernaban Bush o Sarkozy, cuyas mu- jeres no han sido estereotip­os de la moda. Otra cosa diferente ha sido Michelle Obama, que tenía personalid­ad propia, pero en ese sentido Jackie es un icono y un referente de la moda de siempre.

-¿Qué tenía de especial?

-Para empezar, un físico envidiable y luego un algo que no sabría definir y que hay personas que lo tienen y otras que no. En cuanto a Melania Trump o Brigitte Macron, las veo políticame­nte correctas.

-¿Qué destacaría del estilo de la Reina Isabel de Inglaterra?

-Es una mujer que se conoce muy bien, que está en su papel, y que si utiliza colores llamativos es para diferencia­rse del resto y, porque según cuentan, están relacionad­os con fechas o acontecimi­entos importante­s de su país. A mí me hace mucha gracia, la verdad, porque con 91 años que siga en activo es muy meritorio.

-Lleva pocas joyas. ¿No están de moda?

-A veces me lo he preguntado y no encuentro la respuesta adecuada, será para no llamar la atención. Otra cosa es que hayan desapareci­do, yo creo que no, pero quizá no se exhiben tanto, ni siquiera los fabulosos collares que lucían con los trajes de noche. Ahora la mayoría se pone bisutería cara, pero bisutería al fin y al cabo.

-Sin embargo, cotiza lo vintage.

-En un mundo tan globalizad­o, donde la mayoría compra la ropa en tres o cuatro marcas conocidas, ese rebuscar en mercadillo­s, en los baúles de la abuela, es una manera de marcar la diferencia y la “Me ha ayudado tener los pies en el suelo. El negocio de la moda es un caramelo envenenado” personalid­ad. En general son artículos que con el tiempo tienden a desaparece­r, yo lo comparo con los muebles antiguos, que se compran para poner en las casas como un toque de elegancia.

-¿La moda evoluciona al mismo ritmo que la sociedad?

-Van en paralelo, la moda es un espejo de la sociedad. Antes no se te hubiera ocurrido ir al Real en vaqueros y sin embargo ahora los llevas y no pasa nada. No te digo ya lo de salir a la calle con un pantalón roto, que es la novedad. Hay ejecutivos que van a la oficina con unas deportivas y eso era impensable hace tan sólo unos años. Todo está cambiando mucho y muy rápido.

“Jackie Kennedy es un icono y un referente de la moda de siempre”

-¿Qué es lo que más le piden sus clientas?

-Yo nunca he pretendido ser el más vanguardis­ta, mis clientas buscan seguridad, un traje bien hecho, que les quede bien, elegante, un traje de la vieja escuela, que cuando se lo pongan dé gusto verlas.

-¿En qué se fija cuando ve a una mujer?

-En las proporcion­es, no se trata de estar delgada o rellenita, lo importante son las proporcion­es. Con los colores o con las telas puedes falsear, con las proporcion­es, no.

-¿Qué tiene Anne Igartiburu que no tienen otras mujeres?

-Anne es más que una clienta o una musa, como se ha llegado a decir. Es una amiga entrañable, ten en cuenta que empezamos a trabajar juntos en la Nochevieja 20092010, y desde entonces todos los años ha llevado un traje mío, veremos qué se nos ocurre para este año.

-¿A Carla Royo le volvería hacer el mismo traje de novia?

-No, hoy no, porque hoy la moda va por otro lado, pero en aquel momento fue un bombazo.

-¿En las segundas bodas, las novias se implican tanto como en la primera?

-Ya no hay reglas, ahora si a una novia le gusta vestirse con el traje blanco tradiciona­l, y cuatro metros de cola, no hay problema. En eso sí ha habido un cambio importante. Para la mujer, su boda es uno de los acontecimi­entos más emotivos e importante­s de su vida, generalmen­te les gusta echar la casa por la ventana.

-¿Lo más raro que le han pedido?

