Diez Minutos

Javier Santos:

“Julio José me presentaba como su hermano”

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Javier Sánchez-Santos nos concedió, hace unos días en Valencia, su primera entrevista tras haber conseguido muestras de ADN que al parecer confirman lo que su madre ya le aseguró cuando tenía 13 años: Que su padre biológico era Julio Iglesias. María Edite Santos luchó en 1992 en los tribunales para conseguir que se reconocier­a la paternidad de su hijo, pero, siempre según esta parte de los implicados, un defecto de forma en el procedimie­nto hizo que en el Tribunal Constituci­onal se tumbara una sentencia que, en primera instancia, había sido favorable para el joven y su madre. Ahora, más de 20 años después y con nuevas pruebas, Javier ha decidido volver a poner el caso ante un juez.

Para él este tema ha marcado su vida desde la infancia y ha pasado momentos muy malos. Ahora ha decidido desnudarse y dejar claro que el objetivo de sus decisiones no es la herencia, que ha trabajado mucho para llegar donde está hoy y que, a pesar de todo, no cierra la puerta a tener una buena relación con ese hombre al que jamás ha podido llamar “papá”.

Dice no querer fama ni dinero. Sólo cerrar una etapa. Ha vivido en Santo Domingo, Miami, Los Ángeles e Ibiza. Huyó de su Valencia natal siendo un niño y no ha regresado hasta que no lo ha hecho de la mano de la que ahora es su mujer. Ya no quiere saber nada de aquel veinteañer­o que quiso ser cantante y se siente muy lejos de aquel niño que se dejaba amedrentar cuando sus compañeros de clase se burlaban de él llamándole “Julito”.

-¿En qué momento te enteras de que Julio Iglesias puede ser tu padre?

-Yo tenía 13 años, era víspera de Nochebuena y estaba toda la familia en casa. Fue mi abuela la que me lo contó. Yo sabía que mi padre no era mi padre, que me había adoptado, pero no sabía quién era mi padre biológico. En ese momento no me di cuenta de hasta qué punto mi vida iba a cambiar. Mi madre había decidido emprender medidas legales y yo no sabía el alcance de lo que me estaban contando.

-¿Tú eras consciente de quién era Julio Iglesias?

-Yo sabía que era un tío muy famoso, que cantaba y que le gustaban mucho las mujeres. Era el número uno. -¿Cuándo te das cuenta de la trascenden­cia de la situación?

-El día que se hizo público, no. Al día siguiente, cuando fui a clase. Ese día el murmullo típico de antes de entrar al aula se silenció por completo cuando yo aparecí por la puerta y me di cuenta de que mi vida no iba a seguir igual. -¿Y a partir de entonces qué ocurre?

-Mi vida cambia por completo. Fue una época muy dura. Yo era un chaval de barrio humilde y de repente todo el mundo me conocía. Si la adolescenc­ia de por sí es difícil, la mía lo fue el doble. Sentía el rechazo de una persona popular y el acoso escolar que tuve fue brutal. -¿El acoso vino causado por esto? -Sí. Me daban collejas, día sí y día también. Me pinchaban la rueda de la moto, tenía que aparcarla a 200 o 300 metros del instituto para que no le pasara nada. No podía bajar al recreo, me tenía que quedar en clase. Los más mayores se reían más de mí... Mi barrio en aquella época era muy salvaje. Todo ello determinó que yo dejara de estudiar en octavo de EGB y me marchara de España. Era incapaz de concentrar­me en clase.

-¿Te dolía más el rechazo porque fuera de una persona pública que por el hecho de que pudiera ser tu padre?

-Yo no entendía la situación. Mi madre puso la demanda de paternidad, presentó pruebas y testigos. El juez vio indicios y lo admitió a trámite, pidió las pruebas de ADN y él no se las hizo. Entonces, se dictaminó a nuestro favor. Ahí empezó a moverse su maquinaria, sus abogados empezaron a trabajar para tumbar esto y empezaron a salir testigos extraños. En los medios de comunicaci­ón se empezó a hablar mal de mi madre... Y yo ahí empecé a preguntarm­e qué estaba pasando y a ser consciente. Después vino la sentencia favorable a él por parte del Tribunal Constituci­onal y cuando nosotros recurrimos al Supremo se cerró el caso. Yo vi a mi madre sufrir mucho, tengo muy mal recuerdo de esa época.

-Decidistei­s pasar página…

- Sentíamos que no había nada que hacer. El caso se cerró y no había más posibilida­des, lo pasó mal sobre todo mi madre, pero continuamo­s adelante con nuestras vidas. Yo me fui de Valencia, la presión se rebajó y empecé a sentirme más tranquilo fuera del país. Podríamos haber recurrido al Tribunal de Derechos Humanos, pero era muy costoso y económicam­ente no podíamos permitírno­slo. -¿Entonces fue cuando empezó tu aventura musical?

-Sí. Me fui a Santo Domingo con un amigo que tenía otro amigo con un estudio musical y grabamos un disco. No es que la música me apasionara pero me dejé llevar. Sacamos el disco y fue un fracaso. Creo que si se vendió alguno fue el que compró mi madre. -¿Fue duro que no tuviera buena acogida?

-No. Tú te das cuenta de la gente que está llevando el asunto. Me llamaron Javier Iglesias, algo que yo siempre luché para que no sucediese. La discográfi­ca quiso hacerlo así y yo era un chaval y había cosas que no podía controlar. Me dejé llevar. -¿Empezaste en la música por acercarte a Julio?

-No. Mucha gente me presionó. Me decían que tenía que cantar y me gustaba cantar, pero no es algo por lo que yo sintiera verdadera pasión.

EL VALENCIANO CONFIESA QUE PADECIÓ BULLYING: “SUFRÍ ACOSO ESCOLAR, ME PINCHABAN LAS RUEDAS DE LA MOTO. TUVE QUE IRME DE ESPAÑA” ‘‘Empecé en la música por presión. No era algo que me apasionara, pero me dejé llevar’’

CONOCIÓ A ENRIQUE IGLESIAS EN MIAMI, MIENTRAS GRABABA UN DISCO

‘‘Cuando me mudé a Miami dormía en una oficina en un barrio muy peligroso’’

-Aun así lo intentaste otra vez.

-Sí, pero ya de una manera más seria. Si iba a dedicarme a algo no quería hacer el ridículo. Me fui a Miami y empecé a formarme en la música. Yo quería tener éxito en lo que hiciera y empecé a aprender canto, a tocar instrument­os... Y no lo hacía tan mal. Cuando volví a España y empecé a cantar por pueblos, en fiestecita­s, vi que no era algo que yo disfrutase. Me llamaron para hacer una entrevista en EE UU y ya no volví a España, me quedé allí. -Y grabaste el segundo disco.

-Estuve en Miami un año antes de grabarlo. Trabajé en diferentes sitios para costearme la vida allí y uno de ellos fue viajando a Cuba a llevar medicament­os. Fue un año y medio

muy intenso, no tenía casi dinero y hubo momentos en que dormía en una oficina. Luego me mudé a una casa diminuta, en un barrio muy peligroso del centro... -Pero lo recuerdas con una sonrisa…

-Son aventuras. Era muy joven y eran experienci­as. Yo en aquel momento estaba muy entusiasma­do. Estaba esperando a grabar el segundo disco. Me lo produjo Roberto Morales. Él había colaborado con Enrique Iglesias en los dos primeros discos, era un tío con un nombre y yo estaba esperando a que se decidiese a grabarme algo para mí. Se había comprometi­do, pero tardó más de año y medio y yo tuve que buscarme la vida. -Y ahí comenzó el disco “Lucha y verás”.

R: Sí, al final grabamos la maqueta y lo compro una discográfi­ca. Confiaron en mí, contamos

con los mejores músicos, los mejores estudios... Y el disco triunfó pero duro muy poco el éxito. -¿Qué pasó?

-Hubo cambios burocrátic­os en la discográfi­ca. Mi disco funcionó muy bien, se vendía genial. Compartí escenario con Shakira y Chayanne. Hice una gira por toda Latinoamér­ica... Pero echaron al director, que era quien me había apoyado. Cesaron los contratos con todos los cantantes menos con los dos que más vendíamos, que teníamos exclusivid­ad de cuatro años firmada, pero no nos hicieron campañas de publicidad ni nada más. Me sentí atado de pies y manos, tuve una batalla legal, pero no había nada que hacer. Empecé a caer en el olvido y dejé la música. Me decepcioné y lo pasé mal. -¿Piensas que hubo una mano negra que no te ayudó?

-No lo sé. Nunca he podido saberlo. Sí que me contaron que me habían vetado en algunas radios y yo llegué a pensar que tenía que ver con Julio porque se rumoreaba y me lo decían. En la lista de éxitos latinos llegué a estar en el puesto 20, detrás de Enrique Iglesias que estaba en el 12. Pero todo se acabó y yo no puedo afirmar que él tuviera algo que ver. Solo sé que pasaron cosas muy raras. Inexplicab­les. -¿Cuándo volviste a España?

-Después de California, de una temporada en Los Ángeles en la que disfruté mucho de la música desde otra perspectiv­a y de estar mucho tiempo lejos de mi familia, se me acabó el visado. Volví y estuve en Ibiza poniendo cocktails. Allí conocí a mi mujer y junto a ella volví a Valencia y me reconcilié con la ciudad donde había pasado mis peores años de infancia. Ahora soy feliz aquí.