-Una pareja de amigos míos, que pronto cumplirán veintitant­os años de matrimonio, me pidieron que les bordara el escudo del Atlético de Madrid en el traje de novia. Por supuesto se lo bordamos por dentro. Fue un regalo del novio y a ella le encantó.

-¿Hemos perdido el miedo al color?

-En el Sur nunca se lo han tenido, es más, te diría que de un tiempo a esta parte la gente del norte le ha cogido gusto a vestirse con colores alegres.

-Acaba de cumplir 50, ¿cómo lo lleva?

-En plena crisis, algo que no pensé que me iba a ocurrir porque ya había pasado bien la de los 40.

-¿Cuál es la diferencia?

- Que a los 40 piensas que te queda mucho tiempo para hacer cosas, y a los 50 empiezas a replantear­te muchas otras.

-¿Cómo qué?

-En estos diez años mucha gente se ha quedado en el camino y eso es muy doloroso. Hace dos meses que murió una gran amiga que deja dos niñas, y eso duele...

-Se ha criado entre mujeres.

-Mi abuela, mi madre y cuatro hermanas, imagínate. Todas ellas han sido todo para mí porque han sido amigas, consejeras, sobre todo mi abuela y mi madre, que como buenas italianas me ayudaron mucho. De ellas he heredado el carácter, pero también ese concepto de elegancia, de buen hacer, que trato de imprimir a mis prendas.

-¿Qué diferencia a la moda española de la italiana?

-Las dos tienen mucho prestigio, aunque la moda italiana ya está en manos de multinacio­nales y la española no. Porque no podemos olvidar que el grupo que ha cambiado las reglas del juego a nivel mundial es Inditex y es español. En la moda hay un antes y un después de que se fundara Zara, eso es indudable. Y después, a nivel de trajes de novia está Pronovias, otro gran imperio español. Hay que perder ese complejo que tenemos los españoles respecto a los italianos y a los franceses.

-¿Qué repercusió­n tuvo el franquismo en la moda?

-Repercutió en todo, el boom de la moda italiana arranca en los 50, con la dolce vita, y eso en España no se vivió porque en aquellos años nosotros, comparados con Francia e Italia, éramos la Rumania de hoy. Por eso tenemos que estar orgullosos de la labor de Amancio Ortega en favor de la moda española.

-¿El low cost es perecedero o ha llegado para quedarse?

-El low cost llegó para quedarse porque es un estilo de ropa asequible a todos los bolsillos. La sociedad ha cambiado mucho y lo que hizo Inditex a principios de los noventa fue adelantars­e al siglo XXI.

-¿Qué cosas le inspiran a usted?

-En el mundo de la moda nupcial los cambios son más lentos, tanto que siguen conviviend­o dos grandes familias: la tradiciona­l, con su velo, su cola, sus encajes, y otra que es el traje romántico, lánguido, suave.

-¿Cree que desaparece­rá el traje de novia?

-Vaya pregunta, no sabría qué decirte, porque es una reflexión que nunca me he hecho. La pregunta es si las generacion­es del futuro se seguirán casando como ahora. La gente se casa menos, y el concepto de familia ha cambiado. En Europa las bodas como las nuestras no se celebran. Tampoco existe el concepto de madrina, que ha sido sustituido por las damas de honor.

-Curioso, porque usted no se ha casado.

-Es una de las cosas que se han quedado en el camino porque me he volcado demasiado en mi carrera, de la que estoy muy orgulloso, pero que me ha impedido dedicar más tiempo a mi vida personal. ENTREVISTA REALIZADA EN EL HOTEL HOSPES, PLAZA DE LA INDEPENDEN­CIA, 3. MADRID. TEL. 914 32 29 11

“Tenemos que estar orgullosos de lo que Amancio Ortega ha hecho por la moda española”

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Lorenzo y Rosa, durante la entrevista realizada en el Hotel Hospes de Madrid.
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