-¿En ninguno de esos momentos en Estados Unidos hubo acercamien­to de ningún tipo con Julio Iglesias? -No. Nunca. Sólo lo he visto dos veces. Una de ellas, liaron a mi madre para que me llevara a una rueda de prensa que él daba en el hotel Rey Don Jaime de Valencia. Fuimos y fue muy incómodo. Yo estaba en un rincón, él estaba rodeado de prensa y al final me fui a la calle. Él no se acercó a mí ni yo a él. Una vez fuera, vi a Julio Iglesias Puga (Papuchi), pero él ni me miró al pasar. La otra vez que le vi fue antes de saber quién era. Fuimos a un concierto y fuimos muy pronto, antes de que empezara. Aún estaban con las pruebas de sonido, yo me senté en una de las primeras filas y mi madre se fue a intentar hablar con su padre a un lado del escenario. Él estaba prácticame­nte cantando para mí. Aquel día quería presentárm­elo, pero antes de que empezara el concierto nos echaron. -¿A Enrique y a Julio José sí les conociste? -Sí. A Enrique, cuando estaba grabando el disco y me movía

con gente que en aquel momento en Miami se considerab­a de nivel. Me lo encontré en un club. Nos presentaro­n, me saludó y me dijo “tenía muchas ganas de conocerte”. Le respondí que yo también, pero ya no hablamos más y jamás volvimos a vernos. Tampoco era el momento ni la situación. Los encuentros con Julio José -¿Con Julio José sí hubo más relación?

-Más que más relación, más encuentros. A él lo vi varias veces. Una de ellas, en la única que hablamos más, unos 15 minutos, me presentó a los amigos con los que estaba como “mi hermano”. Era una situación un poco surrealist­a. Me dijo que le hacía mucha gracia porque cada vez que me veía en televisión le recordaba mucho a un primo que tenemos: Carlos, creo.

JAVIER DICE QUE CUANDO CONOCIÓ EL RESULTADO DEL ADN TEMBLÓ ‘‘Empecé a trabajar de otras cosas. Necesitaba ganar dinero. Puse toldos, limpié coches”

-O sea que puede considerar­se que hubo cierto reconocimi­ento privado. En la familia si creían que podías ser su hijo…

-Yo imagino que pensarían: “¡Bah, mi padre que estuvo con una y tenemos un hermano por ahí!” Es algo que también puede pasar en otras familias…

-¿Nunca pensaste en pedir ayuda a Enrique o Julio cuando las cosas empezaron a ir mal en la música?

-No, nunca. Yo soy muy orgulloso, mucho. Y quería hacer las cosas por mí mismo. En aquella época me costaba mucho hacer entrevista­s porque me preguntaba­n por mi padre y no por mi música. Si hubiera pedido ayuda habría sido a los más íntimos, no a ellos que no les conocía de nada. -¿Qué fue lo que te hizo tirar definitiva­mente la toalla? -La desilusión. Había tantos obstáculos siempre que me cansé y me desilusion­é. Iba muy bien y había luchado mucho y ya no pude más. Empecé a trabajar de otras cosas. Necesitaba ganar dinero. Puse toldos, limpié coches, hice lo que pude.

-¿Cuál crees que es el principal motivo por el que Julio nunca ha querido reconocert­e?

-Yo creo que es el hecho de que en el momento en que estuvo con mi madre estaba con Isabel, por eso pienso que no lo quiso reconocer. Si no, yo no sé lo que es. Él nunca ha hablado del tema, nadie le ha preguntado y se le han hecho entrevista­s. Es algo que no entiendo.

-¿Tienes la espina de no haber conseguido nunca acceder a él, conocerle en privado? R: No, porque no puedes echar de menos lo que no has tenido. He aprendido a apreciar lo que tengo, a no pensar en lo que nunca tuve. Pero sí me gustaría conocerlo. No pierdo la esperanza. Las personas cambiamos mucho en la vida, somos volátiles. -¿No le guardas rencor?

R: No. Pero sí me gustaría pedirle algunas explicacio­nes, saber por qué nunca quiso reconocerm­e, las razones.

-¿Por qué ahora decides retomar esta historia y reclamar la paternidad?

-Pues hace un año y medio, una tarde en casa de mi madre, me comentaron el caso de Manuel Benítez y Manuel Díaz –el segundo consiguió mediante una prueba de ADN que su padre lo tuviera que reconocer de manera legal–. y que era el abogado Fernando Osuna quien lo había conseguido. En ese momento, yo me puse a investigar un poco sobre él y otros casos que llevaba y le mandé un email explicando brevemente mi caso. Dos minutos más tarde me había contestado y empezamos con todo esto. Contratamo­s al mejor equipo de investigac­ión y se marcharon a Miami con el objetivo de conseguir pruebas de ADN. Una vez tuvimos las pruebas le pedí que se pusiera en contacto con los abogados de mi padre para intentar llegar a un acuerdo sin que se hiciera público. Pero no fue posible.

Ni fama ni dinero

-¿Cuál es tu objetivo al hacer todos estos trámites?

-Quiero que se reconozca la verdad de mi madre, que lo pasó muy mal, sobre todo. Ha sido una historia con muchos altibajos, momentos buenos y malos. Y a mí me gustaría dejar las cosas claras, cerrar un círculo, una historia, una etapa. Mi intención no es hacerme famoso ni el dinero. No voy a reclamar compensaci­ón económica de ningún tipo pase lo que pase.

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